jueves, 16 de febrero de 2017

Lo que de verdad importa. Todos tenemos el don de hacer el bien



En el cine hay dos tipos de películas, las que simplemente entretienen y las que te obligan a reflexionar; y dentro de estas últimas están las que sólo te hacen reflexionar (serias, profundas, trascendentales) y las que además te entretienen (divertidas, emotivas, cercanas). Sin duda, Lo que de verdad importa es de estas últimas. Una película amable, que juega con el humor y las emociones con absoluta maestría (ya lo bordó Paco Arango en Maktub), y que logra lo que muy pocas películas del cine actual: llegar al corazón, sacudirlo con fuerza y darle un nuevo soplo, un nuevo aliento. Porque Lo que de verdad importa es de esas películas que no te dejan indiferente. Que te obligan a reflexionar, a plantearte cosas que tienes por ahí olvidadas (por ejemplo, ¿qué haces tú por los demás?), y que te dan un nuevo enfoque a temas tan serios como el amor, el perdón, la enfermedad o la muerte. La muerte de un niño, que es algo todavía más serio.


Tiene algo de mágica la película de Paco Arango, porque actúa dentro (muy dentro) de ti sin que apenas te des cuenta. Es cierto, sales del cine sintiéndote mejor persona, como con ganas de hacer el bien. Exactamente igual que en los congresos de valores de la Fundación Lo Que De Verdad Importa, con los que además del nombre comparte el espíritu y la intención: removerte por dentro. Y, como LQDVI, esta película es cien por cien contagiosa.

Es también una película necesaria. Cargada de valores positivos y universales. Alec es el típico crápula, egoísta, con una vida desastrosa (“una vergüenza para la familia”) que se ve obligado a huir a miles de kilómetros (bellísima la Nueva Escocia fotografiada por Aguirresarobe) para salvar su integridad física de unos mafiosos rusos. Allí comienzan a suceder extraños sucesos que intenta negar pero que son más grandes que él. Descubre que tiene el don familiar de curar a las personas (un curandero, el título original: The Healer), pero él prefiere rechazar esa responsabilidad. Demasiado incómoda. Hasta que entra en su vida una niña con cáncer terminal, Abigail, una auténtica luchadora que le muestra el verdadero poder del amor, de la entrega, del coraje, de la esperanza. De la fe. Incluso el poder terapéutico de la música y de la risa. Y le enseña que la vida se vive en cada aliento, en cada respiración (“No os olvidéis de disfrutar el respirar cada día”). Y, de paso, que la felicidad es algo que no vive en la mentira.


Y de eso va la película. De perdón, de redención, de segundas oportunidades, que es lo mismo que decir “esperanza”: la de los habitantes del pueblo, que ven en Alec al elegido; la del cura que ha perdido su fe; la de los padres de Abigail, sin esperanza ninguna; y la de Alec, que da un vuelco radical a su vida y a su obra. Él, que era quien menos fe tenía en sí mismo, el tipo encerrado en su egoísmo, agnóstico de todo y de todos, se va contagiando de sentimientos y emociones que daba por perdidos… pero que simplemente tenía olvidados. Ayuda mucho también la sonrisa, la ternura y la comprensión de Cecilia.

Al final, la verdadera lección de la película es que todos somos Alec. Que ninguno somos perfectos (más bien lo contrario); que todos merecemos una segunda oportunidad, o una tercera y las que hagan falta; que no hay que perder nunca la esperanza, y mucho menos la fe, y que la vida se vive en cada respiración; que tenemos que volver a valorar lo que de verdad importa, algo que a menudo tenemos olvidado, o enterrado; y, lo más importante, que todos —TODOS— tenemos el don de hacer el bien. Sólo tenemos que querer. Es mucho más fácil de lo que creemos.



La primera película 100% benéfica

Lo que de verdad importa es la primera película 100% benéfica. Destina su recaudación íntegra a becar a cientos de niños españoles con cáncer, para que puedan acudir a los campamentos SeriousFun Children’s Network, donde se olvidan del mundo y de su enfermedad durante unos días (una terapia tan necesaria como la quimio, según reconocen los propios médicos). Esta red fue fundada por el actor y gran altruista Paul Newman y con la que la Fundación Aladina (que preside Arango) colabora estrechamente.


Por terminar como se merece, esta maravillosa versión de Over The Rainbow, interpretada al ukelele por Israel Kamakawiwo'ole, forma parte del espíritu y de la banda sonora de la película. Y es perfecta para escuchar ahora mismo.










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