Los aficionados al buen cine aún estamos celebrando el Oscar de Toy Story 4 (lástima Klaus, otra gran película) mientras esperamos ansiosos la llegada de Soul, el próximo junio. Una buena noticia no solo para los niños y los
amantes del cine animado, sino del Cine en mayúsculas. Porque lo que ha
conseguido Pixar a lo largo de sus tres décadas de historia cinematográfica es
un buen puñado de obras maestras que han conquistado a todos los públicos por
igual. Los genios Steve Jobs y John Lasseter revolucionaron el cine para
siempre, y ahora que está a punto de estrenarse su último proyecto (¿qué son tres mesecitos?), es un buen momento para recordar
cómo empezó todo…
Corría el año 1985, Año
I tras el lanzamiento del primer Macintosh y de ese impactante spot (“1984” ) que, además de golpear
al gigante IBM transformado en “Gran Hermano”, tambaleó los cimientos de la
industria informática. Sin embargo, el primer ordenador con sistema operativo
visual no obtuvo los resultados en ventas esperados y Apple despidió a más de
mil empleados, entre ellos a su propio fundador, Steve Jobs. Ser despedido de la empresa que tú mismo has creado,
después de haberle entregado tu vida durante una década, y además por el hombre
al que tú convenciste para dejar su trabajo y entrar en esa aventura
apasionante (John Sculley), no debe
ser precisamente muy motivador para una persona normal. Pero Jobs no era una
persona normal. Era un soñador con los pies en la tierra, un innovador nato, un
luchador de inquebrantable tenacidad e inagotable curiosidad; y, por encima de
todo, un enamorado de su trabajo. “Por unos meses, no supe realmente qué hacer.
Fue un absoluto fracaso público. Lentamente comencé a entender algo: que yo
todavía amaba lo que hacía. Había sido rechazado, pero seguía enamorado. Y así
decidí comenzar de nuevo”.
Cuatro fracasados
En 1986, en el camino
del fracasado Jobs se cruzaron otros tres fracasados: George Lucas, Ed Catmull
y John Lasseter. Lucas, a su vez,
acumulaba dos fracasos que lo llevaron al borde de la ruina: su carísimo
divorcio y el batacazo en taquilla de su última película, Howard, un nuevo héroe, que le obligaron a malvender The Graphics
Group, la división de efectos especiales de Lucasfilm, dedicada a la animación
por ordenador y que había creado para El
Imperio contraataca (1980). Ed Catmull era
un animador frustrado que nunca supo defenderse excesivamente bien con el
lápiz, pero sí con el teclado, y cuyo talento en la programación por ordenador
había puesto al servicio de George Lucas
y de su empresa The Graphics Group, la cual dirigía antes de su quiebra. El
tercer fracasado era John Lasseter, animador a las órdenes de Disney, que fue despedido no por falta
de talento, sino por exceso de visión: cometió la imprudencia de predecir que
el futuro de los dibujos animados no estaba en las plantillas superpuestas y
los lápices de colores, sino en los softwares y los píxeles.
Así que Lucas necesitaba
dinero, Catmull y Lasseter trabajo y Jobs un nuevo sueño en el que creer… y en
el que gastar los diez millones de dólares de su finiquito, que le quemaban el
bolsillo. Guiado por su intuición y su fe en la innovación, compró The Graphics
Group por cinco millones de dólares, invirtió otros cinco, le cambió el nombre
por Pixar (píxel + art) y se puso al
frente de la nueva nave, al mando de Catmull en la parte tecnológica y de Lasseter
en la creativa. Destinada en principio a fabricar hardware, durante los
primeros años la empresa no iba, lo que se dice, excesivamente bien; las
pérdidas se amontonaban y Jobs pensó en abandonar la nave e incluso vendérsela
a su principal adversario, Microsoft. Hasta que, siguiendo la línea dibujada
por Lasseter, en 1990 los pasos de Pixar se encaminaron exclusivamente a la
creación de imágenes generadas y animadas por ordenador.
De Toy Story al infinito
Lasseter demostró su
genio en una serie de cortometrajes que pasaron por las pantallas con suerte
desigual, hasta que llegó Tin Toy y
el óscar al mejor corto de animación. El éxito animó a Jobs, Lasseter y Catmull
a realizar su primer largometraje y, de paso, a cambiar para siempre las reglas
del cine de animación, y del cine sin más. Era el año 1995 y había nacido Toy Story, la primera película generada
totalmente por ordenador. “Steve nos dio una oportunidad y creyó en nuestro
sueño descabellado de hacer películas animadas con ordenador; la única cosa que
nos dijo fue: ¡Hacedlo genial!”, recuerda Lasseter. Y siguieron su mandato de
forma tan literal e inspirada, que realizaron una obra maestra e inmortal,
llena de alma, humor, emoción, acción, inteligencia y personajes entrañables,
con más vida que muchos del cine ‘real’. 110 empleados de Pixar (27 de ellos
animadores), 400 modelos de arcilla posteriormente computerizados, 800.000
horas de ordenador y 114.240 fotogramas animados (cada uno de dos a quince
horas), 30 millones de presupuesto, un inteligente guión (dirigido a niños y
padres), la extraordinaria banda sonora de Randy
Newman, las voces de Tom Hanks, Tim Allen y un gran elenco de
secundarios, además del talento (y el alma) de John Lasseter en la dirección,
llevaron a Toy Story directamente a
lo más alto de la historia del Cine… ¡hasta el infinito y más allá!
Jobs, el soñador visionario
El 19 de
noviembre de 1995 tuvo lugar la premiere en Hollywood. Tres
días después se estrenaba en 2.281 salas de todo el mundo y, tras 37 semanas en
cartel, recaudaba 361.958.736 millones de dólares a nivel mundial, aparte de
multitud de premios y la bendición unánime de la crítica y, lo más importante,
del público. Pixar se convirtió desde entonces en el modelo a seguir, y otras
compañías como Dreamworks (Shrek), BlueSky (Ice
Age) o la propia Disney (que acabó asociándose con Pixar) se sumaron al
carro de la animación digital. Pero nunca llegaron a superar a la pionera, a la
visionaria, a la que marcó el camino del futuro y que continuó su estela de
éxitos con obras maestras como Toy Story 2, 3 y 4, Monstruos,
S.A., Buscando a Nemo, Los Increíbles, Wall-E,
Del revés o Up.
“Steve Jobs
fue un extraordinario visionario, la luz que guiaba a la familia Pixar",
declaró John Lasseter tras la muerte de su socio y amigo. “Vio
el potencial de lo que Pixar podría llegar a ser mucho antes que el resto de
nosotros, mucho más allá de lo que nadie hubiese imaginado. Apostó por
nosotros, y creyó en nuestro loco sueño”. Steve Jobs luchó por sus sueños, sí;
pero, sobre todo, luchó también por los sueños de todos nosotros. Sólo por eso,
nuestro agradecimiento infinito… y más allá.
Curiosidades
Woody y Buzz Lightyear están inspirados en los juguetes que
el director John Lasseter amó en su infancia. El vaquero Woody es reflejo de su
muñeco Casper, que también
hablaba al tirar de la cuerda; su nombre proviene del actor de películas del
oeste Woody Strode.
En cuanto al
guardián del espacio, fue bautizado primero como Lunar Larry y después como Morph Lightyear, para
finalmente quedar como Buzz en homenaje al astronauta Buzz Aldrin; su uniforme
espacial se basó en los trajes de los astronautas del programa Apolo y su
musculoso porte proviene de los muñecos G.I.
Joe, los favoritos del niño Lasseter.
Eso nos hace pensar
que la emotiva escena de Andy despidiéndose de sus juguetes antes de
ir a la
Universidad en Toy Story 3 es, con seguridad, un recuerdo de la
infancia del director. Y de la de todos nosotros, claro.
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