Marimar es… Marimar. Puede parecer algo obvio, pero es la
única descripción exacta de su persona. Podríamos intentar describirla con los
adjetivos habituales, por ejemplo única, entrañable, cariñosa, fuerte,
valiente, optimista, testaruda, generosa, activa, vitalista, divertida, buena, humilde,
entrañable (sí, está repetido; lo sé), y todos ellos serían correctos, son
parte inequívoca de su personalidad. Pero Marimar tiene algo más, un plus que
es muy difícil de describir con simples adjetivos. Hay que conocerla, sentirla,
vivirla… y entonces se llega a la conclusión de que Marimar es, pues eso, Marimar.
Dentro de la gran familia que es Lo Que De Verdad Importa,
Marimar es una ponente muy especial. Además de por su personalidad, por la
forma en que llegó a los congresos. El primer año estuvo durante todo el acto
sentada entre el público, observando y escuchando atentamente desde su silla de
ruedas a cada uno de los ponentes (Irene Villa, Nando Parrado, Kyle Maynard y
Bosco Gutiérrez). Toni, su padre (otro ser humano indescriptible; lo mismo que
su madre, Loli), se acercó a Pilar y le dijo: “Hola, soy el padre de Marimar y
solo te quiero entregar este vídeo”. Era el documental ‘Mar Afuera’, que Pilar
se llevó a casa y vio al cabo de unos días. “Estuve llorando una semana”,
reconoce. Desde aquella primera edición, Marimar no faltó ni un solo año a su
cita con el congreso de Lo Que De Verdad Importa en Madrid; como merecido
homenaje, en el congreso del quinto aniversario fue ponente de honor. Y su
historia (transmitida con la ayuda y complicidad de su gran amigo Jaume
Sanllorente) cautivó y conmovió a cada uno de los dos mil jóvenes que tuvieron
la inmensa suerte de asistir aquella tarde de noviembre al Palacio de Congresos
de Madrid.
En la pantalla aparece un mensaje escrito por Marimar:
“Buenas tardes a todos. Me
llamo María del Mar. Tengo 25 años y llevo asistiendo a estos maravillosos
congresos desde su inauguración de la misma manera que todos vosotros: como
público.
En estos cinco años, de un
modo u otro, me he sentido identificada con muchos de los testimonios que han
pasado por aquí. Todas han sido historias de superación que me han hecho
reflexionar sobre ‘lo que de verdad importa’.
La verdad es que no me veo como una superwoman ni como una
heroína. Tan solo soy una chica que vive en unas circunstancias distintas.
Muchas veces he estado tentada de compartir mis experiencias con todos
vosotros, pues creo que pueden ser de ayuda, pero para eso necesitaba una persona
que diera voz a esas palabras y fue precisamente aquí donde la encontré.
Encontré a mi gran amigo Jaume Sanllorente”.
Marimar sube al escenario, empujada por su padre, bajo una
tormenta de aplausos. Es la primera vez que está ahí arriba. Jaume se sienta
junto a ella. Saluda al público con un hilo de voz y un poco de tos (ha estado
enferma toda la semana, pero no quería perderse ese momento por nada del
mundo): “Hola a todos”. Más aplausos. Jaume presenta a la protagonista: “Es un
honor compartir este momento contigo, que llevamos ensayando por email desde
hace un tiempo. Millones de personas darían lo que fuera por compartir contigo
este momento tan especial”. Ella, todo humor, no se corta y le tira los tejos a
Jaume: “También hay muchas de las personas que están aquí a las que les
gustaría estar donde yo estoy…”
Marimar se hizo famosa hace unos años gracias a un
documental que tuvo bastante repercusión, primero en TVE y luego en youtube. Lo
protagonizaba una chica de Madrid, tetrapléjica, que estaba estudiando
Periodismo con mucho tesón, con mucha fuerza y no pocas dificultades
(licenciatura que actualmente está terminando). Llevaba por título ‘Mar afuera’, y nació como una respuesta vitalista a la película de Alejandro
Amenábar ‘Mar adentro’, que reflejaba el suicidio asistido de Ramón Sampedro, tetrapléjico
durante 30 años. ‘Mar adentro’ era la visión gris, triste y negativa, sin
esperanza; ‘Mar afuera’ era la visión colorista, alegre y positiva, llena de
vida (por eso se llama ‘Mar’, como ella: “y porque lo dije yo”). Representa su
opción de Vida, “con mayúsculas, con luces de neón, a lo grande; y además
contagiando la vida a todos los que tenemos la suerte de estar a tu alrededor”,
apunta Jaume.
Marimar nació como una niña completamente sana, la mayor de
seis hermanos. Pero a los seis años detectaron que iba perdiendo movilidad
paulatinamente. A partir de ahí comenzó a moverse cada vez con mayor dificultad
y le diagnosticaron una enfermedad degenerativa y desconocida, que ni siquiera
tiene nombre. Bueno, sí: “Yo la he bautizado como la Enfermedad de Marimar”,
reclama la autora. Debido a esta enfermedad, sólo puede mover los músculos del
cuello y de la cara, pero ello no le impide vivir la vida plenamente. Todo un reto,
desde luego; pero un reto elegido y deseado.
De la fuerza de voluntad de
Marimar tienen bastante culpa sus padres, que siempre han transmitido a sus
seis hijos que tener alguna diferencia no significa que uno sea ni mejor ni
peor. Algo que siempre han asumido en su familia con total naturalidad (Marimar
tiene un hermano síndrome de Down, Miguel Ángel —su ángel—, y otro que padece acondroplasia,
Pablo, el pequeño). “La verdad es que
mis padres siempre han sido ese gran pilar que nos sustenta a mí y a mis
hermanos y nos han enseñado muchísimas cosas; pero a grosso modo lo que nos han
enseñado es que en vez de lamentarnos y sentirnos inferiores hay que darle
importancia a otras cosas; nos han enseñado a ser felices, justamente lo
que todos los padres quieren para sus hijos. Y nos han enseñado lo que de verdad importa”.
La enfermedad de Marimar no impidió tampoco que acudiera al
colegio, aunque las infraestructuras del centro más cercano a su casa no
estaban precisamente preparadas para hacer la vida fácil a su alumna especial.
Así que tuvo que intentarlo en otro colegio; pero este se encontraba más lejos,
lo que supuso añadir dificultades. Y cambió de nuevo; al definitivo, el Senara
(en ese momento de la ponencia se escucha un potente griterío en algún lugar
del público; “son las ‘senarinas’, las alumnas del Senara, informa Marimar. “Es
que hay competencia entre colegios… ¡Haya paz!”).
Fueron muchos años en el
colegio, y muchas las anécdotas que podría contar. Hubo soledades, alegrías,
logros, momentos difíciles. Hubo también caídas, mentales y físicas. De estas
tal vez más, pero Marimar es especialista en reaccionar con paciencia y, sobre
todo, sentido del humor. Como aquel día que se cayó al suelo desde una rampa,
saliendo del centro, con el consiguiente trompazo; después de recolocarla en su
silla, se apresuraron para llevarle una tila, aunque, en realidad, quien más la
necesitaba era su padre; ella estaba “con una pachorra…”. Otro día se dio un fuerte
golpe en la cabeza y, ante la falta de hielo para detener la hinchazón, acabó
con un pollo congelado en el chichón. “Momento foto”, se ríe.
Marimar se ríe mucho. Es muy importante el sentido del humor
en su vida. En ella y en quienes tiene a su alrededor. La risa alegra la vida y
relativiza las dificultades; y además se transmite y se contagia con facilidad.
Sobre todo si ella está cerca. Le gusta recordar aquel día en que una niña, al
verla en su silla de ruedas, salió corriendo hacia su abuelo gritando “¡Abuelo,
abuelo, he visto a Clara” (la amiga parapléjica de Heidi). Ha habido también emocionadas
sonrisas, como en el momento de su graduación, con toda su familia y amigos
aplaudiendo, orgullosos de su hazaña. Y ha habido momentos complicados, como
aquel en que, una vez terminada la clase, fueron saliendo del aula todas las
alumnas… menos Marimar; se quedó sola, encerrada tras una puerta imposible de
abrir para ella, llorando de impotencia durante un buen rato, hasta que su
padre fue a buscarla y la “salvó”. Pasado el disgusto, su padre la animó con
una nueva visión de su pequeño trauma: “mira el lado bueno; si han salido todas
dejándote sola es porque absolutamente ninguna te ha visto como una persona que
no puede valerse por sí misma, sino como una persona totalmente normal”. Y es
que, como señala Jaume, “a veces las
tragedias son bendiciones maquilladas; de algo negativo siempre se puede sacar
una lectura positiva”. “Totalmente”, asiente ella.
Marimar es también una gran viajera. No es fácil encontrarla
en Madrid, ya sea porque se ha ido con un grupo de amigos a Galicia o Lanzarote,
o porque está de excursión en cualquier otro lugar interesante. Todos los años,
por ejemplo, viaja a Lourdes. Ella dice que “esperando un milagro, pero el
verdadero milagro es el ambiente que se respira en esos viajes, de ayuda, de
cariño, de entrega. Allí todos somos una gran familia, voluntarios, enfermeras
y enfermos. Muchas veces digo que lo más
importante para mí es creer en Dios —que creo—, ayudar a los demás, dar tu amor
y dejarte ayudar. Todo tiene un porqué y eso me ayuda a no lamentarme y a no
quejarme por nada”. Y la verdad es que no se lamenta por nada. Y es más, se
ve como una persona a la que le gusta más ayudar que ser ayudada; y
objetivamente, hay que reconocer que ayuda más a los que están a su alrededor
(con su ejemplo, su valor, su tesón, su generosidad, su simpatía…) de lo que
ella es ayudada. Y eso que vive rodeada de cariño.
Es impresionante ver cómo
cuida a sus amigos, cómo está pendiente de cada detalle de quienes tiene cerca,
su voluntad de servir a los demás. Siempre habla de la importancia que tiene el
amor, el de su familia, el de sus amigos, el de sus médicos. Pero para ella es
más importante el amor que da, lo mismo que la alegría, el sentido del humor o
sus ganas de vivir. Eso es lo que hace de Marimar alguien tan especial.
“Mi padre dice que
soy una vividora nata, que me encanta disfrutar de la vida; aunque también dice
que soy una loca por ir al parque de atracciones con mis amigos y subirme a
todo lo habido y por haber, sin tener sujeción ni poder agarrarme a nada”. Y ella
se sube en la montaña rusa, y en la lanzadera, y en lo que le echen, porque “el mundo es según lo ve cada uno, y yo veo
el mundo maravilloso. A mí me gusta. Me da igual estar en silla de ruedas,
imposibilitada; eso no me va a cortar las ganas de vivir. Yo trato de vivir
el día a día con la mayor intensidad”. Y así sale de la Lanzadera, “despeinada
y feliz”.
Una de las lecciones diarias de Marimar y su familia es que
el sufrimiento es una escuela, en la que hay mucho que aprender. Tú decides si
quieres o no; si aprendes superas la prueba; si no, suspendes. Al final, todo
está en la escala de valores que tú tengas. Pero no es solo una cuestión de
sufrimiento, también de voluntad, y de esfuerzo, y de ganas de vivir.
Toni y Loli son unos
luchadores, siempre mirando hacia delante, desde el minuto uno; y sus hijos han
salido a ellos. Por ejemplo: cuando Marimar fue a examinarse de Selectividad,
le negaron la adaptación curricular y la obligaron a realizar el examen con
todos los demás alumnos, en la misma aula y con el mismo tiempo, no querían
“favoritismos” (ella, claro, no podía ni siquiera usar el bolígrafo). Se tiró
llorando de jueves a domingo, hasta que se dijo “¡Basta! Se van a enterar de
quién soy yo”. Y se enteraron: después de tres días de exámenes orales, incluyendo
latín, aprobó con nota. Decía el Principito que la peor barrera es la que
tenemos nosotros en nuestra cabeza. Por eso Marimar nunca se ha quejado, no ha
perdido la alegría, y ni siquiera ha necesitado un psicólogo. Aunque suene
excesivo decirlo, es feliz con su enfermedad. Se siente muy útil hacia los
demás, por poder demostrar que es capaz de hacer muchas cosas y ser una persona
activa.
También su vida profesional la vive con plena intensidad y permanentes
retos. Ha estudiado Periodismo, compaginando cada día horas de rehabilitación y
médicos con la Facultad (su ilusión, o su meta, es dirigir un periódico; y lo
conseguirá), es colaboradora de informativos en Radio María y periodista en el
área de Comunicación y contenidos web en Acorde (asociación por una buena
praxis en el derecho concursal). Su sentido del humor y su curiosidad la
llevaron un día a enviar su CV a una empresa sin decirles nada de su
enfermedad… simplemente “quería saber lo que era una entrevista de trabajo y
punto”. Esta es la actitud que tiene Marimar con todo en la vida. Y este es su
mensaje a los jóvenes: “Me gustaría que os quedarais con dos ideas grabadas a
fuego: primero, no tengáis miedo nunca,
porque el miedo paraliza el alma y es tu peor enemigo; si yo estoy aquí con
todos los obstáculos que se me han puesto (y he de decir que han sido unos
poquitos), vosotros también podéis con todo ¿vale? Y segundo, que es muy importante mantener y transmitir esa
sonrisa, pase lo que pase”.
La verdadera lección es, simplemente, tratar de ver siempre
lo bueno en todo, y tratar también de contagiar esa visión positiva a quienes
tenemos alrededor. “Tengo una enfermedad, y a mí me gustaría deciros que, ante
cualquier enfermedad o cualquier obstáculo que nos ponga la vida (a todos nos
pasan cosas buenas y cosas malas) solo tenemos dos opciones: o tirarla a la
basura o vivirla a tope”. La elección de Marimar no admite dudas. Ella ha
decidido vivir la vida a tope y, de paso, mostrarnos el camino para seguir sus
pasos.
Esta historia la escribí originalmente para el primer libro de Lo Que De Verdad Importa (Ed. Lunwerg, 2014).
Esta historia la escribí originalmente para el primer libro de Lo Que De Verdad Importa (Ed. Lunwerg, 2014).
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