jueves, 27 de noviembre de 2025

IÑIGO LETAMENDÍA. El tipo que nos metió el surf en las venas



El mundo del surf está de luto.

Ha fallecido Iñigo Letamendía, “Indigo” para los surfers de medio mundo, de Zarauz a California, de Australia a Hawaii, de Sudáfrica a San Sebastián.

Iñigo fue el culpable de que a cientos, a miles de niños y adolescentes en aquel Zarauz de finales de los 70 y los 80 nos entrara el veneno del surf en las venas y llenara nuestros sueños de olas perfectas y maniobras imposibles. El plantó la semilla con aquella tiendecita pionera de tablas artesanas y trajes de baño importados, Gerónimo, que sería el germen de Pukas, apenas unos años después. Ahí fue donde tantos chavales -locales y veraneantes- primero soñamos y luego compramos nuestra primera tabla (una Speeding, en mi caso; regalo de notas).

Contenido del artículo
Geronimo Surf Shop. El germen de lo que sería Pukas años después

Fue Letamendía también quien llevó a la playa de Zarauz, como un regalo de Navidad adelantado a septiembre, a nuestros héroes de las revistas internacionales (las únicas que había). Aquellos gigantes que copaban las portadas de Surfer y Surfing y que nunca imaginamos, ni en nuestros sueños más húmedos, que cogerían nuestras olas, pasearían por nuestro sagrado malecón y beberían cerveza en nuestros bares. A algunos incluso les ganamos al futbolín.

En aquellos años gloriosos del Campeonato del Mundo en nuestro pequeño pueblo, el Pukas PRO Zarauz, pudimos admirar en directo a tops como Damien Hardman, Sunny Garcia, Mark "Occy" Occhulipo, Martin Potter, Gary Elkerton, Barton Lynch, el mismísimo Tom Carroll o aquellos primeros brasileños que iban a revolucionar el circuito WSL, Flavio Padaratz y Fabio Gouveia.

Contenido del artículo
El ambientazo del Campeonato del Mundo en la playa de Zarauz

Pura magia para unos chavales de 18 o 20 años que vivíamos el surf con pasión incontrolada, casi como una droga. Y pura magia también para Zarauz que pasó de ser un célebre pueblo ballenero a un spot surfero apreciado en todo el planeta. Un pequeño punto en el mapa donde el surf se convirtió en una forma de vida, en una filosofía, en una cultura que arrastraba a niños y adolescentes con la fuerza de las mareas vivas de otoño. Algunos de aquellos adolescentes zarauztarras llegarían con los años al circuito internacional como profesionales (Aritz Aramburu, Ibon Amatriaín, Adur Letamendía, Aitor “Gallo” Francesena…).

De Casa Lola a Pukas

Fue mucho lo que Iñigo Letamendía hizo por el deporte -y el negocio- del surf a lo largo de sus 77 años de vida. Pero la estela que dejará tras su muerte es aún más valiosa y eterna. Fue un alma libre, un pionero, un visionario, un apasionado. Un ejemplo de tesón, coraje y amor al surf. Y un emprendedor de los de antes.

Todo empezó allá por los años 70, con un puñado de almas libres, apasionadas del surf y enemigas de lo convencional, en un pueblecito pegado a la mítica playa de Somo, al otro lado de la Bahía de Santander. Iñigo Letamendía y Marian Azpiroz dejaron una vida cómoda y segura en San Sebastián y fundaron, junto a José Manuel Merodio, Carlos Beraza y Raúl Dourdil, la legendaria Casa Lola en Loredo. Una comuna hippie surfera, heredera del espíritu californiano, que se convirtió en la primera fábrica (o taller) de tablas de surf en España.

Contenido del artículo
Casa Lola, las primeras tablas de surf fabricadas en España

Primero de manera artesanal y sin apenas experiencia. Luego, con el paso del tiempo -y de unos cuantos surfers y shapers australianos, americanos y sudafricanos que aportaron experiencia y conocimientos- fueron perfeccionando la técnica y creando las primeras marcas de tablas en nuestro país (Santa Marina, Speeding, Geronimo Surfboards), y poniendo de moda en toda la costa los bikinis, trajes de baño y abalorios importados de Hawaii y California.

Poco después, en 1979, la aventura hippie de Iñigo y Marian culminó en Pukas, primero una pequeña tienda de tablas importadas y moda surfera en Zarauz y luego una fábrica de tablas de surf propias (Olatu) que acabó siendo referente en Europa. Un negocio que hoy vende más de 10.000 tablas al año en todo el mundo.

Una apasionante aventura de emprendimiento y amor incondicional al mar, a su tierra, a sus amigos y a su familia.

Hace unos días, Iñigo cogió su última ola. Al menos en este mundo. Porque seguro que allá donde esté ya se habrá agenciado una Pukas celestial y estará surfeando olas perfectas y eternas con su gran amigo Sunny García y otros grandes mitos del surf que partieron antes que él.


Sunny Garcia, Campeón del Mundo con Pukas 


lunes, 22 de septiembre de 2025

FARM AID. EL DÍA QUE LA MÚSICA SALVÓ A LOS GRANJEROS

 


El 22 de septiembre de 1985 la Música estadounidense en pleno se abrazó a los granjeros de todo el país en un concierto para la historia. Los más insignes artistas del rock, el blues y el country se unieron, todos a una, para apoyar la causa de un sector esencial para la economía y para la vida, y que atravesaba una profunda crisis. Miles de granjeros y agricultores en bancarrota, que habían perdido sus cosechas, sus tierras y sus hogares, necesitaban desesperadamente una mano salvadora que les sacara de ese pozo de ruina e impotencia, víctimas de la situación económica y del peso de sus hipotecas.

Esa mano fue la de Willie Nelson, la de John Mellencamp y la de Neil Young, inspirados por un comentario de Bob Dylan en el concierto Live Aid, celebrado un par de meses antes («Ojalá que parte del dinero pudiese ser destinado a granjeros americanos en peligro de perder sus granjas por deudas hipotecarias»). Juntos planearon y organizaron –en solo seis semanas- el mayor concierto benéfico que había visto América hasta la fecha

Farm Aid se celebró en el Memorial Stadium de la Universidad de Illinois, en Champaign, Illinois, ante más de 80.000 afortunados espectadores y recaudó cerca de 9 millones de dólares, íntegramente destinados a las familias de los granjeros y agricultores de todo Estados Unidos, para que pudieran permanecer en sus tierras. «Las familias agrícolas son nuestra única garantía de alimentos frescos y locales, nos aseguran comida saludable y segura, protegen nuestros recursos naturales y fortalecen la economía local».

 


Más estrellas que en el cielo

Fueron 12 horas de música y reivindicaciones («They need our help!», el llamamiento de John Denver aún resuena con fuerza), con el cartel más imponente y deslumbrante de estrellas del rock, el blues y el country que haya pisado un escenario. Bob Dylan, Billy Joel, Bonnie Raitt, B.B. King, Loretta Lynn, Roy Orbison, Tom Petty, Johnny Cash, Willie Nelson, John Denver, Kris Kristofferson, Alabama, The Beach Boys, Bon Jovi,  Nitty Gritty Dirt Band, John Fogerty, Arlo Guthrie, Emmylou Harris, Don Henley, Waylon Jennings, Randy Newman, Carole King, Huey Lewis, Roy Orbison, Lou Reed, Kenny Rogers, Van Halen, Neil Young, John Mellencamp, entre otras fulgurantes estrellas de la música americana.

Sin embargo, la causa y la lucha por los granjeros no acabó con la actuación del último artista, aquel domingo de septiembre de 1985. Tras el concierto, Willie Nelson y John Mellencamp llevaron ante el mismísimo Congreso de Estados Unidos las reivindicaciones y el testimonio de varias familias granjeras sobre el estado de la agricultura en el país, y lograron que se aprobase la Ley de Crédito Agrícola en 1987, para ayudar a tantísimas familias que se veían abocadas a una posible ejecución hipotecaria.

Y aún más. Farm Aid se convirtió, desde aquel primer concierto, en una institución que trabaja para concienciar a los ciudadanos, y sobre todo a los políticos, acerca de la importancia que tiene la agricultura para el país. Y cada septiembre, puntualmente, organiza un nuevo concierto Farm Aid rebosante de estrellas de la música americana, recaudando un total de 80 millones de dólares para mantener y fortalecer ese sistema de protección a la agricultura y a las familias granjeras, que ha salvado tantos hogares y tantas tierras de la ruina desde 1985.

La organización cuenta con un fondo de emergencia para granjeros que pierden sus cosechas y pertenencias ante desastres naturales (huracanes, tornados, inundaciones, sequías). Los fondos recaudados se utilizan para pagar los gastos de los agricultores y proporcionar alimentos, ayuda legal y financiera, y asistencia psicológica.

 


Un poderoso movimiento para salvar la agricultura local

Aquel 22 de septiembre de 1985 nació un poderoso movimiento que unió a granjeros, artistas y ciudadanos comprometidos, pero sobre todo concienció -a través de los conciertos anuales y las campañas de comunicación- a millones de americanos de la importancia vital –y urgente- de cuidar a sus agricultores, de comprar sus productos frescos y saludables, de salvaguardar la economía local y de valorar su labor imprescindible e irreemplazable. Una vida dura y difícil, siempre en el filo, tambaleándose en la delgada línea que separa la supervivencia y la ruina.

Como los granjeros americanos en 1985, nuestros agricultores y ganaderos también necesitan desesperadamente nuestro apoyo, nuestra ayuda y nuestro compromiso. De ellos depende nuestra alimentación y nuestra salud. Y de nosotros depende su supervivencia. THEY NEED OUR HELP!!



lunes, 1 de septiembre de 2025

Javier Sartorius: de la raqueta a la Cruz

 



Tres de la mañana. Una noche lluviosa y lúgubre de julio. Después de más de dos horas subiendo el abrupto camino, en plena oscuridad, un peregrino se detiene ante la imponente puerta de madera del milenario Santuario de la Virgen de Lord, a 1.180 metros de altitud, en el prepirineo leridano. El peregrino golpea la pesada aldaba una y otra vez hasta que los sorprendidos habitantes de la Comunidad abren la puerta. «¿Cómo te llamas?» pregunta uno de ellos. «Javier» contesta el peregrino. «¿Javier qué?» insiste el monje. «Sólo Javier». Sin apellidos, sin pasado. Esa noche, después de toda una vida de búsqueda e inquietudes, Javier dio el paso definitivo hacia sí mismo, hacia el silencio, hacia el vacío material. Hacia Dios.

 

Sol, playas, chicas y tenis

Javier Sartorius Milans del Bosch era un joven extrovertido, apuesto, de noble cuna, carismático y deportista. El ‘zurdo de oro’. Legendarios eran sus partidos de tenis con su hermano Fernando, como pareja o adversario, en Zarauz y Madrid; y el día que ambos arrebataron dos juegos al tándem Casal-Sánchez Vicario, el Tenis de San Sebastián rebosó de pancartas y vociferantes ‘hooligans’ (todos familiares y amigos) rendidos ante la hazaña de sus héroes. Juntos, Javier y Fernando, marcharon a Estados Unidos a estudiar Administración de Empresas, carrera que abandonaron casi al empezar para dedicarse a surfear las olas de California, ganar campeonatos de pádel, entrenar a las estrellas de Hollywood y, de paso, ingresar unos dólares vendiendo aspiradoras a domicilio o cuidando jardines. Sol, playas, diversión, chicas, deporte. Javier lo tenía todo. O no.

Fue precisamente en Los Angeles donde Javier comenzó a sentir una creciente inquietud por la vida espiritual, un poco confusa al principio (llegó a pasar por el Hare Krisna). En 1989 fue Campeón de Estados Unidos de pádel; el año siguiente, misionero en Cuzco con Los Siervos de los Pobres del Tercer Mundo. Fue tal el shock espiritual que provocó la vida de pobreza y sacrificio absolutos, que decidió entrar en el seminario, en Toledo. Pero Javier no estaba hecho para estudiar («ni siquiera se puede copiar», decía) y tampoco para el sacerdocio. A él le iba más la vida contemplativa, la oración, la sencillez, incluso la soledad, a pesar de su personalidad extrovertida. Un compañero de seminario le habla entonces de la Comunidad de Lord y es allí donde encamina su vida, dejando todo su pasado atrás. Sólo quiere encontrarse a sí mismo.

 


Entre Agassi y San Francisco de Asís

«Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas», escribió Pablo Neruda. Ese día resultó ser una lluviosa noche de julio de 1992; cualquier lugar, el Santuario de Lord. Y no fue la más amarga, sino la más feliz de sus horas. Y aunque dejó su pasado al otro lado de la milenaria puerta, su personalidad entró con él. Incluyendo, por supuesto, su simpatía y su sentido del humor, que nunca dejaron de ser parte de su carácter. Lo mismo que el deporte y la sencillez (una perfecta combinación entre André Agassi, su tenista favorito, y San Francisco de Asís, su santo favorito), o su afición por la música, aunque ahora en lugar de escuchar ACDC, Eagles o los Beach Boys, sus gustos se inclinaban más por La Misión y los cantos gregorianos.

Javier revolucionó, a su manera, la tranquila y silenciosa vida de los monjes. «Tenéis el cuerpo abandonado» sentenció, y montó un gimnasio; bastante primitivo, pero que mantuvo en forma incluso al padre Jordana, a sus 90 años. Hasta llegó a conquistar a las monjas de clausura, cuyas puertas se abrieron por primera vez a un varón en mil años de historia; «Vamos a hablar con ‘Sor Javier’», decían en el recreo, a pesar del estricto silencio impuesto.

Pero lo más importante es que Javier también revolucionó su vida: de la raqueta a la azada; de las fiestas playeras al estricto régimen de oración y estudio de la Biblia; de entrenar a las estrellas de Hollywood, junto a su inseparable hermano Fernando, a pastorear un rebaño con más de 100 ovejas, a las que había puesto nombre una a una; del cálido sol californiano a los diez grados bajo cero de su celda a los pies de los Pirineos.

Él era feliz así, viendo a Dios en lo cotidiano, con su trabajo, su oración, su soledad, su Cruz desnuda, como la de Cristo. No necesitaba nada más («había una persona tan pobre, tan pobre, tan pobre que sólo tenía dinero», le encantaba decir). Su familia al completo lo apoyó devotamente; salvo su padre, Mauricio, que no llegó a entender que se recluyera en el Santuario de Lord. Entregándose a todos, robusteciendo su fe, Javier pasó los siguientes años en Lord. Disciplinado y perfeccionista, aceptó volver al seminario en Barcelona, que esta vez superaba el curso con brillantes calificaciones, incluido el latín, aunque sin pretender en ningún momento abandonar su vida monástica cuando recibiera las sagradas órdenes (una vez más rompiendo normas).

 


«Ahora lo entiendo todo»

Ya en 2006, una dolencia gástrica acabó convirtiéndose en su verdadera cruz, primero de dolor y finalmente de muerte. El 21 de junio moría en el monasterio cisterciense de San Miguel de Dueñas, donde era tratado de su enfermedad. Tenía 44 años. En el silencio del Monasterio, sólo mitigado por el tenue cántico de los monjes, ante el cuerpo inerte de su hijo, el padre de Javier sollozó de pena y de remordimiento; «Maurilón -le susurró a su hijo mayor en el funeral-, ahora lo entiendo todo». Apenas un año después, se reunió con Javier en cuerpo y alma; compartiendo con su hijo sepulcro en Lord y vida eterna en un santuario aún más alto.

«Puedes ser tenista de fin de semana. Pero para jugar en primera, hay que entrenar duro todos los días, y muchas horas. Sólo así se gana», solía decir Javier. Él fue un campeón en todo cuanto hizo, en el deporte, en el trabajo físico, en la oración, en el estudio, en la caridad, en la simpatía, en el cariño hacia su familia, en amigos, en carisma…

Es curioso, pero a pesar de su juventud y de haber elegido la vida monacal, solitaria, de espaldas al mundo, Javier dejó su impronta grabada en las almas de miles de personas a lo largo de su vida, y después de su muerte. Tenía una energía especial, contagiosa y benefactora, que legó a todos los que le conocieron y quisieron. Y que aún hoy llega con fuerza a todos los que le rezan. O a los cientos de peregrinos de toda procedencia que llegan cada año al Santuario de Lord, a dejarse llenar por el alma de aquel visitante sin pasado que una noche tormentosa atravesó la pesada puerta… y se quedó para siempre.

Unos años después, la madre de Javier, su más devota admiradora, su más rendida fan, abandonó este mundo después de quince años de dolorosa enfermedad… y seis de penosa ausencia. Javier era su tabla, su sostén, su muleta, su hombro, su paño; y su sonrisa. Sin él, todo se hizo más doloroso. Más insoportable. Más desesperanzador. Desde aquel día de 2013, el cáncer ya no está. El dolor tampoco. Ni la ausencia. Desde ese día, el cuerpo de Myriam (la tía Memé) descansa también con su hijo, en Lord; y su alma estará abrazando a Javier, besando a Javier, riendo con Javier, jugando al tenis con Javier.

 


Un documental y una causa de beatificación

La de Javier es una vida que tiene mucho que decir a la sociedad actual, a los jóvenes, a los mayores, a los líderes, a los desamparados, a los perdidos. Esta es la razón por la que nace la idea de revivirla en un documental, realmente extraordinario, que narra su periplo vital y espiritual; desde su zona de confort, su vida privilegiada en Madrid y California, hasta su entrega total a su fe y su posterior calvario. En estos momentos el rodaje de “La verdadera riqueza” sigue su curso y avanza imparable conforme van llegando las donaciones. Si quieres profundizar un poco más, entra en www.javiersartorius.org/. Un vistazo quizá baste para hacerte una primera idea de quién fue Javier, cuál fue su proceso de transformación interior y qué significó para la Comunidad de Lord y para miles de personas que veneran su memoria.

Y mientras avanza el documental sobre su vida, en paralelo se ha abierto la causa para nombrar Siervo de Dios al seminarista Javier Sartorius. Un proceso que nace de un revelador testimonio de Mn Norbert Miracle (rector del Seminario Mayor Interdiocesano de 2005 a 2018), quien vio en Javier un ejemplo de santidad importante para darse a conocer, especialmente, a los seminaristas y a los jóvenes. Un “santo de la puerta de al lado”, como define acertadamente el papa Francisco. El primer paso, quizá en octubre, ser nombrado “Siervo de Dios”. A partir de ahí, Dios dirá.  

Por mi parte, espero poder ampliar pronto información sobre el documental y la causa de Javier Sartorius, mi primo, que justo hoy cumple 18 años desde que partió, con su raqueta y su cruz, a la Casa del Padre.

Puedes ver el teaser de la “La verdadera riqueza”, sobre la vida de Javier, en este link






miércoles, 16 de julio de 2025

Salve, Estrella de los Mares. Mi homenaje a las gentes del mar.




𝗛𝗼𝘆 𝗲𝘀 𝗲𝗹 𝗴𝗿𝗮𝗻 𝗱í𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗺𝗮𝗿𝗶𝗻𝗲𝗿𝗼𝘀, 𝗹𝗼𝘀 𝗽𝗲𝘀𝗰𝗮𝗱𝗼𝗿𝗲𝘀 𝘆 𝘁𝗼𝗱𝗮𝘀 𝗹𝗮𝘀 𝗴𝗲𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝗮𝗿.

El día de la Patrona querida y venerada, de la Estrella del Mar que los guía y portege en sus viajes y faenas, enfrentándose a diario a las tempestades (del mar y de la vida), a las ausencias (prolongadas y permanentes) y a todo tipo de dragones (la mayoría al amparo de las sombras en sus cuevas con forma de despacho).

Hoy, día de la 𝗩𝗶𝗿𝗴𝗲𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝗖𝗮𝗿𝗺𝗲𝗻, 𝗦𝘁𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗠𝗮𝗿𝗶𝘀, me he despertado con dos pensamientos en la cabeza y un himno en el corazón.

El primer pensamiento está bañado de recuerdos. De veranos de mar y de olas; de paseos por el malecón de mi Zarauz del alma; del impresionante 𝗗𝗲𝘀𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗘𝗹𝗰𝗮𝗻𝗼 𝗲𝗻 𝗚𝘂𝗲𝘁𝗮𝗿𝗶𝗮, que cada cuatro años rendía tributo a la llegada del puñado de supervivientes -harapientos, exhaustos, famélicos- de la expedición de la nao Victoria al puerto del pequeño pueblo pesquero, que vi con mi abuelo siendo un niño y me dejó marcado de por vida.

También el recuerdo, ya más mayor, de compartir con mis hijos, con los pescadores y con el pueblo de Comillas la procesión marinera y el homenaje floral a los muertos en el mar, que cada año se celebra el 16 de julio en esta villa marinera, mi segunda casa después de Zarauz. ¡Qué buenos y bonitos momentos!

El segundo pensamiento de esta mañana ha sido para uno de mis cuadros favoritos de hashtagSorolla y todo lo que representa. Lo bueno, lo malo y lo peor del trabajo en el mar. El peligro, el sufrimiento, el sacrificio, la dureza, la muerte; y también el compromiso, el coraje, la fortaleza, el compañerismo, el sentido del deber. La llamada -ineludible- del mar y la respuesta siempre afirmativa del hombre, a pesar de todo.
Ahí queda esa obra maestra de la pintura y de la denuncia social que es "¡𝗔ú𝗻 𝗱𝗶𝗰𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗹 𝗽𝗲𝘀𝗰𝗮𝗱𝗼 𝗲𝘀 𝗰𝗮𝗿𝗼!" (y es cierto, aún lo decimos).

Por último, el himno. Por supuesto, 𝗘𝘀𝘁𝗿𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗠𝗮𝗿𝗲𝘀, 𝗹𝗮 𝗦𝗮𝗹𝘃𝗲 𝗠𝗮𝗿𝗶𝗻𝗲𝗿𝗮. Mi mujer se ha levantado tarareándola en recuerdo de su madre, Carmen (nos dejó hace pocos años), y aún no he podido -ni he querido- quitármela de la cabeza. O mejor dicho, del corazón.

Ahí permanecerá anclada durante todo el día. En homenaje a mi suegra. En homenaje a las gentes del mar. En homenaje a mis recuerdos de infancia. En homenaje, sobre todo, a la Virgen del Carmen, Stella Maris.

Salve, Estrella de los Mares,
de los mares iris de eterna ventura,
salve Fénix de Hermosura
madre del Divino Amor...

https://lnkd.in/d-XN_sWE
(Salve Marinera interpretada por los marinos del buque escuela Juan Sebastián de Elcano en la iglesia de San Salvador de Guetaria, el 16 de julio de 2019).