Hace unos 70 o 7.000 años (milenio arriba, milenio abajo) nació
Fred Flintstone. Exactamente el mismo día
que su vecino e inseparable Barney Rubble. Y, casualidades de la vida, también el
día que nacieron sus sufridas esposas, Wilma y Betty. Y su mascota, el
dinosaurio Dino. Y el troncomóvil. Y el cuernófono. Y los piedrólares… Y una de
las series de dibujos animados más exitosas, populares e inmortales de la historia. O de la
prehistoria.
En España,
los Flinstones se llamaron los Picapiedra. Pedro y Vilma Picapiedra. Y
sus vecinos, los Rubble, se
convirtieron en Pablo y Betty Mármol.
Aquí, como en medio mundo, la serie tuvo el mismo éxito que en Estados Unidos,
que en su día batió el récord de capítulos, 166, a lo largo de seis años
ininterrumpidos de emisión en la cadena ABC . Luego
llegaron décadas de reposiciones, capítulos especiales, continuaciones, cine,
homenajes… Pero no nos adelantemos, que vamos en troncomóvil. Regresemos al
principio de la historia.
Los
Picapiedra estaba ambientada en la ciudad de Piedradura (Bedrock), y contaba la
vida cotidiana de una típica familia de clase media americana en los años 50-60,
trasladada a la Edad de Piedra. Las tramas, aunque aparentemente infantiles e
inocentes, en el fondo se dirigían también al público adulto con sus pícaros
diálogos, su divertida crítica a las costumbres de la época (la barbacoa, el
‘boliche’, el drive-in cinema, el coche familiar), sus visionarios avances
tecnológicos y sus continuas referencias a la guerra de sexos (la escena de
Pedro aporreando la puerta al grito de ¡Vilmaaaa! ha marcado a varias
generaciones); o tocando temas “mayores” como la maternidad y la infertilidad
(Vilma se queda embarazada; los Mámol tienen que adoptar), la ludopatía, el
consumismo desenfrenado o las complicadas relaciones familiares.
Los
personajes llegaron incluso a protagonizar varios anuncios de Winston, patrocinador de la serie hasta
1963 (hoy sería impensable ver a Pedro y Pablo fumando relajadamente un cigarrillo
mientras sus esposas realizaban los trabajos del hogar). Y por rematar el
legado adulto de Los Picapiedra, una curiosidad: la sintonía de la serie (“Meet The Flinstones”) es una derivación
del 2º movimiento de la Sonata para Piano nº 17 de Beethoven. Bastante más animada, claro.
La serie se
convirtió muy pronto en un verdadero icono popular y fueron los primeros
dibujos animados en horario prime time,
y también los primeros de la TV emitidos en color, en 1962. Y unas décadas
antes que los Simpson (que tanto les
deben, por cierto) presentaron una extensa y divertidísma galería de artistas
invitados: Ann-Margrock, Stony Curtis, Rock Hudson, Alfred Hitchrock… y hasta
Bond, Fred Bond, en el primer largometraje de la serie, El superagente
Picapiedra (“The Man Called Flintstone”, 1967). El show de Los Picapiedra
mantuvo su récord como la serie animada más larga durante 31 años, desde su
cancelación en 1966 hasta 1997, año en que fue superada, precisamente, por Los
Simpson.
Después de
1966 llegaron otras secuelas y variaciones, meras sucedáneas que no se
acercaron ni de lejos al original. Ni en ingenio, ni en humor, ni en transgresión.
En 1994, el mismísimo Spielberg se
atrevió a producir la versión “en carne y hueso” de Los Picapiedra para el
cine, con un resultado más bien decepcionante, salvo la presencia del gran John Goodman (que indudablemente nació
para ser Pedro Picapiedra) y el luminoso descubrimiento de Halle Berry (un talento y una belleza desde luego mucho mejor
aprovechados en películas posteriores). Increíblemente, el experimento se
repitió en el año 2000, esta vez además sin Goodman y, lo que es peor, sin Halle
Berry.
Casi 70 años
(o 7.000) después de su creación por los genios William Hanna y Joseph Barbera, los Picapiedra siguen encandilando
a generaciones de espectadores en todo el mundo. ¿Su secreto? Tal vez saber
reflejar con enormes dosis de ingenio e ironía la familia media de la sociedad
occidental de las últimas décadas, que es la misma en cualquier país y en
cualquier época. ¿O quién no lanza un eufórico “¡Yabba Dabba Dooo!” cuando
suena la pterodáctilosirena que marca el fin de la jornada laboral?
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