jueves, 16 de enero de 2020

Think BIC! Homenaje al boli de nuestra vida



En la era de la revolución digital, de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la sociedad virtual, no viene mal recordar uno de los inventos más revolucionarios, exitosos y aparentemente simples de la Historia. Tal vez sea exagerado compararlo a la rueda, la polea o la imprenta, pero en aquellos años de carencias y pesadumbre tras la II Guerra Mundial, el boli BIC logró, como los otros grandes inventos de la Humanidad, facilitarnos la vida. Que no es poco.


En 1950, el inquieto Marcel Bich y su socio Edouard Buffard, que unos años antes habían adquirido en París una fábrica desocupada con la idea de producir partes para plumas y lapiceros, crearon un producto que reunía toda la practicidad y avances tecnológicos de la época, y que invariablemente marcó un gran salto para la Humanidad en el desarrollo de la escritura cotidiana: el bolígrafo Bic Cristal. Aunque en realidad, el verdadero creador fue el húngaro Laszo Biró en 1938, cuyo ingenio consistía en una bola de acero en la punta de un cilindro, lleno de tinta especial que bajaba por acción de la gravedad, cubría la bola y se secaba al instante sobre el papel. El invento de Biró se llamó birome, y fue la base sobre la que Marcel Bich diseñó su propia bola metálica, perfeccionando el flujo de tinta de forma que acabó para siempre con los molestos borrones. Bich quitó la ‘h’ de su apellido (para evitar incómodas sonoridades con la palabra ‘bitch’) y el nuevo bolígrafo firmó su página en la historia con el nombre de Bic, “el bolígrafo mediano”.



En 1953 salió de fábrica el primer bolígrafo Bic Cristal y la primera palabra que escribió fue “éxito”. Una acertada premonición, desde luego, porque aquella tinta era petróleo. La producción inicial de 10.000 unidades diarias se multiplicó hasta las 250.000 en sólo tres años. En poco tiempo la revolución Bic se extendió por todo el mundo, hasta llegar a los 160 países actuales, en los que se venden 15 millones de bics cada día. Con los años, la compañía comercializó otros exitosos inventos del propio Bich, tan dispares y tan geniales como mecheros, cuchillas de afeitar desechables, canoas, tablas de surf y hasta móviles.

El ingenioso Barón Marcel Bich murió en 1994, a los 79 años de edad, después de una prolífica biografía creadora y procreadora (tuvo once hijos).

Hace un par de años, en la primavera de 2018, este pequeño invento tuvo incluso su propia Exposición, nada menos que en el prestigioso Centquatre de París, donde protagonizó una colección de arte contemporáneo sin precedentes. Más de 150 trabajos artísticos entre dibujos, fotografías y esculturas, de artistas procedentes de todo el planeta, unidos por una inspiración común: el boli Bic.

Y es que desde hace casi siete décadas, el Bolígrafo Bic forma parte de la Historia tanto como el boli bic de la historia de cada uno. Todos tenemos nuestros propios recuerdos inseparables de un boli bic. Desde nuestra tierna infancia y esos ‘murales abstractos’ que aparecían en las paredes del salón (blanco lienzo donde los haya); o en el colegio, para escribir dictados, pintar gafas y pipa a Sócrates en el libro de Filosofía o disparar bolitas de papel mojado en plan cerbatana de precisión; o en la Facultad, tatuándonos brazos y manos con oportunos ‘recordatorios’ en los exámenes (también escritos con compás y paciencia infinita en el propio boli, para lo que se tardaba, más o menos, el tiempo de estudiar la asignatura completa); y por supuesto en el trabajo, garabateando inconscientemente en aburridas reuniones o firmando prometedores negocios. 

Sí, el boli Bic es parte imborrable de nuestra particular historia, de mi historia también; tan imborrable como su tinta azul o negra sobre el papel de mis cuadernos, habitualmente llenos de terroríficos garabatos adornando mis apuntes. Mis primeros  relatos y poesías adolescentes, mis primeros dibujos de cómic o las primeras ideas creativas que presenté a mis clientes nacieron de un Bic. También fue parte inseparable de mi afición a la música, en forma de improvisadas baquetas o rebobinando las decenas de casetes que grababa cada año (¿os suena?). Y quién no recuerda aquel inolvidable jingle, que marcó a nuestra generación y que aún hoy recordamos y tarareamos con indisimulada nostalgia: “Bic naranja escribe fino; Bic Cristal escribe normal”. 




Y yo me pregunto: sesenta y siete años después de su nacimiento, cuando miles (millones) de jóvenes emprendedores repartidos por el mundo globalizado e hipertecnológico están tratando de inventar la nueva app que revolucione el mercado, ¿cuántos están inventando el nuevo Bic? ¿Un ingenio del alcance, la versatilidad, la simplicidad, la longevidad y la universalidad del boli bic?




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