Mi prólogo para el libro Mar afuera. Un viaje lleno de vida, de Marimar García Garrido.
Yo sé que a Marimar le gustan mucho las citas inspiradoras (y las de quedar, pero esa es otra cuestión). Sé también que le gusta mucho El Principito (de hecho, creo que está enamorada en secreto de ese pequeño idealista). Así que, aprovechando que el libro que tienes en tus manos abre cada capítulo con un par de citas inspiradoras, viene muy a cuento empezar este prólogo con un par de citas del inmortal personaje de Saint-Exupéry. Dos pensamientos que parecen escritos expresamente para Marimar. Uno es: «A veces no sabes lo que puedes hacer hasta que lo intentas como si supieras que lo vas a hacer»; y el otro, «El hombre se descubre cuando se mide con un obstáculo». Y podría añadir un tercero, «Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos».
Quien tenga la suerte de conocer a Marimar
sabe perfectamente que se ha dedicado toda la vida a hacer cosas que no podía hacer, a vencer (fulminar) todo
tipo de obstáculos y a mirar con el corazón más que con los ojos (que es
también como debemos mirarla nosotros). Los que no tengan la suerte de haberla
conocido descubrirán en este libro a una
verdadera fuerza de la naturaleza, a una mujer incombustible e inquebrantable,
a una soñadora capaz de hacer realidad la mayoría de sus sueños, a un alma
generosa y entregada («darte a los demás te ayuda a dar sentido a tu vida»), a
un ser que lleva el optimismo de serie, no importa cuánto o cómo la castigue su
enfermedad; o la vida. Lo que vas a leer aquí es una historia, la de Marimar,
que es una fuente de inspiración tan potente como El Principito. La diferencia es que nuestra protagonista es real.
«No me veo como una superwoman ni como una
heroína. Tan solo soy una chica que vive
unas circunstancias distintas» nos soltó en aquel congreso de Lo Que De
Verdad Importa, cuando fue ponente de lujo hace unos años. Esas “circunstancias distintas” son que tiene el noventa por ciento de
su cuerpo paralizado, únicamente puede mover los músculos del cuello y de
la cara. Lo cual no le impide vivir y disfrutar la vida plenamente; ni mucho
menos le impide ser feliz. Porque, para empezar, la cabeza la tiene muy bien
armada Marimar, desbordante de actitud e inteligencia (¡es lista y rápida, la
tía!); es culta e inquieta también, muy lectora y viajera; y posee un
envidiable sentido común.
Pero lo que de verdad define y distingue a
Marimar son dos cualidades que están más allá de la cabeza; bastante más allá.
La primera, su extraordinario vitalismo.
Ama la vida de una manera tan intensa, tan insaciable, con una fuerza tal que
es casi un superpoder (aunque ella lo niegue); irradia unas ganas de vivir y de
disfrutar cada momento, cada minuto, de las que es muy difícil no contagiarse
por mero contacto. Un contagio muy beneficioso, por cierto.
La segunda cualidad typical Marimar es su
sentido del humor, su inagotable
capacidad de reírse –o carcajearse- de todo, con todos. Algo que es muy de
agradecer para los que no tenemos el don de saber contar buenos chistes. Porque
Marimar es de risa fácil. Se ríe con cualquier guiño, con cualquier tontería,
con cualquier gracieta que pase por ahí. A veces con tal entusiasmo que, si no
la conoces bien, piensas que se está ahogando. Literalmente. Puede parecer
exagerado, pero lo cierto es que está todo el día deseando que la hagas reír. Y
si echas un vistazo al álbum de su vida, te das cuenta de que en la mayoría de
las fotos está riéndose, cuando no partiéndose de risa. Incluidos momentos muy
duros. Marimar conoce perfectamente el
poder sanador de la risa.
Ambas cualidades son un ejemplo mayúsculo
para todos los que caminamos (sí, caminamos) por la vida arrastrando los pies,
con la queja siempre acoplada sobre los hombros. Un peso ab-so-lu-ta-men-te insoportable que formamos acumulando nuestras
pequeñas frustraciones, nuestros exagerados miedos y una rica variedad de
problemas minúsculos que ––nos decimos con convicción- nos impiden volar. Marimar nos demuestra que ese peso ab-so-lu-ta-men-te insoportable
es en realidad ab-so-lu-ta-men-te nada. Excusas. Miedo. Lo decía Jaume Sanllorente, fundador de Sonrisas
de Bombay y muy querido amigo de Marimar: «el miedo te paraliza; es una
cárcel que no te deja volar hacia tus sueños, pero cada uno de nosotros tiene
la llave». Marimar, desde luego, tiene la suya bien a mano. Lo lleva
demostrando desde los seis años, cuando comenzó su enfermedad. Nunca, nunca se
ha dejado atrapar en esa cárcel de miedos; jamás
ha dejado de volar hacia la vida, hacia sus sueños. Como canta Jimmy Buffett en aquella vieja canción,
Wings (que también
parece escrita para Marimar), «Tengo alas que no puedes ver / Tengo ruedas en
mis pies / Allí arriba me siento libre /
En esas alas que no puedes ver».
Quizá quien no conozca a Marimar y no consiga ver esas alas no acabe de creerse del todo cuán alto es capaz de volar. Y es que esa silla de ruedas motorizada no pesa tanto cuando tienes unas alas como las suyas, que se alimentan de fuerzas muy poderosas: su fe, sus padres (Loli y Toni, dos fenómenos), sus hermanos, sus amigos, su viaje anual a Lourdes, su optimismo a prueba de frustraciones, su risa, su tenacidad, el cariño que recibe a espuertas allá por donde va; y esa frase que alguien le enseñó cuando era pequeña y que lleva grabada a fuego desde entonces: «No pienses en lo perdido, piensa en lo que te queda por hacer». Y así lleva toda su vida, volando con esas alas de libertad y tachando “cosas por hacer” de su interminable lista. La última, por el momento, escribir un libro. La siguiente, volar en globo.
«Creo
que seguir adelante no es una opción, es algo obligatorio», nos recalca
Marimar. Esta es la gran lección que descubrirás en las páginas de “Mar Afuera”. Un libro que, como diría Jorge Font (otro crack de la vida y
gran admirador de Marimar), si no lo lees no te pasará nada; pero si lo lees, te pasa algo seguro.
Y por terminar con otra de esas citas inspiradoras que
tanto le gustan a Marimar: «Aprovecha el día. No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido un
poco más feliz, sin haber alimentado tus sueños». Nos lo recuerda Walt Whitman a ti y a mí. A Marimar, te
lo puedo asegurar, no le hace ninguna falta.
Un libro, en fin, para regalar y para regalarse. Escrito a lo largo de estos años con mucho esfuerzo, cariño e ilusión por parte de Marimar (y con la inestimable ayuda y buen hacer de Mamen Sánchez). Inspirador como pocos. Sorprendente y entretenido, muy entretenido. Que está destinado a hacer mucho, mucho bien. Ese es su único objetivo. Casi nada...
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