«La juventud de hoy ama el lujo. Es maleducada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran en la habitación. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran los postres en la mesa, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros».
Si tienes más de cuarenta años es muy probable que esta sea tu opinión
sobre la juventud de hoy. No es nada nuevo. De hecho, la cita es de hace unos
2.500 años; y pertenece a Sócrates, para más señas. Es una etiqueta más,
en este mundo híper etiquetado en el que vivimos (todos somos un hashtag); y
quizá esté justificada, e incluso sea cierta; y puede que hasta sea razonable y
necesaria esa actitud (juventud implica rebeldía, descontento, rechazo,
novedad, cuestionarlo todo antes de aceptarlo ciegamente; esto es, evolución).
Sin embargo, lo que hemos visto últimamente en Paiporta, Catarroja, Utiel,
Alfafar, Benetússer o Massanassa niega rotundamente que la juventud española
sea insolidaria, tirana e irrespetuosa; niega rotundamente que abomine del
esfuerzo y del trabajo, que prefiera el lujo al barro o que no sea capaz de
sacrificarse por una causa que no es la suya, por una gente que no es la suya.
Niega rotundamente que nuestros jóvenes no sean capaces de enfrentarse cara a
cara, sin miedo, a la frustración, al dolor, a la pérdida, al desamparo.
¿Generación de cristal? Sí, de cristal blindado
Ya lo decía Vicente Blasco Ibáñez, que además de escritor, revolucionario y fundador del periódico El Pueblo era valenciano: “La juventud es la edad de los sacrificios desinteresados, de la ausencia de egoísmo, de los excesos superfluos.” Lo demostró la marea de jóvenes que atravesó el Turia por la pasarela desde el primer día, a miles, sin que nadie los llamara; un ejército armado con palas, cepillos, cubos y botas de agua, y sobre todo con esperanza, que acudió al epicentro del desastre, sin preguntar; ellos simplemente se ofrecieron. Llegaron con su energía, con su fortaleza, con su optimismo, listos para enfrentarse a esa batalla incierta contra el barro, la destrucción, el caos, el abandono; una batalla cruenta contra el tiempo y la angustia, contra el miedo y el desamparo, contra la muerte; una batalla infame contra la irresponsabilidad y la ineptitud, contra el cálculo político, contra la desinformación y el fango mediático, contra la nefasta gestión de los que mandan. Contra la política, que todo lo corrompe, que todo lo embarra.
Sí, fueron nuestros jóvenes los que llegaron de todas partes de España en
sus coches, en furgonetas alquiladas, en camiones de todos los tamaños, en
tractores (con sus padres y abuelos agricultores). Llevando un gigantesco
cargamento de ropa, alimentos, herramientas, medicinas; de esperanza y
solidaridad, de una fe inquebrantable en que no hay imposibles, y tampoco
límites. Sólo voluntad.
Más de 6.000 jóvenes con valores y con ganas de cambiar el mundo
Esa bendita juventud es la que también acudió en masa (más de 6.000, sold out total) al último Congreso de Valores de la Fundación Lo Que De Verdad Importa en Madrid, el pasado miércoles en el Palacio de Vistalegre.
Un Congreso, por cierto, que ese día cumplía 18 años de bendita juventud. Y
es que la juventud fue protagonista absoluta del evento, no sólo por los 6.000
entusiastas invitados, también por los tres ponentes –extraordinarios,
admirables, valiosísimos- que subieron al escenario para darnos caña. Tres
historias de vida que, como suele pasar en estos congresos, nos sacudieron por
dentro como un tsunami de valores no por esperado menos sorprendente. Una
sacudida de las buenas, con lección y tirón de orejas. Para ellos, los jóvenes,
y también para todos nosotros, los no tan jóvenes, que tantas veces nos
creemos infalibles, incuestionables e imbatibles. Ya nos lo restregó el
poeta alemán Friedrich Hebbel, allá por la mitad del s. XIX: “A
menudo se echa en cara a la juventud el creer que el mundo comienza con ella.
Cierto, pero la vejez cree aún más a menudo que el mundo acaba con ella. ¿Qué
es peor?” No, no hace falta que respondas.
Brianeitor. Un genuino campeón de la vida
Si has visto la película Campeonex, el exitazo dirigido por Javier Fesser, sabrás perfectamente quién es Brianeitor. Si eres aficionado a los vídeo juegos en general y a Team Heretics en particular, seguro que también lo conoces. Y si tienes menos de 25 años, puede que seas uno de sus doscientos sesenta mil seguidores en YouTube. Pero Brianaeitor no es solo un crack de los vídeo juegos, un tipo carismático de sonrisa picarona, querido y admirado por legiones de fans y “casi” ganador de un Goya. Es, sobre todo, muy buena gente. Eso es lo que más llama la atención de su historia. Probablemente por contagio: de su padre, que ha ejercido también de madre durante 22 años; de sus abuelas, que lo criaron y lo llenaron de amor a diario; de sus hermanos pequeños, de sus amigos incondicionales, de sus referentes en la vida.
Una vida que ha estado siempre rodeada de cariño y empatía, de bases sólidas cimentadas en los valores y en la actitud positiva frente a los problemas más gordos. Porque el suyo es un problema de los gordos. El nombre oficial es atrofia muscular degenerativa con espina bífida. Una putada que le ha prostrado en una silla de ruedas desde los cuatro años. Pero que él ha utilizado como lanzadera para volar, ser libre, cumplir sus sueños (los soñados y los inimaginables, como protagonizar Campeonex), superar todo tipo de dificultades con una sonrisa y, en fin, ser él mismo –alegre, optimista, auténtico- incluso en las peores crisis o en las operaciones más duras.
Desde muy pequeño, Brianeitor ha aprendido a vivir su enfermedad con
naturalidad, con humor y con una actitud envidiable que nos resume en
tres reflexiones: “Una: lo que de verdad importa es hacer feliz a la gente que
te hace feliz, a la gente que te rodea y te quiere. Dos: en la vida siempre vas
a tener problemas, la diferencia está en cómo los afrontas. Tres: si yo estando
como estoy he cumplido sueños inimaginables, vosotros con esfuerzo y con ganas
podéis conseguir lo que os propongáis”. Amén a eso. O, tomando el grito de
guerra del propio Brianeitor: ¡¡VAMOOOOS!!
Carlos Llibre. Cumpliendo los 101 sueños de su hermano
Carlos y su hermano gemelo, Álex, siempre fueron uno. Desde muy pequeños eran inseparables, todo lo hacían juntos: los juegos, los estudios, el deporte, las gamberradas… Conforme fueron creciendo, también crecieron los retos y su afición por los deportes extremos, ya fuera en potentes motos o sobre los esquís, atravesando desiertos o escalando montañas, corriendo maratones o nadando en aguas abiertas. Siempre juntos. Hasta que hace siete años, en un accidente de moto cotidiano, Álex falleció y dejó a Carlos solo. Por primera vez y para siempre. Pero lo que tiene un alma deportista como la de Carlos es que los obstáculos se cruzan en tu camino para ser superados. De modo que, una vez superado el luto, al dolor y la tristeza se impusieron el desafío y el homenaje.
Todo empezó cuando, recogiendo la habitación de su hermano, Carlos
encontró su lista de los 101 sueños que cumplir en la vida. Algunos de
ellos ya los habían realizado juntos. Pero aún quedaban muchos sin tachar en la
lista de Álex. Con la idea de ir cumpliendo los sueños de su gemelo, Carlos
creó un movimiento aspiracional, ALL1 Team, bien arropado por amigos y
familiares y con un lema vital: “Los sueños cuando son compartidos se
cumplen”. El Ironman marcó el camino, pero también el Titan Desert y luego
el Dakar, e intensas travesías por cualquier rincón del mundo pedaleando,
caminando o esquiando. No importa dónde, no importa cómo, siempre rodeado de
los suyos y en contacto con la naturaleza. Poniendo en movimiento valores
como la generosidad, el esfuerzo, el amor y la pasión por la vida. Y, por
encima de todo, el tributo, el recuerdo imborrable de una persona fuera de lo
común, un tipo extraordinario que fue un ejemplo permanente de lo que de verdad
importa: “Eres lo que vives, no lo que tienes”.
María Galán. Mis niños son mi razón de ser
María tiene 26 años, cara de niña –de niña buena- y una apariencia frágil, casi quebradiza. Eso si miras desde fuera. Porque en realidad María es increíblemente madura para su edad y tiene una fortaleza interior a prueba de bombas; un tipo de fortaleza que solo te proporciona el haber vivido y superado el lado más oscuro de la vida. Ese rincón apartado de nuestro brillante lado del planeta –el del primer mundo- donde reinan el sufrimiento, la enfermedad, el hambre, la carencia más absoluta. Un lugar (Entebbe, Uganda) en el que la media de edad es de 15 años. Ni siquiera llegan a ser jóvenes. Y es allí, en ese rincón olvidado y oscuro, donde hace cuatro años María decidió que estaba su vida. «Aquí encontré todos mis porqués y paraqués. Soy muy feliz».
Y es que sólo allí, en los brazos acogedores de la ONG Babies Uganda, fundada hace diez años por su madre y una amiga, Maribel, es donde María se encuentra en casa. Acogiendo y cuidando a niños que carecen de todo; proporcionando un poco de esperanza y futuro a familias que miran a los ojos de la muerte cada día; abriendo sonrisas y oportunidades donde antes sólo había dolor, impotencia y tristeza, y a menudo graves discapacidades. Una dramática realidad que María (@auntie_mariagalan) y el equipo de Babies Uganda trata de mitigar con mucho trabajo, mucho cariño y una ilusión contagiosa y tenaz. Hoy, aquel orfanato que iba a cerrar por falta de fondos hace diez años, ha crecido y acoge también Kikaya House (donde María vive con sus 32 peques), el colegio Infantil y de Primaria Kikaya Junior School (650 niños) y un recién estrenado centro de Secundaria, Kikaya Senior School (350 niños). Además de una clínica con sala de maternidad, laboratorio y atención primaria que da asistencia gratuita a miles de personas de la región.
Una lección potente, la de María, que nos recuerda la importancia de
dar, de darnos a los demás. De compartir y compartirnos. La importancia de
pensar que no somos el ombligo del universo y que más allá de nuestra ceguera
de primer mundo hay otro mundo que nos necesita. Y que nos espera con los
brazos abiertos.
Forever Young
Después de escuchar embobado los testimonios de Brian, Carlos y María, más todo lo que sucede de principio a fin en los congresos de LQDVI (la música, las actuaciones, las lágrimas, las risas, emociones a mansalva…), irremediablemente sales con una nueva visión de las cosas, con un nuevo orden de prioridades, con una refrescada actitud para enfrentarte a los (insignificantes) obstáculos de tu día a día. Sales con la idea de que la juventud de hoy no está, ni mucho menos, perdida; que hay esperanza -una esperanza justificada- en que las nuevas generaciones sepan hacerlo mejor que nosotros. Porque tienen más inteligencia, más aptitudes, más corazón y más coraje de lo que pensamos. Porque tienen la fuerza, la ilusión, la actitud, la luz interior, ¡la edad! para transformar la sociedad. Y más nos vale a nosotros dejarles hacer.
Por terminar con algo de música, que siempre es importante, estos días he escuchado con especial intención una de mis canciones favoritas del maestro Dylan. Un tema lleno de poesía, de buenos deseos y de valiosas lecciones escrito desde el corazón para su hijo Jakob. Y, de paso, para todos nosotros. Porque habla de muchas de las cosas que escuchamos el otro día en el congreso de Lo Que De Verdad Importa. Forever Young. Toda vuestra.
Que Dios te bendiga y te proteja siempre / que tus deseos se hagan todos
realidad / que hagas siempre por otros y otros hagan por ti / que construyas tu
escalera a las estrellas y subas cada peldaño / Que crezcas para ser virtuoso,
/ que crezcas para ser auténtico / que siempre conozcas la verdad / y veas las
luz que te rodea. / Que seas siempre valiente, que seas firme y fuerte, / que
seas por siempre joven.
Aquí te dejo el vídeo de Forever Young en el concierto The Last
Waltz. Imprescindible.
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