Es inevitable. Del mismo modo que antes llegaron
–y nos conquistaron- los burgers, los pubs irlandeses, los vaqueros, el
mismísimo rock ‘n’ roll o las películas ‘made in Hollywood’, hoy las nuevas
generaciones han adoptado una de las tradiciones anglosajonas más populares
y exportables: Halloween. Con la impagable ayuda de la industria
cinematográfica, claro, pero también de los colegios y guarderías bilingües, de
los grandes almacenes o de los restaurantes, sean de la cocina que sean. La globalización, ya sabes.
Por supuesto, cada año por estas fechas la
polémica está servida: que si es una tradición pagana en un país tan
católico (ejem) como el nuestro, que si es mero negocio (¿y?), que si es una
nueva invasión yanqui (la coca-cola también, y ya ves), que si es
antipatriótico, que si es una ofensa al Día de Todos los Santos (aunque esta celebración sea posterior), que si… Pues
eso, lo mismo que dijeron nuestros padres y abuelos de tantas y tantas
costumbres y modas que venían de fuera (no sólo de USA) para aniquilar nuestra
esencia ibérica. Desde el averno, les faltaba decir (y a veces lo decían, sí).
El caso es que Halloween es una realidad
inevitable hoy en España. Le pese a quien le pese. Y cada cual es libre de
celebrarlo o no, según su coherente visión de la vida (por ejemplo, no es
coherente que si llevas a tus hijos a un colegio americano, les prohíbas celebrar
las costumbres americanas). Lo puedes negar con furia, te puede parecer
hortera, o de mal gusto. Pero también lo puedes ver como los niños y
adolescentes, que son los verdaderos protagonistas de esta historia de ‘terror’;
ellos lo viven como lo que es: pura diversión. Y no le dan más vueltas.
Para ellos, la oportunidad de disfrazarse, de salir a por chuches con los
amigos, de celebrarlo en el cole o en casa, de ser protagonistas de su película,
es un planazo.
Así que, lo mejor es no tenerle miedo a
Halloween, aceptarlo como lo que es y aprovechar para celebrarlo, si te gusta,
o simplemente ignorarlo, si no. Y no vendría mal tampoco, antes de aplicarle el
“vade retro” crucifijo en mano, enterarse un poco de su verdadera razón de ser,
una mezcla de tradición, religión y cultura popular. A lo mejor
descubrimos que no es tan incompatible con nuestras propias creencias.
El origen pagano y cristiano
Por situarnos, he aquí algunas claves de
la noche de Halloween que nos pueden orientar acerca de su origen y
significado:
·La expresión Halloween procede de
la contracción All Hallows'
Eve,
(Víspera de Todos los Santos) y tiene su origen en la conmemoración celta del
Samhain después adaptada a la festividad cristiana del Día de Todos los Santos.
· Fue exportada a
Estados Unidos por los emigrantes irlandeses durante la gran hambruna a
mediados del s XIX.
· Fueron ellos quienes difundieron
la costumbre de tallar las calabazas
(jack-o'-lantern) inspirada en la leyenda de «Jack el Tacaño».
· El uso de trajes y máscaras se
debe a la necesidad de ahuyentar a los espíritus malignos, no de atraerlos, lo
mismo que las calabazas iluminadas.
· En Estados Unidos se popularizó
primero como una festividad “traviesa”, de diversión a costa de los demás; pero
acabó siendo vandálica e incluso cruel.
· Así que, a partir de 1920 se
derivó hacia una diversión más familiar, retomando
el espíritu de los primitivos cristianos, que iban casa por casa
disfrazados ofreciendo una sencilla representación o una canción a cambio de
alimento y bebida.
· En los años 70
y 80 el cine y la televisión contribuyeron a la internacionalización de la
fiesta (La noche de Halloween de John
Carpenter, en 1978, es una referencia clave; o la mismísima E.T., de Spielberg, en 1982; también las series Roseanne y Scooby Doo, o Bitelchús, La familia Adams… o, sin ir tan lejos,
el penúltimo exitazo de Pixar, Coco).
· Hoy, Halloween se celebra en
todo el mundo occidental, de Estados Unidos a Latinoamérica, de Europa a
Canadá, como una noche de diversión,
fiesta y disfraces. Cada país con sus propias tradiciones, pero con un
trasfondo común: la unión del mundo de los vivos y el reino de los muertos.
La calabaza de Jack el Tacaño
La costumbre de convertir una calabaza en un
terrorífico farol procede del folklore irlandés. Según la leyenda, el bebedor,
jugador y holgazán Jack hizo un pacto con el diablo para librarse del infierno;
al morir, años después, tampoco se le permitió la entrada en el cielo, así que
fue condenado a vagar eternamente en la oscuridad. El diablo se compadeció de
Jack y le entregó una brasa dentro de un nabo ahuecado a modo de farol (cuando los irlandeses llegaron a Estados Unidos cambiaron el nabo por
la calabaza, que era más fácil de ahuecar y de tallar). “Jack el linterna” (jack-o'-lantern) deambula desde entonces de casa en casa pidiendo trick-or-treat, esto es, truco o trato (o, para los niños,
susto o dulce), una especie de pacto para evitar que Jack maldiga la casa y
a sus habitantes; la única protección frente al espectro es colocar horrendas calabazas
ahuecadas e iluminadas por dentro.
Ya sabes. Si llega hasta tu puerta algún espíritu maligno disfrazado de
niño, recuerda que no viene a maldecirte ni arrastrarte al averno, sólo a
pedirte chuches. Ah, y puedes cumplir perfectamente con el Día de Todos Los
Santos la mañana siguiente. Lo mismo que puedes comerte una hamburguesa con una
Guinness hoy y una tortilla de patatas con un Rioja mañana. O que te guste tanto María Dolores Pradera como los Stones.