¿Cómo acaba un estudiante de arquitectura
creando una empresa social que se dedica a llevar agua a las zonas más áridas y
pobres del planeta? La respuesta es sencilla: conciencia solidaria. Lo que no es tan sencillo es el camino que ha
tenido que recorrer Antonio (y sus socios, Pablo y Luis) para llegar hasta
aquí. Todo empezó con un voluntariado en Etiopía, echando una mano en un
hospital. Allí, Antonio fue por primera vez consciente de la importancia del
agua en la vida; o más bien de la falta de agua, responsable de la pérdida de muchos
millones de vidas. Malnutrición infantil, enfermedades, carencias sanitarias
básicas, mortalidad… Se dio cuenta de que la verdadera necesidad en estos
lugares, más que los hospitales y las escuelas, era el abastecimiento de agua.
Antonio volvió a España con esta idea grabada
a fuego. Se lo comentó a su amigo Pablo, que estaba de voluntario en una
empresa social, y juntos empezaron a darle vueltas a un posible proyecto social
relacionado con el agua. Contactaron también con Luis, más veterano y con experiencia
financiera, quien no sólo les ayudó a preparar un business plan en condiciones, sino que además se enamoró perdidamente
del proyecto y se unió a Antonio y Pablo. Era enero de 2014.
¿Qué es eso
de “empresa social”?
El objetivo era crear una “empresa social”, un concepto pionero
en España (lo que dificultaba el camino), pero bien asentado en otros países
como Estados Unidos, Inglaterra o Alemania. Tomar lo mejor de las empresas y su forma de operar, y lo mejor de
las ONGs que existen por un fin social. Algo que, sencillamente, aquí no se
entendía. Ni siquiera cuando se presentaban a concursos de startups, lanzaderas
o viveros de empresas. Pero los tres socios decidieron no rendirse y tirar
hacia delante. La causa lo merecía. Y la fórmula “Family&Friends” no les
falló. La idea era vender botellas de agua y destinar el cien por cien de los dividendos
a crear pozos y depósitos de agua potable en zonas de extrema pobreza y sequía.
En septiembre de 2016, dos años y medio después de su fundación, salió la
primera botella de AUARA.
El camino no había sido fácil, ni mucho
menos. Porque además de los problemas administrativos y financieros, propios de
cualquier startup (sobre todo en España), AUARA
tenía que ser sostenible. Pura coherencia. No se trataba de ser un agua
solidaria solo con las personas, también con el planeta. Tras muchas
dificultades lograron encontrar una
botella 100% de plástico reciclado R-PET (algo en lo que también fueron
pioneros), con una forma distintiva (cuadrada) y con el agua mineral natural
más pura, procedente de un manantial de León.
El producto estaba. La causa también. Y el
propósito. Ahora llegaba la hora de la verdad: vender. Se pasaron un año
testeando el producto, buscando clientes en todas partes: hoteles,
restaurantes, máquinas de vending, caterings, empresas de todo tipo y tamaño…
La respuesta fue espectacular. Planificaron también una potente campaña en redes sociales para generar comunidad, llegando
a miles de consumidores que se unieron a su causa. Tanto, que AUARA es la marca
de agua con más seguidores en Instagram
(14,2K) y la que tiene más respuesta e involucración.
El verdadero
valor del agua
Hoy, con un equipo de 12 personas -todo pasión, involucración y
perseverancia- AUARA es un negocio asentado y con enorme proyección. Se ha
profesionalizado a nivel comercial y ha entrado en la primera división. Su
misión sigue siendo exactamente la misma: convertir
un acto cotidiano como beber agua en un acto extraordinario, capaz de salvar
vidas. Literalmente. En apenas tres años han puesto en marcha 14 proyectos
que han dado acceso al agua a más de 7.000 personas, un millón de litros de
agua potable, en países como Sierra Leona, Benín, Malaui, Etiopía, Camboya o
Haití. Gracias a los miles de clientes
que comparten sus valores y ayudan hacer realidad estos proyectos. Lo
importante, para Antonio, Pablo y Luis, es no sólo llevar agua potable a estos
rincones olvidados, también inspirar a personas y organizaciones, y trasladar ese espíritu y esos valores a las
propias empresas: hacer felices a tus empleados, mantener una buena
relación con tus clientes y proveedores, ser sostenibles y responsables… Ser coherentes, en definitiva. En palabras
del célebre psicólogo canadiense Jordan
Peterson, «Ordenar tu habitación antes de intentar ordenar el mundo».
Sostenibilidad, transparencia, solidaridad, coherencia, honestidad…
Unos valores, sin duda, muy fáciles de compartir si tienes un mínimo de
sensibilidad. Y una causa a la que tú
también te puedes sumar, comprando sus botellas, siendo orgulloso embajador
o simplemente pidiendo una botella de AUARA en los restaurantes en los que está
presente (muchos ya, y creciendo). Cada gota cuenta. Lo importante es que entre
todos podemos hacer un mundo un poco mejor. Sólo nos lo tenemos que creer. Para
nosotros será una pequeña gota, pero tal vez sea la única esperanza para miles
de personas que, simplemente, tuvieron la mala suerte de nacer allí.
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