Imagina
que subes a un mismo escenario a músicos del calibre de Miguel Ríos, Coque Malla, Ariel Rot, Antonio Vega (DEP), Quique González, Sergio Makaroff, Morgan, Ricardo Ruipérez o
la mismísima Sharon Corr, acompañados por
unos teloneros de lujo como Txetxu Altube, Anaheim, Iñigo
Coppel, Carlos Vudú, Marta Andrés… ¿Sabes qué tendrían todos en
común (además de un talento extraordinario y una calidad musical de primer
orden)? A un tipo llamado Jose Nortes.
Un tipo que sabe de música como pocos en nuestro país; que siente, vive, mama, respira, transpira música por cada poro… en cada latido. Un tipo que, sencillamente, ES música. Y lo es desde siempre y en todo cuanto hace. Guitarrista vocacional y de altísimo nivel desde su adolescencia –una pasión que nunca ha abandonado- y desde hace más de una década uno de los productores de mayor prestigio en nuestro panorama musical.
Un tipo modesto y amable, que entiende la producción como un intenso viaje entre compañeros/amigos/colegas, esto es, lleno de complicidad, de buenos ratos y de buen rollo. Un tipo respetado, querido y requerido por músicos de todo pelo -consagrados, legendarios, reinventados, emergentes- que buscan en Nortes, pues eso, su norte. Su guía. Su faro. Su mejor versión. Y, sin excepción, la encuentran.
Todo esto, y muchos
factores más, hacen de Jose Nortes un productor musical con mayúsculas.
Bienvenido a Black Betty… Estás en tu casa
Ese
buen rollo es lo que se palpa nada más entrar en el estudio que Jose Nortes ha estrenado hace un par de años en
Madrid, muy cerquita de Las Ventas (escenario
de tantísimos conciertos memorables). El ambiente acogedor y cálido de Black Betty Studios (homenaje
de Nortes al clásico de Leadbelly reinventado
por Ram Jam en 1977) te envuelve al instante y te hace
sentir como en casa (que es de lo que se trata). El espacio abierto y holgado,
el imponente piano Steinway, las
guitarras ordenadas y ansiosas por sonar (Gibson, Duesemberg, Rickenbacker, la
acústica de doce cuerdas de Álvaro Urquijo, que ese día andaba por ahí), las
paredes de madera y el techo sin final aparente, un equipo de sonido
espectacular… y una sala de máquinas impecable a los mandos del maestro. Un
sitio pensado para crear.
Un viaje siempre en buena compañía
Todo lo que haga falta para «ayudar al artista a sacar lo mejor que tiene dentro, que todo ese caos que tiene en la cabeza se plasme en una canción, en un disco». Esta es la misión del productor para Nortes, un papel anónimo en el backstage que es reflejo de su amor por la música y al mismo tiempo su forma de expresarse (eso sí, sin que se note; «si se oye mucho al productor no estás haciendo bien tu trabajo»). No hay regla de oro: cada artista, cada disco, cada tema es un mundo; y cada proceso también, desde empezar el tema de cero a cambiarlo por completo, y todo lo que hay entre medias.
En este viaje lo
importante es que el artista tenga plena confianza en el productor, y se deje guiar, buscar nuevos caminos, probar enfoques diferentes,
dar las vueltas que haga falta hasta llegar al final feliz. Para ello Nortes
cuenta también con una gran familia de músicos habituales, su guardia de corps,
que desprenden talento, complicidad y profesionalidad por todos los poros. Y,
si el sonido lo requiere, el productor ficha a quien crea conveniente, sin
mayor problema: por ejemplo, la sección rítmica de Fito para un disco de Ariel Rot, o el sonido
irlandés de Street Wings para lo último
de Txetxu Altube (rendido fan de Bap Kennedy).
En el principio fue Led Zeppelin
Pero vayamos al
principio. ¿De dónde nace la vocación musical de Jose Nortes? Desde muy pequeño
se enamoró de la guitarra (una amante, por cierto, a la que siempre ha sido
fiel), con la inestimable ayuda de Led Zeppelin. Formó
las típicas bandas de versiones durante su adolescencia, y a los 16 años se vio
en la encrucijada (nunca mejor dicho) entre estudiar Caminos o dedicarse a otra
cosa (¿la música?). Probó Caminos. Un año bastó para darse cuenta del error y,
de paso, descubrir una carrera con el sugerente nombre de Audio Engineering. Fue en el Berklee College of Music de Boston, la universidad
privada de música más grande del mundo. “Aquello era como Fama, tal cual”,
recuerda. Cuatro años después, regresaba a España con el título, una mochila rebosante de música nueva y la clara
convicción de dedicarse profesionalmente a este mundo.
De The Bolivians a Miguel Ríos
Formó
varias bandas y llegó a hacer cierto ruido a finales de los 90 con The Bolivians (junto a Carlos Raya, más tarde guitarrista de MClan); hasta sacaron un par de discos. Pero justo
cuando empezaban a ir hacia arriba… se peleron unos y otros por no se sabe qué
tontería y se fue todo al traste. En un día. Después de cinco años de plena
dedicación. Nortes quedó tan decepcionado que se dijo: «Se acabaron las bandas. Ahora voy a producir» (ya que
tenía el título…). Sin abandonar nunca la guitarra, por supuesto. De hecho,
empezó a tocar para Antonio Vega (cogió
el relevo de Raya cuando éste fue reclamado por Carlos
Tarque) mientras producía a Quique González (Pájaros Mojados, 2002). Luego llegó Miguel Ríos, el gran Miguel Ríos, y lo fichó para su
banda, de la que Nortes es pilar fundamental. Y hasta hoy. Casi quince años. Lo
último, esa gigantesca gira (Symphonic Ríos),
acompañado por orquesta sinfónica y los Black Betty Boys,
liderados por Nortes.
Dúos, tríos y otras conexiones
Como dijo en una ocasión su admirado Jimmy Page, «Amo tocar. Si pudiera hacer sólo esto, sería una utopía». Así lo siente (y el público también) cada vez que se sube a un escenario y se marca uno de sus brutales solos. Hay mucho Gilmour en esos dedos (otro de sus héroes; y también de Jimmy Page, por cierto). Utopía o no, afortunadamente para nosotros Jose Nortes no sólo toca la guitarra.
Su
prestigio como productor brilla más con cada disco. Que se lo digan a Coque
Malla, a Ricardo Ruipérez o a Sharon Corr (su nuevo disco en solitario), por
mencionar algunos trabajos recientes. O a Ariel Rot, por mencionar uno de sus
primeros. «Ariel confió ciegamente en mí desde el primer momento.
Le estaré agradecido toda mi vida». Aquel álbum, Dúos, Tríos y Otras Perversiones (2007),
fue un punto de inflexión fundamental en su vida profesional. Por la calidad
extraordinaria del disco, por el reto que supuso y por el talento que allí se
concentró (Amaral, Fito, MClan, Coque Malla. Bunbury, Calamaro, Miguel Ríos, Pereza, Quique González…).
Talento
que se atrae y se conecta, creando nuevos vínculos una y otra vez. El primer
disco de Quique le conectó con Ariel y Makaroff, por ejemplo. El de Ariel con
Coque Malla, mientras Carlos Raya le llevó a Antonio Vega y su amigo Paco Eldelahar le presentó a Nina, que hacía coros
en la banda de Paco, Anaheim, con solo 17
añitos. De ese encuentro mágico nació luego Morgan,
nada menos; sin duda uno de los mayores bombazos del rock (y el blues, el
góspel, el soul, el jazz, el country…) español en los últimos años.
Precisamente, el estudio de Nortes, Black Betty, se estrenó
con el primer álbum de Nina, «Ove», Ekain, Paco y «Chuches». El
nombre del disco, North, es un
sincero “gracias” a su productor.
El estudio, por cierto,
comparte espacio, ilusión y colaboraciones con un proyecto de creación
literaria de nombre La Plaza de Poe, liderado
por la escritora Eva Losada Casanova, pareja de
Nortes. Todo queda en casa.
Cuando el rock era como un puñetazo
Todo esto, y mucho más, es Jose Nortes. Un tipo que nació a la música de la mano de Led Zeppelin, los Beatles y Zappa, enganchado a la guitarra por la gracia de David Gilmour. Amante del funk, del folk irlandés (al que llegó a través de Mark Knopfler), del rock californiano, del soul, del blues, del swing o del pop español de los 80 («había frescura, descaro, imaginación, diversión; quizá menos talento musical, pero más creatividad»).
Un
tipo que produce con mimo, sabiduría, lealtad y, lo más importante, con plena
independencia de las modas o la industria (de hecho, en cierta ocasión le
ofrecieron producir a un futuro talento, de nombre Melendi, que Nortes rechazó) y que, por salud, prefiere
no hablar de la “música” nacida en ciertos programas televisión. Un tipo que
añora los tiempos del rock con mensaje, «cuando el rock era otra cosa,
era irreverente, era un puñetazo, gente con ganas de dar por saco (chicos
malos como Burning, Makaroff, Gabinete, Ilegales o
los Sex Pistols), ahora el rock se ha domesticado».
Un
tipo que sigue manteniendo una visión romántica de la música, de la vida –que
vienen a ser lo mismo-; de aquellos tiempos pre-spotify en los que la música
era misterio, búsqueda, descubrimiento, y se disfrutaba a
fuego lento, sin prisas, sin ansia…
Un
tipo, en fin, que ama la Música sobre todas las cosas.
Con pasión. Con vocación. Con compromiso. Y con una lealtad a sus principios
–éticos y musicales- a prueba de egos, ambiciones y otras tentaciones.
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