En el cine hay dos tipos de películas, las que simplemente entretienen
y las que te obligan a reflexionar; y dentro de estas últimas están las que sólo
te hacen reflexionar (serias, profundas, trascendentales) y las que además te
entretienen (divertidas, emotivas, cercanas). Sin duda, Lo que de verdad
importa es de estas últimas. Una película amable, que juega con el
humor y las emociones con absoluta maestría (ya lo bordó Paco Arango en Maktub), y que logra lo que muy pocas películas
del cine actual: llegar al corazón, sacudirlo con fuerza y darle un nuevo soplo,
un nuevo aliento. Porque Lo que de verdad
importa es de esas películas que no te dejan indiferente. Que te obligan a
reflexionar, a plantearte cosas que tienes por ahí olvidadas (por ejemplo, ¿qué
haces tú por los demás?), y que te dan un nuevo enfoque a temas tan serios como
el amor, el perdón, la enfermedad o la muerte. La muerte de un niño, que es
algo todavía más serio.
Tiene algo de mágica la película de
Paco Arango, porque actúa dentro (muy dentro) de ti sin que apenas te des
cuenta. Es cierto, sales del cine sintiéndote mejor persona, como con ganas de
hacer el bien. Exactamente igual que en los congresos de valores de la Fundación Lo Que De Verdad
Importa, con los que además del nombre comparte el espíritu y la intención:
removerte por dentro. Y, como LQDVI, esta película es cien por cien contagiosa.
Es también una película necesaria. Cargada de valores positivos y
universales. Alec es el típico crápula, egoísta, con una vida desastrosa (“una
vergüenza para la familia”) que se ve obligado a huir a miles de kilómetros (bellísima
la Nueva Escocia fotografiada por Aguirresarobe) para salvar su integridad
física de unos mafiosos rusos. Allí comienzan a suceder extraños sucesos que intenta
negar pero que son más grandes que él. Descubre que tiene el don familiar de
curar a las personas (un curandero, el título original: The Healer), pero él prefiere rechazar esa responsabilidad. Demasiado
incómoda. Hasta que entra en su vida una niña con cáncer terminal, Abigail, una
auténtica luchadora que le muestra el verdadero poder del amor, de la entrega,
del coraje, de la esperanza. De la fe. Incluso el poder terapéutico de la
música y de la risa. Y le enseña que la vida se vive en cada aliento, en cada
respiración (“No os olvidéis de disfrutar el respirar cada día”). Y, de paso,
que la felicidad es algo que no vive en la mentira.
Y de eso va la película. De perdón, de redención, de segundas
oportunidades, que es lo mismo que decir “esperanza”: la de los habitantes del
pueblo, que ven en Alec al elegido; la del cura que ha perdido su fe; la de los
padres de Abigail, sin esperanza ninguna; y la de Alec, que da un vuelco radical
a su vida y a su obra. Él, que era quien menos fe tenía en sí mismo, el tipo encerrado
en su egoísmo, agnóstico de todo y de todos, se va contagiando de sentimientos
y emociones que daba por perdidos… pero que simplemente tenía olvidados. Ayuda
mucho también la sonrisa, la ternura y la comprensión de Cecilia.
Al final, la verdadera lección de la película es que todos somos Alec. Que ninguno somos perfectos
(más bien lo contrario); que todos merecemos una segunda oportunidad, o una
tercera y las que hagan falta; que no hay que perder nunca la esperanza, y
mucho menos la fe, y que la vida se vive en cada respiración; que tenemos que volver
a valorar lo que de verdad importa, algo que a menudo tenemos olvidado, o
enterrado; y, lo más importante, que todos
—TODOS— tenemos el don de hacer el bien. Sólo tenemos que querer. Es mucho más fácil de lo que creemos.
La primera
película 100% benéfica
Lo que de
verdad importa es la primera película 100%
benéfica. Destina su recaudación íntegra a becar a cientos de niños españoles
con cáncer, para que puedan acudir a los campamentos SeriousFun Children’s Network, donde se olvidan del mundo y de su
enfermedad durante unos días (una terapia tan necesaria como la quimio,
según reconocen los propios médicos). Esta red fue fundada por el actor y gran
altruista Paul Newman y con la que
la Fundación Aladina (que preside Arango) colabora
estrechamente.
Por terminar como se merece, esta maravillosa versión de Over The Rainbow, interpretada al ukelele por Israel Kamakawiwo'ole, forma parte del espíritu y de la banda sonora de la película. Y es perfecta para escuchar ahora mismo.
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