miércoles, 26 de diciembre de 2012

La Nochebuena en que nació "Noche de Paz"


Si hay una canción que ha trascendido a la historia, a las guerras, a las culturas, a las creencias y a las lenguas de todo el mundo es, sin duda, “Noche de Paz”. Un villancico que se escribió en alemán y hoy se canta en más de 300 idiomas; una historia que nació en una remota parroquia alpina y hoy se celebra en los cinco continentes. Un milagro de la Navidad, sin duda.

 

Sucedió el 24 de diciembre de 1816. El joven párroco alemán de Mariapfarr, un pueblo perdido en los Alpes austriacos, leía, en la soledad de su despacho, la Sagrada Biblia. Mientras los habitantes de las aldeas cercanas descendían por la montaña portando antorchas y entonando villancicos, el padre Joseph Mohr preparaba el sermón de la Misa de Gallo. Trataba de inspirarse en el relato del anuncio del ángel a los pastores (“…hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador…”) cuando escuchó que alguien golpeaba su puerta con insistencia. El sacerdote abrió; una vecina del pueblo venía a avisarle de que había nacido un niño en la casa del carbonero, un miserable chamizo en lo alto de la montaña, y que la familia rogaba que fuera a bendecir a la criatura. El padre Mohr no lo pensó ni un minuto, cogió una antorcha y acudió a la llamada de su grey, desafiando al frío helador y a la oscuridad de la noche.

 

La estampa que allí contempló conmovió profundamente al sacerdote: el recién nacido, envuelto en una áspera manta, dormía plácidamente en brazos de su madre, a la luz del fuego; ambos, protegidos por la mirada tierna y agradecida del carbonero. El padre Mohr bendijo al bebé y a sus padres y emprendió el camino de regreso; mientras descendía, inspirado por la escena que acababa de contemplar, recordó el pasaje de la Biblia que había leído unas horas antes (“…hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el Salvador…”) y pensó que el nacimiento del hijo del carbonero era un maravilloso milagro de la Navidad.

 

Aquella noche, una vez finalizada la Misa de Gallo, el padre Mohr no durmió. Los feligreses ya se alejaban con sus antorchas montaña arriba, formando un luminoso y gigantesco árbol de Navidad, pero el sacerdote permaneció sentado frente a su escritorio, bajo la tenue luz de las velas, tratando de traspasar al papel las emociones que lo abrumaban. Con las primeras luces del alba, filtrándose ya el sol entre las montañas, lo que tenía ante sus enrojecidos ojos era una cancioncilla, rebosante de sencillez y luminosa profundidad a un tiempo, que comenzaba Stille Nacht! Heilige Nacht! (¡Noche tranquila!, ¡Noche sagrada!). Un año después, Mohr fue trasladado a Oberndorf, una pequeña ciudad cercana a Salzburgo (donde él nació), en la que conoció a Franz Xaver Gruber, maestro de escuela, músico y organista. El 24 de diciembre de 1818, ambos amigos improvisaban una velada navideña en la parroquia; Mohr rescató la poesía que había escrito en las montañas y Gruber la dotó de música, componiendo una melodía para dos voces y guitarra (se había estropeado el órgano), y convirtiéndola en una preciosa canción, con reminiscencias del folklore austríaco. Esa misma Nochebuena de 1818, en la iglesia de San Nicolás de Oberndorf, se interpretó por primera vez el villancico más popular de todos los tiempos, que hoy se canta en todo el mundo cristiano, en todas las parroquias, en todos los hogares, en todos los corazones.

 
 

Una noche de paz en la guerra

También un 24 de Diciembre, el de 1914, durante la llamada Tregua de Navidad que tuvo lugar en el frente occidental entre las tropas alemanas y británicas, “Stille Nacht”/“Silent Night” fue cantada simultáneamente en alemán y en inglés, ya que era el único villancico conocido por los soldados de ambos frentes. Esa Nochebuena no se disparó ni una sola bala. Otro pequeño, o gran, milagro de la Navidad.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Lo que de verdad importa. El libro de tu vida.


Cuando hace seis años María Franco, Carolina Barrantes y Pilar Cánovas inauguraron el primer congreso de Lo Que De Verdad Importa (una hazaña fruto de meses de duro trabajo e inagotables dosis de ilusión) no podían imaginar siquiera en qué se iba a convertir su ‘criatura’. La idea era maravillosamente simple, e inédita: hacer llegar a los jóvenes testimonios vivos y reales de personas vivas y reales, contadas en primera persona y en riguroso directo, y con una potente carga de profundidad en valores. Impactantes lecciones de vida –de amor, sacrificio, superación, esfuerzo, optimismo…- que sacudieran sus mentes con fuerza, hondura y clara voluntad de permanencia. Hoy, esa fiesta emocional cumple seis años sacudiendo a miles de jóvenes de toda España, y ahora también de Latinoamérica, a través de las valiosas experiencias de seres humanos extraordinarios, que han descubierto lo que de verdad importa en la vida. Y cuya sana voluntad es ayudarnos a los demás a descubrirlo.
Los últimos, por ahora, este pasado viernes en el Palacio de Congresos de Madrid: la complicidad extraordinaria y generosa de Philippe Pozo di Borgo y su “diablo de la guarda”, Abdel Sellou, los verdaderos protagonistas de la película Intocable; y la brutal lección de fortaleza y amor de Anne-Dauphine Julliand y su marido Loïc, que perdieron a su hija Thäis a los “tres años y tres cuartos” por una cruel enfermedad degenerativa, pero decidieron llenar sus días de vida, ya que no podían llenar su vida de días. Lo mismo que con su segunda hija, Azylis, que padece la misma enfermedad congénita y a la que Anne-Dauphine se negó a abortar; ha cumplido 6 años absolutamente llenos de vida. Y de amor.


Dieciocho dosis de optimismo
Dieciocho de estas experiencias vitales, que han pasado por los diferentes congresos de Lo Que De Verdad Importa desde su nacimiento, han tomado ahora forma de libro precisamente para poder llevar esos valores universales más allá de los congresos y de los jóvenes; esto es, a toda la sociedad. El objetivo, sacudir conciencias y obligarnos, siquiera un poco, a replantearnos nuestra propia escala de valores. Un libro que he tenido el privilegio de escribir para la Fundación LQDVI y que está predestinado a hacer mucho bien.
“Lo que de verdad importa son los sueños; si crees en los sueños, ellos se crearán”, nos dice Albert Espinosa, que vivió desde los 14 a los 24 años en un hospital para niños con cáncer; allí aprendió a ser feliz a pesar del durísimo tratamiento, de su pierna amputada y de su inocencia prematuramente perdida. Bernard Offen sobrevivió a cinco campos de concentración cuando era niño; siete décadas después quiere que no olvidemos aquel horror y nos enseña que valorar a todas las personas, próximas o lejanas, es la única forma de no repetir los mismos errores. Bertín Osborne reconoce que el día que nació su hijo Kike, con una grave lesión cerebral, fue el más duro de su vida; pero, a partir de ahí, nunca se ha sentido tan feliz ni tan digno: “ahora me puedo mirar al espejo y sentirme orgulloso de lo que veo”.
 



Bosco Gutiérrez Cortina aprendió, a lo largo de los 257 días de su secuestro, que nunca estuvo solo; junto a él permanecieron siempre su familia y su inquebrantable fe, que le permitieron mantener la cordura. El rapero Haze, en cambio, sucumbió a las malas compañías tratando de huir de la pobreza que le tocó en suerte; hoy, triunfador, dedica gran parte de su vida a llevar un poco de esperanza a los marginados. Como Shane O’Doherty, que fue el primer terrorista del IRA en pedir perdón a sus víctimas y la disolución a sus compañeros, y ahora cuida a los indigentes de Dublín. Irene Villa y su sonrisa nos enseñan que sí, que “se puede”; y que hay que mirar hacia delante, siempre, sin excusas. Como Jorge Font, parapléjico y ocho veces campeón del mundo de esquí acuático. Como la cantante Miriam Fernández, nacida con lesión cerebral, y ganadora del concurso ‘Tú sí que vales’; o el emprendedor Pau Garcia-Milà, que con apenas 18 años venció a los gigantes informáticos de Silicon Valley.


O como Kyle Maynard, a quien nacer sin brazos ni piernas no le impide atarse los cordones, ser campeón de lucha libre contra personas ‘enteras’, teclear 50 palabras por minuto en el ordenador o subir al Kilimanjaro sin ayuda. Nando Parrado también salió por su propio pie de su tumba de roca y hielo en los Andes, empujado por una férrea voluntad y el único deseo de vivir para poder abrazar a su padre. Jaume Sanllorente y Paco Moreno dejaron una vida cómoda y exitosa en España para vivir por y con los más necesitados, los desheredados del mundo, en los barrios de chabolas de Bombay o en la región más desértica de Etiopía. La lucha de Pablo Pineda, en cambio, está aquí: su permanente reivindicación de ser tratado como una persona normal (“¿De qué me sirve ser el primer síndrome de Down licenciado de Europa si no me dan trabajo?”).
Para William Rodriguez, lo que de verdad importa es hacer lo moralmente correcto, aunque esté en juego tu propia vida; lo demostró en las Torres Gemelas, salvando a decenas de personas mientras desafiaba a su propia muerte. Para Toni Nadal, es poner toda tu ilusión en lo que haces y estar contento con lo que te ha tocado vivir. Y para Marimar García, tetrapléjica, periodista y vitalista empedernida es disfrutar la vida y regalar tu sonrisa a los demás.
 
 
Estos son los valores que contiene este libro único y necesario (y que va camino de su 4ª edición). Único por sus protagonistas extraordinarios, reunidos por primera vez todos juntos entre dos solapas; y único por su cuidado formato, editado con mimo por Lunwerg, prologado por el mismísimo Rafa Nadal y repleto de vibrantes fotografías, muchas de ellas inéditas (cedidas por los propios protagonistas o realizadas por el fotógrafo Daniel Losada, que ha sabido retratar maravillosamente la belleza exterior y el espíritu más íntimo de cada uno de ellos).
 
Y necesario porque es un verdadero chute de optimismo, esperanza y agitación interior, en dieciocho generosas dosis directas al corazón. Dieciocho conmovedoras lecciones de vida que nos van a obligar a reflexionar y nos van a ayudar a descubrir lo que de verdad importa. Un maravilloso regalo, para hacerse y para hacer, que puede cambiar más de una vida.
 
La tuya, por ejemplo.