Ocho años después del trágico
terremoto de Haití, es un buen momento como otro cualquiera para no olvidar a las víctimas, las que
murieron y las que aún sobreviven; y para recordar a quien murió aquel
fatídico 12 de enero por llevar un poco de esperanza a los niños haitianos después
de haber dedicado su vida a los niños más pobres de Brasil.
“Tantos años protegiéndola de las
balas, de la guerra, y cuando por fin va a Haití, muere por un terremoto”. Se lamenta la hermana Mayu,
aún compungida por la noticia. El día 12 de enero, la Dra.
Zilda Arns, fundadora de Pastoral da Criança, su maestra,
su amiga, murió en Puerto Príncipe a los 75 años. Unos días antes, había
interrumpido las vacaciones junto a sus nietos porque “me han llamado los
obispos de Haití para explicar la Pastoral; esto es muy importante y yo
quiero ir, yo tengo que ir”. Llevaba años esperando este momento, pero la
Embajada siempre le denegaba el permiso, por su seguridad. El 10 de enero
estaba en Haití para dar una charla en la Conferencia Nacional de los
Religiosos del Caribe. Dos días después yacía bajo los escombros de una Iglesia
derruida por el terremoto. Sepultada donde ella quería estar, donde siempre
había estado, con los más pobres, en el país más pobre de América Latina.
La Dra. Arns, Médica Pediatra, Especialista
en Salud Pública, representante titular de la Conferencia Nacional de
los Obispos de Brasil en el Consejo Nacional de Salud, miembro del Consejo
Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil, Presidenta de la
Comisión Intersectorial de Salud Indígena, madre de cinco hijos y abuela
de diez nietos, dedicó la mitad de su vida a la caridad a través de causas
humanitarias y solidarias en el área de la salud, especialmente en el combate
contra la desnutrición y la mortalidad materno-infantil. Para
millones de brasileños fue una de las personalidades más importantes de la
historia de su país; amada, respetada y admirada no sólo por la Iglesia sino
también por la sociedad civil en general, Zilda Arns dejó tras su muerte una de
las organizaciones en defensa de la infancia más importantes, eficaces y
extraordinarias del mundo, con más de 270.000 voluntarios atendiendo a más de 2
millones de niños cada mes: la Pastoral da Criança/Pastoral
de la Niñez. Una obra inmensa como Brasil, gigantesca como su
pobreza.
Si a la familia va bien, al
niño va bien
“El mundo puede ser mucho
mejor si nosotros velamos por él con una mirada de fraternidad, donde todos
tengan pan para comer, esperanzas y todos lleven dentro de su corazón la
voluntad de servir al prójimo”. Esta
idea es la que levantó, junto al cardenal Majela (entonces
Arzobispo de Landrina) y con el apoyo de la Conferencia Nacional de
los Obispos de Brasil, la Pastoral da Criança en el pequeño pueblo de
Florestópolis, que entonces padecía el más alto índice de mortalidad infantil
de todo Brasil. Era el año 1983, y fue el comienzo de una extraordinaria
historia de amor, coraje, dificultades, heroísmo y esperanza. Sobre todo, de
esperanza.
En Florestópolis, Zilda Arns desarrolló una
metodología comunitaria basada en la multiplicación del conocimiento y de la
solidaridad entre las familias más pobres, inspirándose en el milagro de la multiplicación
de los cinco panes y dos peces que saciaron a cinco mil personas, sin contar
mujeres y niños. La educación de las madres por los líderes comunitarios
capacitados (voluntarios) resultó la mejor forma de combatir la desnutrición y
la mayor parte de las enfermedades fácilmente prevenibles, y también la
violencia y la marginación de los niños. Acciones sencillas que se pueden
reproducir fácilmente, como la lactancia materna, el suero casero, las vacunas,
el control nutricional y los cuidados durante el período prenatal alcanzaron
gran éxito. “Si a la familia le va bien, al niño también le va bien”,
sentenciaba la Doctora.
El método es sencillo: mejorar las
condiciones de vida de las mujeres para que sus hijos nazcan fuertes y sanos,
con todo su potencial; y una vez nacidos, desarrollar un proyecto educativo
integral, hasta los seis años. Un desarrollo físico, social, mental, espiritual
y cognitivo, del que depende su futuro. Se trata de enseñar a las madres a
conocer y prevenir enfermedades, educarlas para atenderse y atender a sus
hijos, alfabetizarlas para que aprendan y comprendan. Los testimonios
agradecidos de las madres siempre emocionaban profundamente a la Dra.
Arns: “Yo era ciega, tenía los ojos cerrados; la Pastoral me los ha
abierto: ahora sé leer unas letritas”. Luego, a esa educación
irremplazable es necesario añadir valores de esfuerzo, solidaridad, autoestima;
Zilda Arns lo tenía muy claro: “no se puede vivir de la limosna de la
ONG o del Estado, eso sólo crea dependencia. Si se acaba la ‘vaca’ ya no hay
leche. Hay que aprender a ser autosuficientes”.
270.000 voluntarias contra la
pobreza extrema
Pero lo más importante es siempre llegar
“abajito”, como decía ella, estar dentro, en el corazón de cada comunidad, de
cada casa, de cada familia. En la periferia de las grandes ciudades, en los
bolsones de miseria de los pequeños municipios de Brasil, en los monstruosos
basureros, en las violentas favelas, en los pueblos perdidos, allí donde
sobreviven los más pobres entre los pobres, y dentro de éstos, los más
indefensos: las mujeres y los niños.
Para llevar a cabo esta misión, la Pastoral
da Criança cuenta con una fuerza humana y espiritual inmensa, un verdadero
ejército de 270.000 voluntarias (el 92% son mujeres), que llegan a cada rincón,
a cada familia, a cada niño. Todos los meses, miles y miles de líderes
comunitarias suben montes bajo un sol ardiente, o bajo la lluvia, llegan en
canoa hasta los “palafitos” (casa de madera en el mar), atraviesan pantanos, se
lastiman en caminos de piedra y espinos, a pie, a caballo, en bicicleta o en
barca, sin medir sacrificios, sin pedir nunca nada. Para que “todos los niños
tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10, 10). En palabras de la
Doctora Arns, el trabajo ingente de estos voluntarios tiene “un
verdadero espíritu misionero, de amor ardiente que no espera, sino que sale al
encuentro y tiende la mano a los que más lo necesitan. Un trabajo ecuménico y
sin prejuicios, siguiendo lo que nos enseñó el mismo Jesús.” Mayu, su
fiel Mayu (la hermana Mª Eugenia Arena, Asesora de la Pastoral da Criança
Internacional) relata hasta qué punto se emocionaba cuando esas mujeres le
decían: “antes yo no era persona, ahora me siento una doctora” o “quiero
trabajar hasta el fin de mi vida para salvar a los niños de mi comunidad, lo
mismo que fueron salvados los míos”.
Generosidad, gratitud, entrega, fe; en un
mundo egoísta, ingrato y vacío, ellas dan sus vidas por los demás, cada día,
sin pedir nada, en los rincones más pobres y duros de las ciudades y los
suburbios. Tal y como lo hizo su “jefa”. Mayu cuenta su propia experiencia
cuando visitó un gigantesco basurero de Curitiba, donde vivían y trabajaban las
familias en situación de extrema pobreza: “Era casi un everest de
basura revuelta, suciedad, mal olor, calor… Allí cada mes llegan las líderes
comunitarias arriesgándose para hacer el seguimiento de los niños de familias
que están en peor situación aún que ellas. ¡Aquí está Dios!, en este trabajo
oculto que salva vidas, pensé”.
Hoy, 35 años después, la Pastoral acompaña
mensualmente a dos millones de embarazadas y niños menores de seis años, y a un
millón cuatrocientas mil familias pobres, en 4.060 municipios brasileños. Se
han reducido en más de un 50% la mortalidad infantil y se ha controlado la
desnutrición. Se ha llevado la dignidad y los derechos allí donde antes
sólo había violencia y pobreza extrema. Su método ha sido adoptado en países de
África, Asia y América Latina (Bolivia, Colombia, Guatemala, Panamá, México,
Venezuela, Paraguay… el siguiente iba a ser Haití).
Pero esos millones de niños no se quedan
huérfanos, tras la muerte de su doctora. Ya hace tiempo que una religiosa
excepcional dirige la organización, apoyada por el propio hijo de Zilda Arns,
Nelson, que ha sido coordinador adjunto de su madre durante 26 años. No se
quedan huérfanos, aunque sí un poco más tristes y un poco más solos. Como la
joven Ceiça, sorda de un oído debido a las palizas que recibió de niña, y una
de sus más fieles colaboradoras, que recuerda las palabras de la Dra. Arns con
los ojos humedecidos por la tristeza: “Amar es acoger, amar es
comprender, amar es hacer que otro crezca”. Ella lo sabe bien, pues
fue uno de esos millones de niños que salieron de la miseria y crecieron al
amparo de la Pastoral da Criança.
En España,
Tierra y Vida
En España, el espejo de la obra de Zilda Arns
es la Asociación Tierra y Vida, ong fundada
en 1999 para disminuir la mortalidad infantil, defender los derechos de los
niños y mejorar sus condiciones de vida, en América Latina y Caribe. La
educación como instrumento de desarrollo y cambio. Han atendido ya a más de
30.000 niños, pero su labor y sus voluntarios necesitan nuestro apoyo para
poder llegar a más. Ayudar es muy fácil, sólo hay que entrar en www.asociaciontierrayvida.es y
donar la cantidad que quieras; o hacerte socio. No te imaginas lo que pueden
dar de sí unos pocos euros en manos de Mayu Arena y su equipo.
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