jueves, 2 de junio de 2022

27 razonables razones contra el aborto

 


En esta sociedad tan avanzada, progresista y liberal que nos ha tocado vivir, quien gana la batalla del lenguaje gana la guerra de las ideas. La verdad, la realidad y el sentido común molestan. Solo las palabras importan. Son más fáciles de moldear.

El lenguaje del progreso y la libertad nos dice, nos jura y perjura, que el aborto es una interrupción voluntaria, que es feminista, que es un derecho, que es salud, que es constitucional, que es libre, que es solución, que es progresista, moderno y solidario, que es un logro social, que es inocuo, que es racional, científico y civilizado, que defiende a la mujer, que es un bien en sí mismo y hasta económicamente rentable. Y que los pro-vida son, sin excepción, machistas, retrógrados, fascistas, fundamentalistas, manipuladores y peligrosos.

Pues nada, juguemos con las palabras, pero sustentadas en hechos, en verdades y en el sentido común. Toca argumentar. Y razonar. Y reflexionar. Que es, precisamente, lo que no permiten hacer a las mujeres y adolescentes que tienen intención de acabar con la vida que llevan dentro. A ver si se van a arrepentir y lo que se acaba es el argumento. Y el negocio.

 

1. No es interrupción.

Interrumpir es detener la continuidad de una acción, lo que implica que luego se reanuda. En el aborto, obviamente, no hay reanudación posible. Podríamos hablar de frenar, liquidar, finiquitar, sacrificar, extirpar, truncar, tronchar, erradicar, triturar… pero de interrumpir, ni por asomo. «Tan hipócrita es llamar al aborto interrupción del embarazo, como llamar a la horca interrupción de la respiración». Lo dijo Julián Marías.

 

2. No es voluntaria.

Un 75% de las mujeres que abortan no lo hacen por decisión libre, sino acosadas por grandes dificultades frente a las que no ven otra salida. Sólo es libre quien tiene alternativas para optar. Y muchas mujeres se ven obligadas por presiones insoportables de sus parejas, de sus familias y de su trabajo. Si no se dan opciones, si no se facilitan alternativas, la decisión no es voluntaria, es obligatoria.

 

3. No es feminista.

Las activistas del feminismo extremo afirman que «en el fondo del debate sobre el aborto late el miedo milenario a que las mujeres controlen sus cuerpos y su sexualidad sin permiso de los hombres». Ésta es una de las falacias más tópicas y recurrentes. Para Conrado Giménez, presidente de Fundación Madrina, «El problema es el acoso que sufre la mujer por el hecho de ser madre, el mobbing maternal, en tres entornos: personal-familiar, social y laboral. El 68% de las mujeres que atendemos sufren violencia de género». Además, 9 de cada 10 embarazadas sufren acoso en el trabajo y el 25% son despedidas.

 

4. No es un derecho.

Toda mujer tiene derecho a recibir una educación sexual adecuada, información sobre las alternativas, asistencia psicológica y sanitaria, incluso a recibir ayuda económica. Pero ninguna tiene derecho a matar una vida. Aunque viva dentro de su cuerpo. Es esa vida la que tiene derecho a ser protegida.

 

5. No es socialista.

Más bien lo contrario, es absolutamente capitalista. Las clínicas abortistas son un negocio millonario amparado por el Estado y los Gobiernos Autonómicos. En muchos casos su único fin es el lucro, que por 3.200 € son capaces de abortar a un no nacido sano de 26 semanas. Como dice el doctor Jesús Poveda «El camino hacia un abortorio es más conocido y más facilitado que el camino hacia los ginecólogos que defienden y respetan la vida». Por algo será.

 

6. No es salud.

Ni sexual ni reproductiva, ni física ni psicológica, ni operatoria ni postoperatoria. Los centros de aborto no informan a la mujer sobre los detalles de este tipo de intervención, las consecuencias físicas y psicológicas que tiene. Secuelas y efectos que van desde su muerte, perforaciones uterinas, pérdidas y prematuridad del siguiente hijo, alteraciones del deseo sexual, esterilidad y graves alteraciones psiquiátricas. El síndrome pos-aborto es una traumática y dolorosa realidad que siempre se ha tratado de ocultar.

 

7. No es constitucional.

«La vida del nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental —la vida humana— garantizada en el artículo 15 de la Constitución, constituye un bien jurídico cuya protección encuentra en dicho precepto fundamento constitucional» (sentencia 53/1985 del Tribunal Constitucional). Aunque el actual Tribunal Constitucional (de mayoría progresista) avale hoy el aborto, el valor fundamental sigue estando ahí.

 

8. No es política social.

El objetivo de las políticas sociales es amparar y proteger a los más desvaforecidos, con especial dedicación a los eslabones más débiles de la sociedad, esto es, los pobres, los inmigrantes, los desempleados, los minusválidos, los niños… y digo yo que también las mujeres embarazadas sin recursos y los niños no nacidos. Pero no. Los programas sociales del Estado destinados a mujeres embarazadas sin recursos que quieran tener a su hijo son directamente CERO.

 

9. No es solidaria.

Si tomamos la solidadridad como sinónimo de apoyo, respaldo, ayuda o defensa, el aborto en sí mismo es justo lo contrario. Porque ni apoya a la mujer embarazada, ni respalda su situación, ni la ayuda a superarla ni, desde luego, defiende la vida que lleva dentro. Frente a los valores de entrega, caridad y amor a la vida de otro que promueven las organizaciones Provida, los partidarios del aborto transmiten conceptos puramente egoístas: mi cuerpo, mi derecho, mi bienestar, mi comodidad, mi vida… yo, mi, me, conmigo.

 

10. No es talante.

La nueva ley del aborto enfrenta a la sociedad. Premeditadamente además. Ha nacido con la intencionalidad clara de separar aún más la supuesta línea entre izquierda y derecha, entre presuntos progresistas y presuntos machistas.


11. No es un logro de la sociedad.

Todos los expertos coinciden: el aborto es un fracaso de la sociedad. «Falta una auténtica red social para evitar que una mujer, ante un embarazo no deseado, recurra al aborto», denuncia Esperanza Puente, portavoz de RedMadre. Existe una reveladora carencia de recursos e interés, por parte del Estado, tanto en el ámbito asistencial como en el ámbito de la formación y la información. Algo que, según Jesús Poveda, evitaría 3 de cada 4 abortos. Eso sí que sería un logro de la sociedad.

 

12. No defiende a la mujer.

«La mujer no demanda el aborto, sino que se le ayude a seguir adelante con el embarazo». Lo dice Conrado Giménez, y él lo sabe bien: en sus más de 20 años Fundación Madrina ha atendido a cientos de miles de mujeres. Defender a la mujer es informar de las opciones y ofrecer los apoyos necesarios para que puedan, si quieren, tener a su hijo y atenderlo. Y eso no lo hacen ni las asociaciones proabortistas ni, desde luego, el Estado.

 

13. No es progresista.

No dejar nacer a un ser humano es matar todo su futuro. No dejar nacer cientos de miles de seres humanos es matar el futuro de una sociedad. Y, de paso, envejecer considerablemente la población. ¿Es eso progreso? ¿Ésta es la evolución que queremos? El siguiente avance, en nombre de ese progreso, será quitarse de en medio a los improductivos ancianos. Y después a los enfermos, terminales o no. ¿Cuál será el próximo paso?

 

14. No es moderno.

Ganarse los votos de los jóvenes anulando cualquier regla moral es una irresponsabilidad. Pero si además incitamos a las adolescentes a realizar un acto de gran trascendencia disfrazado de bagatela, sin contar con ayuda ni información ni formación, ni siquiera el consejo de sus padres, eso no es ser moderno, no es ser guay, es ser miserable. La nueva ley convertirá el aborto en un medio de planificación familiar, en un método anticonceptivo que no va a hacer más felices a las adolescentes; sólo las hará más inconscientes y, a la larga, más desgraciadas.

 

15. No es inocuo.

Un aborto no es una irrelevante operación de apendicitis o de amígdalas. Es la muerte y extracción de un ser vivo singular, independiente de la madre que lo cobija. Y es, en muchos casos, una experiencia traumática que puede provocar, además de las físicas, secuelas psicológicas severas cuando la mujer (o la adolescente) que ha abortado es consciente de que lo que le han extirpado es a su propio hijo. Los testimonios de mujeres arrepentidas son desgarradores.

 

16. No es libertad.

Hoy, abolida la esclavitud, nadie es dueño de nadie; nadie es propiedad de nadie. Ni siquiera un hijo. La madre no concibe a su hijo como una propiedad suya; es más, tiene la obligación moral (y natural) de protegerlo hasta que se pueda valer por sí mismo, dentro y fuera de su cuerpo. Hasta que ese hijo pueda también ejercer su propia libertad.

 

17. No es “europeo”.

Continuamente se nos planta en la cara el ejemplo de países europeos “legislativamente más avanzados”. Lo que nos ocultan es que esos países están reduciendo notablemente el número de abortos precisamente porque ahora están legislando a favor de la prevención, la información y la asistencia. Países como EE.UU. o Alemania, que han fomentado políticas de apoyo a la mujer embarazada, o como Bélgica y Holanda, que tienen el porcentaje de abortos más bajo del continente pese a sus leyes más permisivas.

 

18. No es ciencia.

Frente a las simplezas demagógicas que argumentan los abortistas, la Declaración de Madrid fue una de las iniciativas más importantes y tajantes de los últimos años en la lucha por la vida. Más de 2.000 profesores de universidad, Académicos, médicos e intelectuales se unieron para declarar que «existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación»; «el cigoto es la primera realidad corporal del ser humano (…) y su ADN es resultado de la adición de los genes paternos y maternos en una combinación nueva y singular».

 

19. No es racional.

Para la Comisión de expertos de la ministra Aído, precursora de la ley en el gobierno de Zapatero, el feto no es viable a antes de la semana 22, y por tanto no es ser humano y por tanto es eliminable sin problemas. Pero a partir de ese tan preciso momento, por arte de magia, el feto ya sí es viable y por tanto se convierte en ser humano y por tanto ya no es eliminable. En teoría, claro, porque los centros abortistas reclaman un par de semanas más de feto no viable y por tanto eliminable y por tanto contabilizable. Todo muy racional y científico.

 

20. No es una mejora.

En contra de la opinión de médicos, psicólogos, organizaciones especializadas, fundaciones y demás expertos, para feministas y progresistas el gran logro de la ley de plazos será «despojar de trabas» y hacer «menos traumático el aborto», que además era una demanda social que millones de mujeres estaban pidiendo a gritos. Pero lo que supone realmente la Ley de Plazos es que el aborto podrá ejercerse al antojo de cualquier mujer y adolescente (sin consulta paterna) que lo solicite. En los países donde se ha establecido esta ley el resultado es unánime: más banalización, más embarazos, más abortos, más indefensión, más adolescentes y más veces. Y eso, sencillamente, no es una mejora.

 

21. No es un bien.

Nadie aborta por gusto o por placer. Los pro-abortistas saben que el aborto no es algo deseable en sí mismo, aunque se cuiden mucho de divulgar tan poco feminista idea. Destruir una vida nunca puede ser un bien. Engendrarla sí, por principio. Decía el personaje de Clint Eastwood en Sin Perdón, William Munny: «Es despreciable matar a un hombre, porque le quitas todo lo que fue y todo lo que pudo ser». Imagina todo el futuro que le quitas a un bebé.

 

22. No respeta los derechos humanos.

Lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos» (Art. 1). «Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona» (Art. 3).

El simple hecho de condenar a muerte a un feto sólo por presentar malformaciones, sin ninguna otra consideración, es una violación en toda regla de estos artículos. Y es reconocer sin ambages que una persona con síndrome de Down, por ejemplo, no tiene la misma dignidad intrínseca ni los mismos derechos que una persona “sana”, tanto como para no permitir ni que nazca.

 

23. No es económicamente rentable.

El aborto es indudablemente un negocio no ya rentable, sino millonario. Pero sólo para los centros abortistas, claro. Para el resto de la sociedad es una gigantesca pérdida económica. Conrado Giménez ha evaluado en el 5% del PIB la pérdida de riqueza que supone el aborto en nuestro país en concepto de «pobreza y desierto demográfico» y por «la marginación y falta de conciliación que sufre la mujer madre en el mundo del trabajo» (un 25% de las mujeres embarazadas son despedidas).

Y por cierto, ¿cuánto nos cuesta cada adopción realizada en países extranjeros?

 

24. No es solución.

La única solución es que el aborto sea la última solución posible. El aborto es casi siempre un problema profundo. Para la madre, para su entorno familiar y laboral, para la sociedad…

La única solución es evitarlo en lo posible. Pero ¿cómo? Tal vez encontremos la clave en lo que afirma el doctor Poveda: «El éxito de salvar una vida pasa porque la madre vaya al ginecólogo y vea la ecografía de su hijo; y luego, que desde las asociaciones provida seamos capaces de solucionar esas cuestiones que llevan a la mujer a recurrir al aborto».

 

25. Los provida no son de derechas.

La bipolaridad izquierda-derecha asociada a defensa-rechazo del aborto es absolutamente infundada. Hay miles de votantes del PSOE que consideran esta nueva ley una locura sangrienta e innecesaria. «No hay en nuestros días una afirmación más reaccionaria que la del derecho de una persona sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de propiedad más absoluto concebible, más allá del derecho del amo sobre el esclavo. Y es una vergüenza para la izquierda que levante la bandera de ese pretendido derecho». Lo dicen los Socialistas Cristianos.

Igualmente hay muchos políticos y votantes de la derecha que, ante el drama del aborto, simplemente no saben, no contestan. O incluso lo apoyan.

 

26. No son la Iglesia Católica.

Es también muy recurrente y maniqueo asociar a la Iglesia Católica con los ataques al proabortismo (más que con la defensa de la vida). Pero no cuela. Iglesias de TODAS las confesiones se oponen al aborto. Pero además existen muchos ateos y agnósticos que defienden la vida humana como principio.

Por otro lado, la mayoría de las Organizaciones y Fundaciones Provida son aconfesionales, y su única religión es la defensa de la vida del no-nacido y el apoyo sin condiciones a la mujer, cualesquiera que sean sus creencias y sus circunstancias.

 

28. No son fundamentalistas.

Ni la Iglesia ni los movimientos provida pretenden que se encierre en la cárcel a la mujer que aborta; es más, son los únicos que se ponen siempre del lado de la mujer, al contrario que organizaciones pretendidamente feministas, que lo único que persiguen es que la mujer aborte, sí o sí, independientemente de sus circunstancias. Los provida rechazan el aborto, pero no a la mujer que aborta, de modo muy especial si se ve obligada a realizarlo por no contar con ningún otro tipo de ayuda ni alternativa. Por eso centran todo su esfuerzo en reducir el número de abortos indeseados, que son la inmensa mayoría. Y lo hacen con respeto, entrega, generosidad y gran sacrificio personal.

 

Conclusión

Probablemente no podamos hacer ni deshacer la nueva Ley del Aborto, que saldrá tal y como quiere el Gobierno socialista, amparado por los votos progresistas del Tribunal Constitucional, o sea, tal y como aconsejan sus expertos y tal y como desean los centros abortistas. Pero las consejerías de salud de cada Comunidad Autónoma sí pueden reglamentar la aplicación de esa Ley; es decir, pueden poner condiciones legales al nuevo "derecho", como favorecer la vida, reconocer la objeción de conciencia, desarrollar una normativa estricta, controlar los centros abortistas y castigarlos con sanciones ejemplares en caso de incumplimiento; pueden implantar políticas de prevención y de información, planes de apoyo a la maternidad, periodo de reflexión, mesas de conciliación, pedagogía pública contra el aborto, políticas de adopción

 

¿Y qué podemos hacer los ciudadanos de a pie? Pues tener las ideas claras, para empezar. Y apoyar cualquier iniciativa que respete la vida, con nuestras simpatías, con nuestra presencia, con nuestra involucración, con nuestra difusión… y con ayudas económicas que el gobierno no va a proporcionar. También es nuestra responsabilidad moral, y debe ser nuestra batalla. Ortega y Gasset decía que «el mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar». Ignoro si los y las activistas defensores del aborto conocen esta sentencia; tampoco sé si la entenderían. Nosotros sí. Apliquémonosla.


Termino con una cita del poeta y filósofo bengalí Rabindranath Tagore, Nobel de literatura en 1913, que no era precisamente católico ni de derechas ni machista confeso ni sospechoso de fundamentalismo ninguno:

«La vida nos la dan y la merecemos dándola».


© Pepe Álvarez de las Asturias – 2023

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