Como sucede
cada año, invariablemente –inevitablemente- , la Navidad ha llegado a nuestras
vidas cargada de contradicciones. Obviando a los haters profesionales, los grinchs
de turno que abominan de la Navidad y cuanto representa, les afecte o no, estamos
los que, con fe o simple espíritu
navideño, queremos celebrar este Acontecimiento, este Sentimiento, como nos
dé la gana. Con regalos, con encuentros familiares, con villancicos, con
luminosos árboles y Nacimientos full
equip, con nostalgias y deseos, con austeridad o dispendio, con oraciones y
juerga, que para todo hay sitio. Se trata, sencillamente, de celebrar, de (re)unirse,
de compartir. Pequeños momentos de felicidad, alegría no forzada, deseos de
bien para el vecino, lecturas un poco más optimistas de la vida. Y buenos
propósitos, que es a lo que vamos.
Y cuando
digo buenos propósitos no me refiero a echarle más horas al gimnasio, quitar
las telarañas al teclado o dejar por fin de fumar (¡si supierais lo fácil que
es…!). No, me refiero a mirar más hacia un lado y otro, y sobre todo hacia
abajo (o abajito, como decía la Dra.
Arns); me refiero a pensar más en el otro, el cercano y el lejano; me
refiero a ser más comprensivo, más entusiasta, más abierto a otras opiniones y modos;
me refiero a ser más orejas y menos bocas, o teclas; me refiero a ser más de
hacer que de pensar, más de remangarse que de donar (que también), más de
actuar que de predicar. Me refiero a propósitos
con causa más allá de nuestros ombligos. Que, por cierto, se hacen cada año
más grandes, más profundos y más vacíos.
Afortunadamente,
hay mucha gente buena. Mucha, muchísima más que gente mala; lo que pasa es que hacen
menos ruido, no gritan, no alardean, no se imponen medallas, no se hacen selfies glorificadores… Gente que se dedica, en privado silencio, a
los demás. Gente que regala su tiempo, su esfuerzo, su bondad, su paciencia
sin pedir nada a cambio. Nada. (Gente rara de narices, ¿eh?). Y esa gente no
sólo merece nuestra admiración, nuestro aplauso y nuestro agradecimiento. Merece nuestra involucración. Admirar
es fácil, es gratis; echarle horas a la causa, la que sea, ya es otra cosa. Lo expresó
nítidamente José Martí: “Hacer es la
mejor manera de decir”. Pues eso.
Marta, Dani y Sole |
Lo del propósito
Este año te propongo que te propongas un propósito.
Y que lo cumplas. No que lo intentes. Que lo cumplas. Un propósito con
causa. La que quieras: ancianos, refugiados, disminuidos, inmigrantes, el pobre
de tu parroquia, agua potable en Sudán, tu abuela, tus hijos, tus padres, el
músico de la esquina, el planeta, el cáncer infantil, la ELA, los misioneros…
Por causas que no quede. Exígete a ti mismo un compromiso personal, firma un
contrato contigo, con testigos de cargo en caso de incumplimiento. No te
arrepentirás. Según dicen los expertos en la materia (voluntarios, héroes, ángeles,
como quieras llamarlos), no sólo ayudarás a gente que lo necesita de veras,
sino que además tú serás más feliz. Palabra.
Y todo esto
viene a cuento porque hace unas semanas estuve en un encuentro, presentado por
la incombustible y genuina Marta Barroso
(que se mete en todos los fregados en los que merece la pena meterse), de los
que dan un buen tirón de orejas a tu “filantropía
telescópica”, esa que ejerces desde tu sillón y llega cuanto más lejos
mejor. Para que no salpique, supongo. El concepto es de Dickens (Casa Desolada), pero nos define perfectamente a la mayoría
de nosotros, españoles del s XXI. Por eso es importante, de vez en cuando,
escuchar historias de filantropía de
verdad, de la que se ejerce sobre el terreno, con las manos, con la
sonrisa, mirando a los ojos. A ver si se nos contagia algo. Aquí van cinco
ejemplos extraordinarios que tuvimos la suerte de vivir en el Espacio
Somos de la Fundación
Botín de Madrid. Cinco testimonios de personas y empresas que, ciertamente,
nos dejaron huella. Profunda e inspiradora.
Debra Piel
de Mariposa. Solidaridad contra la enfermedad
En 1993, Nieves Montero y su marido Íñigo
fundaron la Asociación Debra-Piel de Mariposa cuando su primer hijo nació con la
enfermedad Epidermólisis bullosa. Una enfermedad rara entre las enfermedades
raras, y cruel entre las enfermedades más crueles. Porque, además de dolorosa
(«los afectados sufren dolor todos los días de su vida, todos los momentos de
su día» nos cuenta Nieves), es incurable. El nombre le viene por la extrema
fragilidad de la piel, como la de una mariposa, que te deja en carne viva por fuera y también por dentro, en algunos
órganos. Nieves e Íñigo, tras los primeros momentos de incertidumbre y
desolación, decidieron crear la Asociación para que ninguna familia de
afectados caminara sola, para que pudieran apoyarse y ayudarse unas a otras. En
pocos años habían crecido de manera tan espectacular que decidieron
profesionalizarse. Hoy cuentan con un panel de expertos internacionales,
innumerables familias, voluntarios y colaboradores, y 11 Tiendas Solidarias Piel
de Mariposa que, además de vender moda sostenible, generan beneficios
para hacer crecer sus proyectos de ayuda y de investigación (ahí es donde tú
puedes ayudar, por cierto). Ah, y
también cuentan con unos embajadores de lujo, que a través del vídeo #yovendomicuerpo nos meten en la frágil piel de los
afectados por esta enfermedad. Y, de paso, nos ponen la piel de gallina.
La Casa de Carlota. Talentos diferentes. Nada más. Y nada
menos
La Casa de Carlota es un estudio de
diseño diferente. Creativo, innovador y sorprendente como pocos. Transgresor.
Incluso revolucionario. La clave de tanto adjetivo impactante es la INTEGRACIÓN. Así, con mayúsculas. Porque
en esta casa trabajan creativos con síndrome
de Down y autismo, que aportan una frescura, una pureza y una libertad
expresiva que ya quisieran muchos grandes creativos y diseñadores gráficos de
pro. Pero cuidado, avisa José María
Batalla, padre de la idea (y de aquel maravilloso vídeo de Los
Peces no se Mojan): aquí no trabaja nadie porque tenga un cromosoma de más
o de menos; aquí trabaja el que vale, el que aporta, el que marca diferencias. No contratan a los diseñadores por sus
discapacidades, sino por sus capacidades diferentes. Es el sueño de
cualquier director creativo: lateral
thinking pero de verdad. El equipo también suma a jóvenes estudiantes de
escuelas de diseño, profesionales provenientes del mundo del arte, el diseño y
la creatividad, además de «una holandesa, otro que va en bici y un vegetariano». Una inusual y extraordinaria combinación de talentos que es también una
verdadera lección de inclusión y de sentido común. Que, en el fondo, viene a
ser lo mismo.
Algo de Jaime. Mucho de Jaime
Jaime tiene 24 años y le encanta
dibujar. De hecho, tiene un talento especial para la ilustración. Sobre todo
animales. El dibujo, para Jaime, es mucho más que una habilidad extraordinaria.
Es su forma de expresarse, de
comunicarse con el mundo; básicamente su única manera de exteriorizar algo
de lo mucho que tiene dentro. Y es que Jaime tiene autismo severo, pero a pesar de sus problemas de comunicación y
sociabilidad también es libre para ver las cosas de otra manera. Nos lo
cuenta Sole Alonso, su madre. Y nos
cuenta también cómo ella y su marido, Javier, han adaptado su vida, su mentalidad
a la de Jaime. Cómo lo que al principio
pensaron que era una carga se convirtió en un milagro; cómo Jaime ha unido
a la familia, y qué orgullosos están sus hermanos de él. Y también nos contó
cómo ese talento innato e inagotable se convirtió en una marca de moda, Algo de
Jaime, que
hoy se vende hasta en Zara,
El Corte Inglés
y Kilombo Rugs.
Un negocio solidario que asegura el
futuro de Jaime y ayuda a otras asociaciones y fundaciones. La lección que nos
deja Jaime es que el talento a veces tiene caminos sorprendentes, impensables;
y que, como nos recuerda su madre, no
debemos juzgar por la superficie, sino por lo profundo que hay en cada
persona. Que es lo que somos. Por cierto, esta es la tienda de Algo de Jaime; por muy poco de tu parte te llevarás mucho de Jaime.
Trip Drop. Viajar con el corazón en la mano
Daniel Losada es un gran tipo. Lo digo porque lo sé de primera mano. Y
lo dice él, sin palabras, con ese corazón que tiene que no le cabe en el
cuerpo. Además de viajero (fundador de Deep Planet) y fotógrafo excepcional (es quien ilumina los libros de Lo Que De Verdad Importa con esas
imágenes llenas de alma), es un tipo que vive
constantemente con la mirada puesta en el otro. De esos que se preguntan
cada día ¿Qué puedo hacer para ayudar? ¿Cómo y dónde? Y van y lo hacen. Sin más
historias. Dani creó en 2009 la plataforma Trip-Drop Viaja y Ayuda, que pone en
contacto a viajeros (primer mundo) con comunidades que necesitan ayuda en los
países de destino (tercer mundo). La diferencia está en que los viajeros entregan la ayuda
in situ, mirando a los ojos, con humildad y cercanía, comprando en
destino; y recibiendo su gratificante recompensa (abrazos, sonrisas, emoción) también
en vivo y en directo. Y eso es impagable, para unos y para otros. «Viajamos con dos sacos, uno para dar y
otro para recibir», dice Dani. En
esos sacos cabe de todo: desde cabras para las viudas masái, máquinas de
braille para una escuela de niños albinos o un autobús para las madres
teresianas de Bombay, hasta balones de fútbol, ladrillos y manos para levantar
un orfanato, ropa, medicinas, material escolar... No es caridad, es intercambio;
y, sobre todo, una acción de gran
rentabilidad emocional. Ah, y también puedes colaborar sin necesidad de viajar.
Lo importante es que cada uno pongamos nuestra gotita.
Make A Wish. De ilusión también se cura
Todos los niños con enfermedades graves,
raras y/o de larga duración tienen una cosa en común: que son niños. Bueno, dos
cosas: que tienen ilusiones. Sueños, deseos, esperanzas. Ellos viven el
presente, por eso no pierden nunca la
fuerza ni la alegría a pesar de lo que llevan encima. Quieren vivir, jugar,
reír, ser niños. Ejercer de niños. Otra cosa son sus padres, sus hermanos, su
familia. A ellos el mundo se les cae encima. Y necesitan también su tratamiento
emocional. Para unos y otros nació en 1999 Make-A-Wish, que apuesta por una
medicina muy eficaz y necesaria llamada ilusión. Como nos cuenta Carmela Fernández-Piera, un equipo de voluntarios
(o ángeles) se ocupa de hacer realidad
esas experiencias mágicas, esos momentos especiales que van a ayudar a
niños y familias a enfrentarse al sufrimiento, transformando el dolor, el miedo
o la soledad en energía, vitalidad y espíritu de lucha. A mantener vivas sus
ilusiones. Fuerte ¿eh? Conocer a su ídolo, ser un arqueólogo egipcio, manejar
un barco carguero, visitar Legoland o Disneyland, nadar entre delfines, volver
a Venezuela para reencontrarse con alguien especial… Lo importante, además, es
que cumplir la ilusión no es un regalo, cada niño tiene que currárselo,
merecérselo, ganárselo. En el esfuerzo
está la verdadera recompensa. El suyo, y el nuestro: porque nuestra solidaridad
también ayuda a cumplir las ilusiones
de estos niños. Y eso, amigos, también es importante.
Al final, la gran lección que
aprendemos de estas historias, de estos testimonios, es cómo todos podemos lograr cosas extraordinarias
sólo con proponérnoslo. Cómo podemos ayudar a mil causas de mil maneras
diferentes. Cómo podemos involucrarnos de manera real, directa. Y cuánto bien
podemos hacer sin esperar a que nos suceda algo extraordinario o grave para empezar.
Sólo nos hace falta un empujoncito. Pues aquí tienes cinco.
Feliz año nuevo.
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