jueves, 23 de enero de 2025

BENDITA JUVENTUD. Crónica del congreso de valores de Lo Que De Verdad Importa 2024

 


«La juventud de hoy ama el lujo. Es maleducada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran en la habitación. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran los postres en la mesa, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros».

Si tienes más de cuarenta años es muy probable que esta sea tu opinión sobre la juventud de hoy. No es nada nuevo. De hecho, la cita es de hace unos 2.500 años; y pertenece a Sócrates, para más señas. Es una etiqueta más, en este mundo híper etiquetado en el que vivimos (todos somos un hashtag); y quizá esté justificada, e incluso sea cierta; y puede que hasta sea razonable y necesaria esa actitud (juventud implica rebeldía, descontento, rechazo, novedad, cuestionarlo todo antes de aceptarlo ciegamente; esto es, evolución). Sin embargo, lo que hemos visto últimamente en Paiporta, Catarroja, Utiel, Alfafar, Benetússer o Massanassa niega rotundamente que la juventud española sea insolidaria, tirana e irrespetuosa; niega rotundamente que abomine del esfuerzo y del trabajo, que prefiera el lujo al barro o que no sea capaz de sacrificarse por una causa que no es la suya, por una gente que no es la suya. Niega rotundamente que nuestros jóvenes no sean capaces de enfrentarse cara a cara, sin miedo, a la frustración, al dolor, a la pérdida, al desamparo.

 

¿Generación de cristal? Sí, de cristal blindado

Ya lo decía Vicente Blasco Ibáñez, que además de escritor, revolucionario y fundador del periódico El Pueblo era valenciano: “La juventud es la edad de los sacrificios desinteresados, de la ausencia de egoísmo, de los excesos superfluos.” Lo demostró la marea de jóvenes que atravesó el Turia por la pasarela desde el primer día, a miles, sin que nadie los llamara; un ejército armado con palas, cepillos, cubos y botas de agua, y sobre todo con esperanza, que acudió al epicentro del desastre, sin preguntar; ellos simplemente se ofrecieron. Llegaron con su energía, con su fortaleza, con su optimismo, listos para enfrentarse a esa batalla incierta contra el barro, la destrucción, el caos, el abandono; una batalla cruenta contra el tiempo y la angustia, contra el miedo y el desamparo, contra la muerte; una batalla infame contra la irresponsabilidad y la ineptitud, contra el cálculo político, contra la desinformación y el fango mediático, contra la nefasta gestión de los que mandan. Contra la política, que todo lo corrompe, que todo lo embarra.

Sí, fueron nuestros jóvenes los que llegaron de todas partes de España en sus coches, en furgonetas alquiladas, en camiones de todos los tamaños, en tractores (con sus padres y abuelos agricultores). Llevando un gigantesco cargamento de ropa, alimentos, herramientas, medicinas; de esperanza y solidaridad, de una fe inquebrantable en que no hay imposibles, y tampoco límites. Sólo voluntad.

 


Más de 6.000 jóvenes con valores y con ganas de cambiar el mundo

Esa bendita juventud es la que también acudió en masa (más de 6.000, sold out total) al último Congreso de Valores de la Fundación Lo Que De Verdad Importa en Madrid, el pasado miércoles en el Palacio de Vistalegre.

Un Congreso, por cierto, que ese día cumplía 18 años de bendita juventud. Y es que la juventud fue protagonista absoluta del evento, no sólo por los 6.000 entusiastas invitados, también por los tres ponentes –extraordinarios, admirables, valiosísimos- que subieron al escenario para darnos caña. Tres historias de vida que, como suele pasar en estos congresos, nos sacudieron por dentro como un tsunami de valores no por esperado menos sorprendente. Una sacudida de las buenas, con lección y tirón de orejas. Para ellos, los jóvenes, y también para todos nosotros, los no tan jóvenes, que tantas veces nos creemos infalibles, incuestionables e imbatibles. Ya nos lo restregó el poeta alemán Friedrich Hebbel, allá por la mitad del s. XIX:  “A menudo se echa en cara a la juventud el creer que el mundo comienza con ella. Cierto, pero la vejez cree aún más a menudo que el mundo acaba con ella. ¿Qué es peor?” No, no hace falta que respondas.

 


Brianeitor. Un genuino campeón de la vida

Si has visto la película Campeonex, el exitazo dirigido por Javier Fesser, sabrás perfectamente quién es Brianeitor. Si eres aficionado a los vídeo juegos en general y a Team Heretics en particular, seguro que también lo conoces. Y si tienes menos de 25 años, puede que seas uno de sus doscientos sesenta mil seguidores en YouTube. Pero Brianaeitor no es solo un crack de los vídeo juegos, un tipo carismático de sonrisa picarona, querido y admirado por legiones de fans y “casi” ganador de un Goya. Es, sobre todo, muy buena gente. Eso es lo que más llama la atención de su historia. Probablemente por contagio: de su padre, que ha ejercido también de madre durante 22 años; de sus abuelas, que lo criaron y lo llenaron de amor a diario; de sus hermanos pequeños, de sus amigos incondicionales, de sus referentes en la vida.

Una vida que ha estado siempre rodeada de cariño y empatía, de bases sólidas cimentadas en los valores y en la actitud positiva frente a los problemas más gordos. Porque el suyo es un problema de los gordos. El nombre oficial es atrofia muscular degenerativa con espina bífida. Una putada que le ha prostrado en una silla de ruedas desde los cuatro años. Pero que él ha utilizado como lanzadera para volar, ser libre, cumplir sus sueños (los soñados y los inimaginables, como protagonizar Campeonex), superar todo tipo de dificultades con una sonrisa y, en fin, ser él mismo –alegre, optimista, auténtico- incluso en las peores crisis o en las operaciones más duras.



Desde muy pequeño, Brianeitor ha aprendido a vivir su enfermedad con naturalidad, con humor y con una actitud envidiable que nos resume en tres reflexiones: “Una: lo que de verdad importa es hacer feliz a la gente que te hace feliz, a la gente que te rodea y te quiere. Dos: en la vida siempre vas a tener problemas, la diferencia está en cómo los afrontas. Tres: si yo estando como estoy he cumplido sueños inimaginables, vosotros con esfuerzo y con ganas podéis conseguir lo que os propongáis”. Amén a eso. O, tomando el grito de guerra del propio Brianeitor: ¡¡VAMOOOOS!!

 

Carlos Llibre. Cumpliendo los 101 sueños de su hermano

Carlos y su hermano gemelo, Álex, siempre fueron uno. Desde muy pequeños eran inseparables, todo lo hacían juntos: los juegos, los estudios, el deporte, las gamberradas… Conforme fueron creciendo, también crecieron los retos y su afición por los deportes extremos, ya fuera en potentes motos o sobre los esquís, atravesando desiertos o escalando montañas, corriendo maratones o nadando en aguas abiertas. Siempre juntos. Hasta que hace siete años, en un accidente de moto cotidiano, Álex falleció y dejó a Carlos solo. Por primera vez y para siempre. Pero lo que tiene un alma deportista como la de Carlos es que los obstáculos se cruzan en tu camino para ser superados. De modo que, una vez superado el luto, al dolor y la tristeza se impusieron el desafío y el homenaje.



Todo empezó cuando, recogiendo la habitación de su hermano, Carlos encontró su lista de los 101 sueños que cumplir en la vida. Algunos de ellos ya los habían realizado juntos. Pero aún quedaban muchos sin tachar en la lista de Álex. Con la idea de ir cumpliendo los sueños de su gemelo, Carlos creó un movimiento aspiracional, ALL1 Team, bien arropado por amigos y familiares y con un lema vital: “Los sueños cuando son compartidos se cumplen”. El Ironman marcó el camino, pero también el Titan Desert y luego el Dakar, e intensas travesías por cualquier rincón del mundo pedaleando, caminando o esquiando. No importa dónde, no importa cómo, siempre rodeado de los suyos y en contacto con la naturaleza. Poniendo en movimiento valores como la generosidad, el esfuerzo, el amor y la pasión por la vida. Y, por encima de todo, el tributo, el recuerdo imborrable de una persona fuera de lo común, un tipo extraordinario que fue un ejemplo permanente de lo que de verdad importa: “Eres lo que vives, no lo que tienes”.

 

María Galán. Mis niños son mi razón de ser

María tiene 26 años, cara de niña –de niña buena- y una apariencia frágil, casi quebradiza. Eso si miras desde fuera. Porque en realidad María es increíblemente madura para su edad y tiene una fortaleza interior a prueba de bombas; un tipo de fortaleza que solo te proporciona el haber vivido y superado el lado más oscuro de la vida. Ese rincón apartado de nuestro brillante lado del planeta –el del primer mundo- donde reinan el sufrimiento, la enfermedad, el hambre, la carencia más absoluta. Un lugar (Entebbe, Uganda) en el que la media de edad es de 15 años. Ni siquiera llegan a ser jóvenes. Y es allí, en ese rincón olvidado y oscuro, donde hace cuatro años María decidió que estaba su vida. «Aquí encontré todos mis porqués y paraqués. Soy muy feliz».



Y es que sólo allí, en los brazos acogedores de la ONG Babies Uganda, fundada hace diez años por su madre y una amiga, Maribel, es donde María se encuentra en casa. Acogiendo y cuidando a niños que carecen de todo; proporcionando un poco de esperanza y futuro a familias que miran a los ojos de la muerte cada día; abriendo sonrisas y oportunidades donde antes sólo había dolor, impotencia y tristeza, y a menudo graves discapacidades. Una dramática realidad que María (@auntie_mariagalan) y el equipo de Babies Uganda trata de mitigar con mucho trabajo, mucho cariño y una ilusión contagiosa y tenaz. Hoy, aquel orfanato que iba a cerrar por falta de fondos hace diez años, ha crecido y acoge también Kikaya House (donde María vive con sus 32 peques), el colegio Infantil y de Primaria Kikaya Junior School (650 niños) y un recién estrenado centro de Secundaria, Kikaya Senior School (350 niños). Además de una clínica con sala de maternidad, laboratorio y atención primaria que da asistencia gratuita a miles de personas de la región.

Una lección potente, la de María, que nos recuerda la importancia de dar, de darnos a los demás. De compartir y compartirnos. La importancia de pensar que no somos el ombligo del universo y que más allá de nuestra ceguera de primer mundo hay otro mundo que nos necesita. Y que nos espera con los brazos abiertos.

 


Forever Young

Después de escuchar embobado los testimonios de Brian, Carlos y María, más todo lo que sucede de principio a fin en los congresos de LQDVI (la música, las actuaciones, las lágrimas, las risas, emociones a mansalva…), irremediablemente sales con una nueva visión de las cosas, con un nuevo orden de prioridades, con una refrescada actitud para enfrentarte a los (insignificantes) obstáculos de tu día a día. Sales con la idea de que la juventud de hoy no está, ni mucho menos, perdida; que hay esperanza -una esperanza justificada- en que las nuevas generaciones sepan hacerlo mejor que nosotros. Porque tienen más inteligencia, más aptitudes, más corazón y más coraje de lo que pensamos. Porque tienen la fuerza, la ilusión, la actitud, la luz interior, ¡la edad! para transformar la sociedad. Y más nos vale a nosotros dejarles hacer.

Por terminar con algo de música, que siempre es importante, estos días he escuchado con especial intención una de mis canciones favoritas del maestro Dylan. Un tema lleno de poesía, de buenos deseos y de valiosas lecciones escrito desde el corazón para su hijo Jakob. Y, de paso, para todos nosotros. Porque habla de muchas de las cosas que escuchamos el otro día en el congreso de Lo Que De Verdad Importa. Forever Young. Toda vuestra.

Que Dios te bendiga y te proteja siempre / que tus deseos se hagan todos realidad / que hagas siempre por otros y otros hagan por ti / que construyas tu escalera a las estrellas y subas cada peldaño / Que crezcas para ser virtuoso, / que crezcas para ser auténtico / que siempre conozcas la verdad / y veas las luz que te rodea. / Que seas siempre valiente, que seas firme y fuerte, / que seas por siempre joven.

 

Aquí te dejo el vídeo de Forever Young en el concierto The Last Waltz. Imprescindible.



 

sábado, 11 de enero de 2025

Don't Let the Old Man In. Una reflexión sobre la vejez, mi padre y Clint Eastwood




Hace unos años, Clint Eastwood compartía torneo de golf benéfico con su amigo el compositor y cantante de country Toby Keith. Clint le comentó que en unos días cumplía 88 años y estaba trabajando en su nueva película, The Mule, que iba a dirigir y protagonizar. Toby, admirado de la vitalidad y la energía de Clint, le preguntó qué le impulsaba a seguir trabajando. “No dejo entrar al viejo”, respondió. A Toby Keith le enamoró esta frase y le dedicó una maravillosa canción, Don't Let the Old Man In. Una bonita y emotiva balada country sobre un hombre rebelándose contra su vejez. El cantante envió a Clint Eastwood una demo de la canción y el director se rindió inmediatamente a su letra y a su melodía.

 

Don't Let the Old Man In se convirtió automáticamente en el tema principal de The Mule, que se estrenó en 2018, y también en un exitazo en las listas de country de todo el país. En septiembre de 2023 Toby Keith, que había sido diagnosticado de cáncer de estómago el año anterior, interpretó su canción en el 2023 People's Choice Country Awards, después de haber obtenido el premio Country Icon, y Don't Let the Old Man In volvió a resurgir con fuerza en las emisoras de country. El pasado 24 de febrero, Toby Keith falleció a los 64 años de edad víctima del cáncer, dejando un legado impresionante, prolífico e inmortal, en la música americana y universal.

 

Estas últimas semanas me ha golpeado con insistencia la canción de Toby Keith. Y es que el “viejo” está intentando colarse en el cuerpo y en la cabeza de mi padre desde que empezó la quimio (le diagnosticaron un linfoma en septiembre, recién cumplidos los 90). Estos días, que he estado turnando guardias con mi hermano y mis hermanas, me he dado cuenta de que, cada vez más, veo a mi abuelo (que nos dejó a los 96) en el cuerpo frágil, arrugado y tembloroso de mi padre. Un cuerpo condenado a un presente a caballo entre el miedo, el cabreo y la impotencia, con un futuro demasiado breve como para llamarlo futuro, y al que sólo le queda su pasado glorioso, cuajado de triunfos deportivos, de logros familiares y de amistades inquebrantables que se han ido quedando en el camino. Una vida mirando casi siempre hacia atrás.

 

Él, que fue subcampeón del mundo y coleccionó Grandes Premios de hípica por todo el mundo, ahora apenas puede recorrer el pasillo de su casa aferrado a su taca-taca, pasito a pasito. Él que fue campeón de España de tenis con 15 años y que jugó al pádel activamente hasta muy superados los 70, ahora apenas puede salir de la cama o vestirse sin ayuda. Él, que bailaba en las bodas de sus nietos y jugaba con sus bisnietas, que paseaba y conducía hasta hace solo tres meses, ahora apenas llega a tiempo al cuarto de baño en caso de urgencia. Él, que ha sido un brillante jugador de bridge durante décadas, un matemático ágil y de mente rápida y culta, hoy está en lucha permanente entre el hombre que fue y el que ya no es; entre la persona mayor que estaba increíble para su edad a los 89 y el viejo que quiere entrar a los 90, derribando la puerta a patadas para instalarse de manera permanente. Como un okupa indeseado e indeseable.

 

Pero, claro, derrotar por las buenas a un tipo que ha sido deportista de élite tantos años (uno de los mejores jinetes de su generación) y luego juez internacional de prestigio mundial durante otros tantos; derrotar por las buenas a un tipo que se licenció con matrícula en Derecho, que ha vivido la disciplina deportiva, el esfuerzo, el compromiso y el sacrificio desde los 16 años, que ha formado una familia unida y ejemplar que alcanza ya los 30 miembros (5 hijos, 20 nietos, 5 bisnietos) y que ha sido referente de valores y de coherencia en el deporte y en la vida para viejas y nuevas generaciones… derrotar por las buenas a un tipo así, que además cuenta con la fuerza extra de su mujer (mi madre, una santa con superpoderes), de sus cinco hijos (siempre al pie del cañón) y de sus fieles amigos y primos (los que le quedan vivos), y que cuenta con el favor especial del mismísimo Dios y de la Virgen, de los que nunca se ha separado ni un instante desde el día de su Primera Comunión, derrotar a un tipo así, digo, no es tarea fácil.

 

Así que ahí andamos todos –padre, madre, hijos, nietos, médicos, fisios, ciencia, fe y demás fuerzas activas-  atrancando la puerta con rabia para que no entre el viejo, golpeándole la cara con toda nuestra mala leche cuando asoma por la rendija a lo Jack Torrance, lanzándole maldiciones y quimioterapia y vitaminas y corticoides y todo lo que haga falta para mantenerlo ajeno y lejos, no al otro lado de la puerta, sino más allá del horizonte. Como el propio Clint Eastwood, galopando hacia la puesta de sol para no volver.

 

No, papá. No vamos a permitir que entre el viejo para quedarse. Aún te queda mucho camino que cabalgar, mucho obstáculo que saltar, mucho trofeo que conquistar. Y mucho cariño que recibir. En eso estamos.  

 

When he rides up on his horse
And you feel that cold bitter wind
Look out your window and smile
Don't let the old man in



viernes, 10 de enero de 2025

Javier Sartorius: de la raqueta a la Cruz

 



Tres de la mañana. Una noche lluviosa y lúgubre de julio. Después de más de dos horas subiendo el abrupto camino, en plena oscuridad, un peregrino se detiene ante la imponente puerta de madera del milenario Santuario de la Virgen de Lord, a 1.180 metros de altitud, en el prepirineo leridano. El peregrino golpea la pesada aldaba una y otra vez hasta que los sorprendidos habitantes de la Comunidad abren la puerta. «¿Cómo te llamas?» pregunta uno de ellos. «Javier» contesta el peregrino. «¿Javier qué?» insiste el monje. «Sólo Javier». Sin apellidos, sin pasado. Esa noche, después de toda una vida de búsqueda e inquietudes, Javier dio el paso definitivo hacia sí mismo, hacia el silencio, hacia el vacío material. Hacia Dios.

 

Sol, playas, chicas y tenis

Javier Sartorius Milans del Bosch era un joven extrovertido, apuesto, de noble cuna, carismático y deportista. El ‘zurdo de oro’. Legendarios eran sus partidos de tenis con su hermano Fernando, como pareja o adversario, en Zarauz y Madrid; y el día que ambos arrebataron dos juegos al tándem Casal-Sánchez Vicario, el Tenis de San Sebastián rebosó de pancartas y vociferantes ‘hooligans’ (todos familiares y amigos) rendidos ante la hazaña de sus héroes. Juntos, Javier y Fernando, marcharon a Estados Unidos a estudiar Administración de Empresas, carrera que abandonaron casi al empezar para dedicarse a surfear las olas de California, ganar campeonatos de pádel, entrenar a las estrellas de Hollywood y, de paso, ingresar unos dólares vendiendo aspiradoras a domicilio o cuidando jardines. Sol, playas, diversión, chicas, deporte. Javier lo tenía todo. O no.

Fue precisamente en Los Angeles donde Javier comenzó a sentir una creciente inquietud por la vida espiritual, un poco confusa al principio (llegó a pasar por el Hare Krisna). En 1989 fue Campeón de Estados Unidos de pádel; el año siguiente, misionero en Cuzco con Los Siervos de los Pobres del Tercer Mundo. Fue tal el shock espiritual que provocó la vida de pobreza y sacrificio absolutos, que decidió entrar en el seminario, en Toledo. Pero Javier no estaba hecho para estudiar («ni siquiera se puede copiar», decía) y tampoco para el sacerdocio. A él le iba más la vida contemplativa, la oración, la sencillez, incluso la soledad, a pesar de su personalidad extrovertida. Un compañero de seminario le habla entonces de la Comunidad de Lord y es allí donde encamina su vida, dejando todo su pasado atrás. Sólo quiere encontrarse a sí mismo.

 


Entre Agassi y San Francisco de Asís

«Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas», escribió Pablo Neruda. Ese día resultó ser una lluviosa noche de julio de 1992; cualquier lugar, el Santuario de Lord. Y no fue la más amarga, sino la más feliz de sus horas. Y aunque dejó su pasado al otro lado de la milenaria puerta, su personalidad entró con él. Incluyendo, por supuesto, su simpatía y su sentido del humor, que nunca dejaron de ser parte de su carácter. Lo mismo que el deporte y la sencillez (una perfecta combinación entre André Agassi, su tenista favorito, y San Francisco de Asís, su santo favorito), o su afición por la música, aunque ahora en lugar de escuchar ACDC, Eagles o los Beach Boys, sus gustos se inclinaban más por La Misión y los cantos gregorianos.

Javier revolucionó, a su manera, la tranquila y silenciosa vida de los monjes. «Tenéis el cuerpo abandonado» sentenció, y montó un gimnasio; bastante primitivo, pero que mantuvo en forma incluso al padre Jordana, a sus 90 años. Hasta llegó a conquistar a las monjas de clausura, cuyas puertas se abrieron por primera vez a un varón en mil años de historia; «Vamos a hablar con ‘Sor Javier’», decían en el recreo, a pesar del estricto silencio impuesto.

Pero lo más importante es que Javier también revolucionó su vida: de la raqueta a la azada; de las fiestas playeras al estricto régimen de oración y estudio de la Biblia; de entrenar a las estrellas de Hollywood, junto a su inseparable hermano Fernando, a pastorear un rebaño con más de 100 ovejas, a las que había puesto nombre una a una; del cálido sol californiano a los diez grados bajo cero de su celda a los pies de los Pirineos.

Él era feliz así, viendo a Dios en lo cotidiano, con su trabajo, su oración, su soledad, su Cruz desnuda, como la de Cristo. No necesitaba nada más («había una persona tan pobre, tan pobre, tan pobre que sólo tenía dinero», le encantaba decir). Su familia al completo lo apoyó devotamente; salvo su padre, Mauricio, que no llegó a entender que se recluyera en el Santuario de Lord. Entregándose a todos, robusteciendo su fe, Javier pasó los siguientes años en Lord. Disciplinado y perfeccionista, aceptó volver al seminario en Barcelona, que esta vez superaba el curso con brillantes calificaciones, incluido el latín, aunque sin pretender en ningún momento abandonar su vida monástica cuando recibiera las sagradas órdenes (una vez más rompiendo normas).

 


«Ahora lo entiendo todo»

Ya en 2006, una dolencia gástrica acabó convirtiéndose en su verdadera cruz, primero de dolor y finalmente de muerte. El 21 de junio moría en el monasterio cisterciense de San Miguel de Dueñas, donde era tratado de su enfermedad. Tenía 44 años. En el silencio del Monasterio, sólo mitigado por el tenue cántico de los monjes, ante el cuerpo inerte de su hijo, el padre de Javier sollozó de pena y de remordimiento; «Maurilón -le susurró a su hijo mayor en el funeral-, ahora lo entiendo todo». Apenas un año después, se reunió con Javier en cuerpo y alma; compartiendo con su hijo sepulcro en Lord y vida eterna en un santuario aún más alto.

«Puedes ser tenista de fin de semana. Pero para jugar en primera, hay que entrenar duro todos los días, y muchas horas. Sólo así se gana», solía decir Javier. Él fue un campeón en todo cuanto hizo, en el deporte, en el trabajo físico, en la oración, en el estudio, en la caridad, en la simpatía, en el cariño hacia su familia, en amigos, en carisma…

Es curioso, pero a pesar de su juventud y de haber elegido la vida monacal, solitaria, de espaldas al mundo, Javier dejó su impronta grabada en las almas de miles de personas a lo largo de su vida, y después de su muerte. Tenía una energía especial, contagiosa y benefactora, que legó a todos los que le conocieron y quisieron. Y que aún hoy llega con fuerza a todos los que le rezan. O a los cientos de peregrinos de toda procedencia que llegan cada año al Santuario de Lord, a dejarse llenar por el alma de aquel visitante sin pasado que una noche tormentosa atravesó la pesada puerta… y se quedó para siempre.

Unos años después, la madre de Javier, su más devota admiradora, su más rendida fan, abandonó este mundo después de quince años de dolorosa enfermedad… y seis de penosa ausencia. Javier era su tabla, su sostén, su muleta, su hombro, su paño; y su sonrisa. Sin él, todo se hizo más doloroso. Más insoportable. Más desesperanzador. Desde aquel día de 2013, el cáncer ya no está. El dolor tampoco. Ni la ausencia. Desde ese día, el cuerpo de Myriam (la tía Memé) descansa también con su hijo, en Lord; y su alma estará abrazando a Javier, besando a Javier, riendo con Javier, jugando al tenis con Javier.

 


Un documental y una causa de beatificación

La de Javier es una vida que tiene mucho que decir a la sociedad actual, a los jóvenes, a los mayores, a los líderes, a los desamparados, a los perdidos. Esta es la razón por la que nace la idea de revivirla en un documental, realmente extraordinario, que narra su periplo vital y espiritual; desde su zona de confort, su vida privilegiada en Madrid y California, hasta su entrega total a su fe y su posterior calvario. En estos momentos el rodaje de “La verdadera riqueza” sigue su curso y avanza imparable conforme van llegando las donaciones. Si quieres profundizar un poco más, entra en www.javiersartorius.org/. Un vistazo quizá baste para hacerte una primera idea de quién fue Javier, cuál fue su proceso de transformación interior y qué significó para la Comunidad de Lord y para miles de personas que veneran su memoria.

Y mientras avanza el documental sobre su vida, en paralelo se ha abierto la causa para nombrar Siervo de Dios al seminarista Javier Sartorius. Un proceso que nace de un revelador testimonio de Mn Norbert Miracle (rector del Seminario Mayor Interdiocesano de 2005 a 2018), quien vio en Javier un ejemplo de santidad importante para darse a conocer, especialmente, a los seminaristas y a los jóvenes. Un “santo de la puerta de al lado”, como define acertadamente el papa Francisco. El primer paso, quizá en octubre, ser nombrado “Siervo de Dios”. A partir de ahí, Dios dirá.  

Por mi parte, espero poder ampliar pronto información sobre el documental y la causa de Javier Sartorius, mi primo, que justo hoy cumple 18 años desde que partió, con su raqueta y su cruz, a la Casa del Padre.

Puedes ver el teaser de la “La verdadera riqueza”, sobre la vida de Javier, en este link






jueves, 2 de enero de 2025

27 razonables razones contra el aborto

 


En esta sociedad tan avanzada, progresista y liberal que nos ha tocado vivir, quien gana la batalla del lenguaje gana la guerra de las ideas. La verdad, la realidad y el sentido común molestan. Solo las palabras importan. Son más fáciles de moldear.

El lenguaje del progreso y la libertad nos dice, nos jura y perjura, que el aborto es una interrupción voluntaria, que es feminista, que es un derecho, que es salud, que es constitucional, que es libre, que es solución, que es progresista, moderno y solidario, que es un logro social, que es inocuo, que es racional, científico y civilizado, que defiende a la mujer, que es un bien en sí mismo y hasta económicamente rentable. Y que los pro-vida son, sin excepción, machistas, retrógrados, fascistas, fundamentalistas, manipuladores y peligrosos.

Pues nada, juguemos con las palabras, pero sustentadas en hechos, en verdades y en el sentido común. Toca argumentar. Y razonar. Y reflexionar. Que es, precisamente, lo que no permiten hacer a las mujeres y adolescentes que tienen intención de acabar con la vida que llevan dentro. A ver si se van a arrepentir y lo que se acaba es el argumento. Y el negocio.

 

1. No es interrupción.

Interrumpir es detener la continuidad de una acción, lo que implica que luego se reanuda. En el aborto, obviamente, no hay reanudación posible. Podríamos hablar de frenar, liquidar, finiquitar, sacrificar, extirpar, truncar, tronchar, erradicar, triturar… pero de interrumpir, ni por asomo. «Tan hipócrita es llamar al aborto interrupción del embarazo, como llamar a la horca interrupción de la respiración». Lo dijo Julián Marías.

 

2. No es voluntaria.

Un 75% de las mujeres que abortan no lo hacen por decisión libre, sino acosadas por grandes dificultades frente a las que no ven otra salida. Sólo es libre quien tiene alternativas para optar. Y muchas mujeres se ven obligadas por presiones insoportables de sus parejas, de sus familias y de su trabajo. Si no se dan opciones, si no se facilitan alternativas, la decisión no es voluntaria, es obligatoria.

 

3. No es feminista.

Las activistas del feminismo extremo afirman que «en el fondo del debate sobre el aborto late el miedo milenario a que las mujeres controlen sus cuerpos y su sexualidad sin permiso de los hombres». Ésta es una de las falacias más tópicas y recurrentes. Para Conrado Giménez, presidente de Fundación Madrina, «El problema es el acoso que sufre la mujer por el hecho de ser madre, el mobbing maternal, en tres entornos: personal-familiar, social y laboral. El 68% de las mujeres que atendemos sufren violencia de género». Además, 9 de cada 10 embarazadas sufren acoso en el trabajo y el 25% son despedidas.

 

4. No es un derecho.

Toda mujer tiene derecho a recibir una educación sexual adecuada, información sobre las alternativas, asistencia psicológica y sanitaria, incluso a recibir ayuda económica. Pero ninguna tiene derecho a matar una vida. Aunque viva dentro de su cuerpo. Es esa vida la que tiene derecho a ser protegida.

 

5. No es socialista.

Más bien lo contrario, es absolutamente capitalista. Las clínicas abortistas son un negocio millonario amparado por el Estado y los Gobiernos Autonómicos. En muchos casos su único fin es el lucro, que por 3.200 € son capaces de abortar a un no nacido sano de 26 semanas. Como dice el doctor Jesús Poveda «El camino hacia un abortorio es más conocido y más facilitado que el camino hacia los ginecólogos que defienden y respetan la vida». Por algo será.

 

6. No es salud.

Ni sexual ni reproductiva, ni física ni psicológica, ni operatoria ni postoperatoria. Los centros de aborto no informan a la mujer sobre los detalles de este tipo de intervención, las consecuencias físicas y psicológicas que tiene. Secuelas y efectos que van desde su muerte, perforaciones uterinas, pérdidas y prematuridad del siguiente hijo, alteraciones del deseo sexual, esterilidad y graves alteraciones psiquiátricas. El síndrome pos-aborto es una traumática y dolorosa realidad que siempre se ha tratado de ocultar.

 

7. No es constitucional.

«La vida del nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental —la vida humana— garantizada en el artículo 15 de la Constitución, constituye un bien jurídico cuya protección encuentra en dicho precepto fundamento constitucional» (sentencia 53/1985 del Tribunal Constitucional). Aunque el actual Tribunal Constitucional (de mayoría progresista) avale hoy el aborto, el valor fundamental sigue estando ahí.

 

8. No es política social.

El objetivo de las políticas sociales es amparar y proteger a los más desvaforecidos, con especial dedicación a los eslabones más débiles de la sociedad, esto es, los pobres, los inmigrantes, los desempleados, los minusválidos, los niños… y digo yo que también las mujeres embarazadas sin recursos y los niños no nacidos. Pero no. Los programas sociales del Estado destinados a mujeres embarazadas sin recursos que quieran tener a su hijo son directamente CERO.

 

9. No es solidaria.

Si tomamos la solidadridad como sinónimo de apoyo, respaldo, ayuda o defensa, el aborto en sí mismo es justo lo contrario. Porque ni apoya a la mujer embarazada, ni respalda su situación, ni la ayuda a superarla ni, desde luego, defiende la vida que lleva dentro. Frente a los valores de entrega, caridad y amor a la vida de otro que promueven las organizaciones Provida, los partidarios del aborto transmiten conceptos puramente egoístas: mi cuerpo, mi derecho, mi bienestar, mi comodidad, mi vida… yo, mi, me, conmigo.

 

10. No es talante.

La nueva ley del aborto enfrenta a la sociedad. Premeditadamente además. Ha nacido con la intencionalidad clara de separar aún más la supuesta línea entre izquierda y derecha, entre presuntos progresistas y presuntos machistas.


11. No es un logro de la sociedad.

Todos los expertos coinciden: el aborto es un fracaso de la sociedad. «Falta una auténtica red social para evitar que una mujer, ante un embarazo no deseado, recurra al aborto», denuncia Esperanza Puente, portavoz de RedMadre. Existe una reveladora carencia de recursos e interés, por parte del Estado, tanto en el ámbito asistencial como en el ámbito de la formación y la información. Algo que, según Jesús Poveda, evitaría 3 de cada 4 abortos. Eso sí que sería un logro de la sociedad.

 

12. No defiende a la mujer.

«La mujer no demanda el aborto, sino que se le ayude a seguir adelante con el embarazo». Lo dice Conrado Giménez, y él lo sabe bien: en sus más de 20 años Fundación Madrina ha atendido a cientos de miles de mujeres. Defender a la mujer es informar de las opciones y ofrecer los apoyos necesarios para que puedan, si quieren, tener a su hijo y atenderlo. Y eso no lo hacen ni las asociaciones proabortistas ni, desde luego, el Estado.

 

13. No es progresista.

No dejar nacer a un ser humano es matar todo su futuro. No dejar nacer cientos de miles de seres humanos es matar el futuro de una sociedad. Y, de paso, envejecer considerablemente la población. ¿Es eso progreso? ¿Ésta es la evolución que queremos? El siguiente avance, en nombre de ese progreso, será quitarse de en medio a los improductivos ancianos. Y después a los enfermos, terminales o no. ¿Cuál será el próximo paso?

 

14. No es moderno.

Ganarse los votos de los jóvenes anulando cualquier regla moral es una irresponsabilidad. Pero si además incitamos a las adolescentes a realizar un acto de gran trascendencia disfrazado de bagatela, sin contar con ayuda ni información ni formación, ni siquiera el consejo de sus padres, eso no es ser moderno, no es ser guay, es ser miserable. La nueva ley convertirá el aborto en un medio de planificación familiar, en un método anticonceptivo que no va a hacer más felices a las adolescentes; sólo las hará más inconscientes y, a la larga, más desgraciadas.

 

15. No es inocuo.

Un aborto no es una irrelevante operación de apendicitis o de amígdalas. Es la muerte y extracción de un ser vivo singular, independiente de la madre que lo cobija. Y es, en muchos casos, una experiencia traumática que puede provocar, además de las físicas, secuelas psicológicas severas cuando la mujer (o la adolescente) que ha abortado es consciente de que lo que le han extirpado es a su propio hijo. Los testimonios de mujeres arrepentidas son desgarradores.

 

16. No es libertad.

Hoy, abolida la esclavitud, nadie es dueño de nadie; nadie es propiedad de nadie. Ni siquiera un hijo. La madre no concibe a su hijo como una propiedad suya; es más, tiene la obligación moral (y natural) de protegerlo hasta que se pueda valer por sí mismo, dentro y fuera de su cuerpo. Hasta que ese hijo pueda también ejercer su propia libertad.

 

17. No es “europeo”.

Continuamente se nos planta en la cara el ejemplo de países europeos “legislativamente más avanzados”. Lo que nos ocultan es que esos países están reduciendo notablemente el número de abortos precisamente porque ahora están legislando a favor de la prevención, la información y la asistencia. Países como EE.UU. o Alemania, que han fomentado políticas de apoyo a la mujer embarazada, o como Bélgica y Holanda, que tienen el porcentaje de abortos más bajo del continente pese a sus leyes más permisivas.

 

18. No es ciencia.

Frente a las simplezas demagógicas que argumentan los abortistas, la Declaración de Madrid fue una de las iniciativas más importantes y tajantes de los últimos años en la lucha por la vida. Más de 2.000 profesores de universidad, Académicos, médicos e intelectuales se unieron para declarar que «existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación»; «el cigoto es la primera realidad corporal del ser humano (…) y su ADN es resultado de la adición de los genes paternos y maternos en una combinación nueva y singular».

 

19. No es racional.

Para la Comisión de expertos de la ministra Aído, precursora de la ley en el gobierno de Zapatero, el feto no es viable a antes de la semana 22, y por tanto no es ser humano y por tanto es eliminable sin problemas. Pero a partir de ese tan preciso momento, por arte de magia, el feto ya sí es viable y por tanto se convierte en ser humano y por tanto ya no es eliminable. En teoría, claro, porque los centros abortistas reclaman un par de semanas más de feto no viable y por tanto eliminable y por tanto contabilizable. Todo muy racional y científico.

 

20. No es una mejora.

En contra de la opinión de médicos, psicólogos, organizaciones especializadas, fundaciones y demás expertos, para feministas y progresistas el gran logro de la ley de plazos será «despojar de trabas» y hacer «menos traumático el aborto», que además era una demanda social que millones de mujeres estaban pidiendo a gritos. Pero lo que supone realmente la Ley de Plazos es que el aborto podrá ejercerse al antojo de cualquier mujer y adolescente (sin consulta paterna) que lo solicite. En los países donde se ha establecido esta ley el resultado es unánime: más banalización, más embarazos, más abortos, más indefensión, más adolescentes y más veces. Y eso, sencillamente, no es una mejora.

 

21. No es un bien.

Nadie aborta por gusto o por placer. Los pro-abortistas saben que el aborto no es algo deseable en sí mismo, aunque se cuiden mucho de divulgar tan poco feminista idea. Destruir una vida nunca puede ser un bien. Engendrarla sí, por principio. Decía el personaje de Clint Eastwood en Sin Perdón, William Munny: «Es despreciable matar a un hombre, porque le quitas todo lo que fue y todo lo que pudo ser». Imagina todo el futuro que le quitas a un bebé.

 

22. No respeta los derechos humanos.

Lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos» (Art. 1). «Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona» (Art. 3).

El simple hecho de condenar a muerte a un feto sólo por presentar malformaciones, sin ninguna otra consideración, es una violación en toda regla de estos artículos. Y es reconocer sin ambages que una persona con síndrome de Down, por ejemplo, no tiene la misma dignidad intrínseca ni los mismos derechos que una persona “sana”, tanto como para no permitir ni que nazca.

 

23. No es económicamente rentable.

El aborto es indudablemente un negocio no ya rentable, sino millonario. Pero sólo para los centros abortistas, claro. Para el resto de la sociedad es una gigantesca pérdida económica. Conrado Giménez ha evaluado en el 5% del PIB la pérdida de riqueza que supone el aborto en nuestro país en concepto de «pobreza y desierto demográfico» y por «la marginación y falta de conciliación que sufre la mujer madre en el mundo del trabajo» (un 25% de las mujeres embarazadas son despedidas).

Y por cierto, ¿cuánto nos cuesta cada adopción realizada en países extranjeros?

 

24. No es solución.

La única solución es que el aborto sea la última solución posible. El aborto es casi siempre un problema profundo. Para la madre, para su entorno familiar y laboral, para la sociedad…

La única solución es evitarlo en lo posible. Pero ¿cómo? Tal vez encontremos la clave en lo que afirma el doctor Poveda: «El éxito de salvar una vida pasa porque la madre vaya al ginecólogo y vea la ecografía de su hijo; y luego, que desde las asociaciones provida seamos capaces de solucionar esas cuestiones que llevan a la mujer a recurrir al aborto».

 

25. Los provida no son de derechas.

La bipolaridad izquierda-derecha asociada a defensa-rechazo del aborto es absolutamente infundada. Hay miles de votantes del PSOE que consideran esta nueva ley una locura sangrienta e innecesaria. «No hay en nuestros días una afirmación más reaccionaria que la del derecho de una persona sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de propiedad más absoluto concebible, más allá del derecho del amo sobre el esclavo. Y es una vergüenza para la izquierda que levante la bandera de ese pretendido derecho». Lo dicen los Socialistas Cristianos.

Igualmente hay muchos políticos y votantes de la derecha que, ante el drama del aborto, simplemente no saben, no contestan. O incluso lo apoyan.

 

26. No son la Iglesia Católica.

Es también muy recurrente y maniqueo asociar a la Iglesia Católica con los ataques al proabortismo (más que con la defensa de la vida). Pero no cuela. Iglesias de TODAS las confesiones se oponen al aborto. Pero además existen muchos ateos y agnósticos que defienden la vida humana como principio.

Por otro lado, la mayoría de las Organizaciones y Fundaciones Provida son aconfesionales, y su única religión es la defensa de la vida del no-nacido y el apoyo sin condiciones a la mujer, cualesquiera que sean sus creencias y sus circunstancias.

 

28. No son fundamentalistas.

Ni la Iglesia ni los movimientos provida pretenden que se encierre en la cárcel a la mujer que aborta; es más, son los únicos que se ponen siempre del lado de la mujer, al contrario que organizaciones pretendidamente feministas, que lo único que persiguen es que la mujer aborte, sí o sí, independientemente de sus circunstancias. Los provida rechazan el aborto, pero no a la mujer que aborta, de modo muy especial si se ve obligada a realizarlo por no contar con ningún otro tipo de ayuda ni alternativa. Por eso centran todo su esfuerzo en reducir el número de abortos indeseados, que son la inmensa mayoría. Y lo hacen con respeto, entrega, generosidad y gran sacrificio personal.

 

Conclusión

Probablemente no podamos hacer ni deshacer la nueva Ley del Aborto, que saldrá tal y como quiere el Gobierno socialista, amparado por los votos progresistas del Tribunal Constitucional, o sea, tal y como aconsejan sus expertos y tal y como desean los centros abortistas. Pero las consejerías de salud de cada Comunidad Autónoma sí pueden reglamentar la aplicación de esa Ley; es decir, pueden poner condiciones legales al nuevo "derecho", como favorecer la vida, reconocer la objeción de conciencia, desarrollar una normativa estricta, controlar los centros abortistas y castigarlos con sanciones ejemplares en caso de incumplimiento; pueden implantar políticas de prevención y de información, planes de apoyo a la maternidad, periodo de reflexión, mesas de conciliación, pedagogía pública contra el aborto, políticas de adopción

 

¿Y qué podemos hacer los ciudadanos de a pie? Pues tener las ideas claras, para empezar. Y apoyar cualquier iniciativa que respete la vida, con nuestras simpatías, con nuestra presencia, con nuestra involucración, con nuestra difusión… y con ayudas económicas que el gobierno no va a proporcionar. También es nuestra responsabilidad moral, y debe ser nuestra batalla. Ortega y Gasset decía que «el mayor crimen está ahora, no en los que matan, sino en los que no matan pero dejan matar». Ignoro si los y las activistas defensores del aborto conocen esta sentencia; tampoco sé si la entenderían. Nosotros sí. Apliquémonosla.


Termino con una cita del poeta y filósofo bengalí Rabindranath Tagore, Nobel de literatura en 1913, que no era precisamente católico ni de derechas ni machista confeso ni sospechoso de fundamentalismo ninguno:

«La vida nos la dan y la merecemos dándola».


© Pepe Álvarez de las Asturias – 2023