En esta
sociedad tan avanzada, progresista y liberal que nos ha tocado vivir, quien gana la batalla del lenguaje gana la
guerra de las ideas. La verdad, la realidad y el sentido común molestan. Solo
las palabras importan. Son más fáciles de moldear.
El lenguaje del
progreso y la libertad nos dice, nos jura y perjura, que el aborto es una
interrupción voluntaria, que es feminista, que es un derecho, que es salud, que
es constitucional, que es libre, que es solución, que es progresista, moderno y
solidario, que es un logro social, que es inocuo, que es racional, científico y
civilizado, que defiende a la mujer, que es un bien en sí mismo y hasta
económicamente rentable. Y que los pro-vida son, sin excepción, machistas, retrógrados,
fascistas, fundamentalistas, manipuladores y peligrosos.
Pues nada, juguemos
con las palabras, pero sustentadas en hechos, en verdades y en el sentido
común. Toca argumentar. Y razonar. Y reflexionar. Que es, precisamente, lo que
no permiten hacer a las mujeres y adolescentes que tienen intención de acabar
con la vida que llevan dentro. A ver si se van a arrepentir y lo que se acaba
es el argumento. Y el negocio.
1. No es interrupción.
Interrumpir
es detener la continuidad de una acción, lo que implica que luego se reanuda.
En el aborto, obviamente, no hay reanudación posible. Podríamos hablar de frenar,
liquidar, finiquitar, sacrificar, extirpar, truncar, tronchar, erradicar,
triturar… pero de interrumpir, ni por asomo. «Tan hipócrita es llamar al aborto
interrupción del embarazo, como llamar a la horca interrupción de la
respiración». Lo dijo Julián Marías.
2. No es voluntaria.
Un 75% de
las mujeres que abortan no lo hacen por decisión libre, sino acosadas por
grandes dificultades frente a las que no ven otra salida. Sólo es libre
quien tiene alternativas para optar.
Y muchas mujeres se ven obligadas por presiones insoportables de sus parejas,
de sus familias y de su trabajo. Si no se dan opciones, si no se facilitan alternativas,
la decisión no es voluntaria, es obligatoria.
3. No es feminista.
Las
activistas del feminismo extremo afirman que «en el fondo del debate sobre el
aborto late el miedo milenario a que las mujeres controlen sus cuerpos y su
sexualidad sin permiso de los hombres». Ésta es una de las falacias más tópicas
y recurrentes. Para Conrado Giménez, presidente de Fundación Madrina, «El problema es el acoso que sufre la mujer por
el hecho de ser madre, el mobbing maternal, en tres entornos: personal-familiar,
social y laboral. El 68% de las mujeres que atendemos sufren violencia de
género». Además, 9 de cada 10 embarazadas sufren acoso en el trabajo y el 25%
son despedidas.
4. No es un derecho.
Toda mujer
tiene derecho a recibir una educación sexual adecuada, información sobre las
alternativas, asistencia psicológica y sanitaria, incluso a recibir ayuda
económica. Pero ninguna tiene derecho a matar una vida. Aunque viva dentro de
su cuerpo. Es esa vida la que tiene derecho a ser protegida.
5. No es socialista.
Más bien lo
contrario, es absolutamente capitalista. Las clínicas abortistas son un negocio
millonario amparado por el Estado y los Gobiernos Autonómicos. En muchos casos
su único fin es el lucro, que por 3.200 € son capaces de abortar a un no nacido
sano de 26 semanas. Como dice el doctor Jesús Poveda «El camino hacia un abortorio es más conocido y más facilitado que el
camino hacia los ginecólogos que defienden y respetan la vida». Por algo
será.
6. No es salud.
Ni sexual ni
reproductiva, ni física ni psicológica, ni operatoria ni postoperatoria. Los centros de aborto no informan a la
mujer sobre los detalles de este tipo de intervención, las consecuencias
físicas y psicológicas que tiene. Secuelas
y efectos que van desde su muerte, perforaciones uterinas, pérdidas y
prematuridad del siguiente hijo, alteraciones del deseo sexual, esterilidad y
graves alteraciones psiquiátricas. El síndrome
pos-aborto es una traumática y dolorosa realidad que siempre se ha tratado
de ocultar.
7. No es constitucional.
«La vida del
nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental —la vida humana—
garantizada en el artículo 15 de la Constitución, constituye un bien jurídico
cuya protección encuentra en dicho precepto fundamento constitucional»
(sentencia 53/1985 del Tribunal Constitucional). Aunque el actual Tribunal
Constitucional (de mayoría progresista) avale hoy el aborto, el valor
fundamental sigue estando ahí.
8. No es política social.
El objetivo
de las políticas sociales es amparar y
proteger a los más desvaforecidos, con especial dedicación a los eslabones
más débiles de la sociedad, esto es, los pobres, los inmigrantes, los
desempleados, los minusválidos, los niños… y digo yo que también las mujeres
embarazadas sin recursos y los niños no nacidos. Pero no. Los programas
sociales del Estado destinados a mujeres embarazadas sin recursos que quieran
tener a su hijo son directamente CERO.
9. No es solidaria.
Si tomamos la
solidadridad como sinónimo de apoyo, respaldo, ayuda o defensa, el aborto en sí
mismo es justo lo contrario. Porque ni apoya a la mujer embarazada, ni respalda
su situación, ni la ayuda a superarla ni, desde luego, defiende la vida que
lleva dentro. Frente a los valores de entrega, caridad y amor a la vida de otro
que promueven las organizaciones Provida, los
partidarios del aborto transmiten conceptos puramente egoístas: mi cuerpo, mi derecho, mi bienestar,
mi comodidad, mi vida… yo, mi, me, conmigo.
10. No es talante.
La nueva ley
del aborto enfrenta a la sociedad. Premeditadamente además. Ha nacido con
la intencionalidad clara de separar aún más la supuesta línea entre izquierda y
derecha, entre presuntos progresistas y presuntos machistas.
11. No es un logro de la sociedad.
Todos los
expertos coinciden: el aborto es un fracaso de la sociedad. «Falta una auténtica red social para evitar
que una mujer, ante un embarazo no deseado, recurra al aborto», denuncia
Esperanza Puente, portavoz de RedMadre.
Existe una reveladora carencia de recursos e interés, por parte del Estado, tanto
en el ámbito asistencial como en el ámbito de la formación y la información. Algo
que, según Jesús Poveda, evitaría 3 de cada 4 abortos. Eso sí que sería un
logro de la sociedad.
12. No defiende a la mujer.
«La mujer no
demanda el aborto, sino que se le ayude a seguir adelante con el embarazo». Lo
dice Conrado Giménez, y él lo sabe bien: en sus más de 20 años Fundación
Madrina ha atendido a cientos de miles de mujeres. Defender a la mujer es informar de las opciones y ofrecer los apoyos
necesarios para que puedan, si quieren, tener a su hijo y atenderlo. Y eso
no lo hacen ni las asociaciones proabortistas ni, desde luego, el Estado.
13. No es progresista.
No dejar
nacer a un ser humano es matar todo su futuro. No dejar nacer cientos de miles
de seres humanos es matar el futuro de
una sociedad. Y, de paso, envejecer considerablemente la población. ¿Es eso
progreso? ¿Ésta es la evolución que queremos? El siguiente avance, en nombre de
ese progreso, será quitarse de en medio a los improductivos ancianos. Y después
a los enfermos, terminales o no. ¿Cuál será el próximo paso?
14. No es moderno.
Ganarse los
votos de los jóvenes anulando cualquier regla moral es una irresponsabilidad. Pero
si además incitamos a las adolescentes a
realizar un acto de gran trascendencia disfrazado de bagatela, sin contar
con ayuda ni información ni formación, ni siquiera el consejo de sus padres,
eso no es ser moderno, no es ser guay, es ser miserable. La nueva ley convertirá
el aborto en un medio de planificación familiar, en un método anticonceptivo
que no va a hacer más felices a las adolescentes; sólo las hará más
inconscientes y, a la larga, más desgraciadas.
15. No es inocuo.
Un aborto no
es una irrelevante operación de apendicitis o de amígdalas. Es la muerte y
extracción de un ser vivo singular,
independiente de la madre que lo cobija. Y es, en muchos casos, una
experiencia traumática que puede provocar, además de las físicas, secuelas
psicológicas severas cuando la mujer (o la adolescente) que ha abortado es
consciente de que lo que le han extirpado es a su propio hijo. Los testimonios
de mujeres arrepentidas son desgarradores.
16. No es libertad.
Hoy, abolida
la esclavitud, nadie es dueño de nadie; nadie es propiedad de nadie. Ni
siquiera un hijo. La madre no concibe a su hijo como una propiedad suya; es
más, tiene la obligación moral (y natural) de protegerlo hasta que se pueda
valer por sí mismo, dentro y fuera de su cuerpo. Hasta que ese hijo pueda
también ejercer su propia libertad.
17. No es “europeo”.
Continuamente
se nos planta en la cara el ejemplo de países europeos “legislativamente más
avanzados”. Lo que nos ocultan es que esos países están reduciendo notablemente
el número de abortos precisamente porque ahora están legislando a favor de la prevención, la información y la asistencia. Países como EE.UU. o Alemania, que han fomentado políticas
de apoyo a la mujer embarazada, o como Bélgica y Holanda, que tienen el
porcentaje de abortos más bajo del continente pese a sus leyes más permisivas.
18. No es ciencia.
Frente a las
simplezas demagógicas que argumentan los abortistas, la Declaración de Madrid fue
una de las iniciativas más importantes y tajantes de los últimos años en la
lucha por la vida. Más
de 2.000 profesores de universidad, Académicos, médicos e intelectuales se unieron
para declarar que «existe sobrada
evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación»;
«el cigoto es la primera realidad corporal del ser humano (…) y su ADN es
resultado de la adición de los genes paternos y maternos en una combinación
nueva y singular».
19. No es racional.
Para la Comisión
de expertos de la
ministra Aído, precursora de la ley en el gobierno de
Zapatero, el feto no es viable a antes de la semana 22, y por tanto no es ser
humano y por tanto es eliminable sin problemas. Pero a partir de ese tan
preciso momento, por arte de magia, el feto ya sí es viable y por tanto se
convierte en ser humano y por tanto ya no es eliminable. En teoría, claro,
porque los centros abortistas reclaman un par de semanas más de feto no viable
y por tanto eliminable y por tanto contabilizable. Todo muy racional y
científico.
20. No es una mejora.
En contra de
la opinión de médicos, psicólogos, organizaciones especializadas, fundaciones y
demás expertos, para feministas y progresistas el gran logro de la ley de
plazos será «despojar de trabas» y hacer «menos traumático el aborto», que
además era una demanda social que millones de mujeres estaban pidiendo a
gritos. Pero lo que supone realmente la Ley de Plazos es que el aborto podrá ejercerse al antojo de
cualquier mujer y adolescente (sin consulta paterna) que lo solicite. En
los países donde se ha establecido esta ley el resultado es unánime: más
banalización, más embarazos, más abortos, más indefensión, más adolescentes y
más veces. Y eso, sencillamente, no es una mejora.
21. No es un bien.
Nadie aborta
por gusto o por placer. Los pro-abortistas saben que el aborto no es algo deseable en sí mismo, aunque se cuiden mucho
de divulgar tan poco feminista idea. Destruir una vida nunca puede ser un bien.
Engendrarla sí, por principio. Decía el personaje de Clint Eastwood en Sin Perdón, William Munny: «Es despreciable
matar a un hombre, porque le quitas todo lo que fue y todo lo que pudo ser».
Imagina todo el futuro que le quitas a un bebé.
22. No respeta los derechos humanos.
Lo dice la Declaración Universal
de los Derechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad y derechos» (Art. 1). «Todo
individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona»
(Art. 3).
El simple
hecho de condenar a muerte a un feto sólo por presentar malformaciones, sin
ninguna otra consideración, es una violación en toda regla de estos artículos.
Y es reconocer sin ambages que una persona con síndrome de Down, por ejemplo,
no tiene la misma dignidad intrínseca ni los mismos derechos que una persona
“sana”, tanto como para no permitir ni que nazca.
23. No es económicamente rentable.
El aborto es
indudablemente un negocio no ya rentable, sino millonario. Pero sólo para los
centros abortistas, claro. Para el resto de la sociedad es una gigantesca
pérdida económica. Conrado Giménez ha evaluado en el 5% del PIB la pérdida de
riqueza que supone el aborto en nuestro país en concepto de «pobreza y desierto demográfico» y por «la
marginación y falta de conciliación que sufre la mujer madre en el mundo del trabajo» (un 25% de
las mujeres embarazadas son despedidas).
Y por
cierto, ¿cuánto nos cuesta cada adopción realizada en países extranjeros?
24. No es solución.
La única
solución es que el aborto sea la última solución posible. El aborto es casi
siempre un problema profundo. Para la madre, para su entorno familiar y
laboral, para la sociedad…
La única
solución es evitarlo en lo posible. Pero ¿cómo? Tal vez encontremos la clave en
lo que afirma el doctor Poveda: «El
éxito de salvar una vida pasa porque la madre vaya al ginecólogo y vea la
ecografía de su hijo; y luego, que desde las asociaciones provida seamos
capaces de solucionar esas cuestiones que llevan a la mujer a recurrir al
aborto».
25. Los provida no son de derechas.
La
bipolaridad izquierda-derecha asociada a defensa-rechazo del aborto es
absolutamente infundada. Hay miles de votantes del PSOE que consideran esta
nueva ley una locura sangrienta e innecesaria. «No hay en nuestros días una afirmación más reaccionaria que la
del derecho de una persona sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de
propiedad más absoluto concebible, más allá del derecho del amo sobre el
esclavo. Y es una vergüenza para la izquierda que levante la bandera de ese pretendido derecho». Lo dicen los
Socialistas Cristianos.
Igualmente
hay muchos políticos y votantes de la derecha que, ante el drama del aborto,
simplemente no saben, no contestan. O incluso lo apoyan.
26. No son la
Iglesia Católica.
Es también
muy recurrente y maniqueo asociar a la Iglesia Católica
con los ataques al proabortismo (más que con la defensa de la vida). Pero no
cuela. Iglesias de TODAS las confesiones se oponen al aborto. Pero además existen
muchos ateos y agnósticos que defienden la vida humana como principio.
Por otro
lado, la mayoría de las Organizaciones y Fundaciones Provida son aconfesionales,
y su única religión es la defensa de la
vida del no-nacido y el apoyo sin condiciones a la mujer, cualesquiera que
sean sus creencias y sus circunstancias.
28. No son fundamentalistas.
Ni la
Iglesia ni los movimientos provida pretenden que se encierre en la cárcel a la
mujer que aborta; es más, son los únicos
que se ponen siempre del lado de la mujer, al contrario que organizaciones
pretendidamente feministas, que lo único que persiguen es que la mujer aborte,
sí o sí, independientemente de sus circunstancias. Los provida rechazan el
aborto, pero no a la mujer que aborta, de modo muy especial si se ve obligada a realizarlo por no contar con
ningún otro tipo de ayuda ni alternativa. Por eso centran todo su esfuerzo en reducir el número de abortos indeseados,
que son la inmensa mayoría. Y lo hacen con respeto, entrega, generosidad y
gran sacrificio personal.
Conclusión
Probablemente
no podamos hacer ni deshacer la
nueva Ley del Aborto, que saldrá tal y como quiere el Gobierno
socialista, amparado por los votos progresistas del Tribunal Constitucional, o
sea, tal y como aconsejan sus expertos
y tal y como desean los centros abortistas. Pero las consejerías de salud de
cada Comunidad Autónoma sí pueden reglamentar la aplicación de esa Ley; es
decir, pueden poner condiciones legales al nuevo "derecho", como favorecer la vida, reconocer la objeción de
conciencia, desarrollar una normativa estricta, controlar los centros
abortistas y castigarlos con sanciones ejemplares en caso de incumplimiento;
pueden implantar políticas de prevención
y de información, planes de apoyo a la maternidad, periodo de reflexión, mesas
de conciliación, pedagogía pública contra el aborto, políticas de adopción…
¿Y qué
podemos hacer los ciudadanos de a pie? Pues tener las ideas claras, para
empezar. Y apoyar cualquier iniciativa que respete la vida, con nuestras
simpatías, con nuestra presencia, con nuestra involucración, con nuestra
difusión… y con ayudas económicas que el
gobierno no va a proporcionar. También es nuestra responsabilidad moral, y
debe ser nuestra batalla. Ortega y
Gasset decía que «el mayor crimen
está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar».
Ignoro si los y las activistas defensores del aborto conocen esta sentencia;
tampoco sé si la
entenderían. Nosotros sí. Apliquémonosla.
Termino con una
cita del poeta y filósofo bengalí Rabindranath Tagore, Nobel de literatura en 1913, que no era precisamente
católico ni de derechas ni machista confeso ni sospechoso de fundamentalismo
ninguno:
«La vida nos la dan y la merecemos dándola».
© Pepe Álvarez de las Asturias – 2023