Xavi
Torres nació sin brazos y sin piernas. Cualquiera podría pensar que esa situación
de aparente desventaja ha limitado sus objetivos en la vida. Muy al contrario,
le ha llevado más lejos de lo que probablemente habría llegado si hubiera
nacido, digamos, completo. Con coraje, con esfuerzo, con ilusión y sin
extremidades Xavi ha logrado participar en seis Juegos Olímpicos. En cinco ganó
medalla; aunque para él la medalla más valiosa no es de oro ni de plata ni de
bronce; la más importante de su vida es su “medalla de barro”.
Dos son los
pilares fundamentales en los que se ha apoyado Xavi, a lo largo de su vida,
para salir de esa situación de aparente desventaja: sus padres y la natación. Xavi
nació con una discapacidad, producto de una malformación del embarazo. El
nombre técnico es dismelia,
malformación de las extremidades. Aquel momento, el de su nacimiento, fue tremendamente
duro para sus padres, «porque no es lo que te esperas» (realmente, ¿quién se
espera algo así?). Hace 42 años, cuando Xavi nació, ni sus padres, ni la
sociedad, ni siquiera el personal de rehabilitación o educativo («el que se
encarga de encauzar una vida con normalidad») estaban preparados para
enfrentarse a esta situación; desde luego, no como ahora. «Para un padre, tener un hijo con una discapacidad como la mía resulta
complicado porque es un mundo desconocido; se preguntan: ‘¿Qué hago con mi
niño? ¿Adónde lo llevo para que pueda desarrollar sus capacidades al máximo?’».
Pero si Xavi
es como es, es porque sus padres son como son. Ambos decidieron desde el primer
día tirar para adelante, abriéndose puertas ellos mismos «como unos campeones»;
incluso llegaron a crear una asociación
de chicos y chicas minusválidos (como se les llamaba entonces) con la ayuda
de amigos y gente de su entorno. «Mis padres me ayudaron muchísimo,
especialmente a llevar una situación como la mía con normalidad. Cuando eres
niño no eres consciente de las cosas y haces lo que tus padres te indican».
Lo diferente no nos impide ser normales
No todo eran juegos, claro. Desde que Xavi nació, sus padres lo llevaron a rehabilitación «un día sí, un día no», con regularidad para no perder la rutina. A su fisioterapeuta le faltaban las dos manos y una pierna, así que la típica excusa de ‘yo no puedo’ estaba totalmente descartada. «Era todo un aliciente para mí». Y fue una magnífica ayuda para tener cierta autonomía, alcanzar una independencia que le permitiera llevar una vida normal, como la de los demás. Algo que comenzó a hacer desde muy pequeñito: con año y medio ya empezó a andar, gracias a unas prótesis que le hicieron en Barcelona. Y cuando tocó, lo escolarizaron como a un niño más.
El otro
pilar fundamental de su vida es la natación. Le gustaban también otros deportes,
como el fútbol, que jugaba en el patio del colegio aunque no era precisamente
un crack, reconoce («había portero, centro, medio centro y yo, medio estorbo»).
Pero él se lo pasaba en grande. Ya más mayor, en la universidad, compaginaba
los estudios de Magisterio con el vóley, e incluso participó en la liga
universitaria de Baleares.
Como pez en el agua
Xavi empezó
a comprender, a través del deporte, que podía alcanzar un mundo fantástico
lleno de posibilidades; una actividad que además le hizo crecer como deportista
y como persona, aplicando a la vida los valores del deporte. «Porque el deporte
en este caso es búsqueda de objetivos,
de retos, de desafíos, búsqueda de tus límites, de tu capacidad de esfuerzo.
Es algo que te gusta, y te ayuda; es una motivación, un aliciente, que te ayuda
a esforzarte y a mejorar tu rendimiento.»
El
entrenamiento se hizo un poco más duro, con el objeto de mejorar su resistencia
física y su técnica en los diferentes estilos. La entrenadora le animó a que
empezara a competir, aunque él siempre había sido muy poco competitivo. De
hecho, la primera vez que se clasificó para el Campeonato de España ni siquiera
se presentó. Tendría unos 14 años. «A esa edad no sabes muy bien lo que te
gusta y lo que no, lo que quieres». Y además, hay gente que, simplemente, no ve
el deporte como una competición.
Un año
después se clasificó de nuevo para el Campeonato de España; y esta vez sí
acudió, porque se estaba dando cuenta de que el deporte era una puerta abierta
a un mundo de posibilidades. «El deporte
es una herramienta que, bien utilizada, te puede servir de mucho. Para mí
el deporte es mucho más que la competición, muchísimas más cosas». Una de esas cosas
importantes es que va haciendo amigos por todas partes («Miro el panel de un
aeropuerto y tengo amigos en la mayoría de los destinos»). Así que, por una
razón o por otra, la competición comenzó a formar parte de su vida.
Sumar es mejor que restar
«El deporte
me ha servido de mucho: me ha servido para conocerme,
para quererme como soy, para conocer mis capacidades. Yo no vengo a
hablaros de mi historia de discapacidad, sino de mis capacidades, capacidades
que tenemos todos; las cosas las hacemos con nuestras capacidades. Para eso hay
que conocerse bien, quererse bien y conocer esas capacidades para
desarrollarlas y sentirte bien».
También hay
momentos malos, claro. Y ahí es fundamental el apoyo de la familia, «el entorno
es fundamental. Pero el entorno sin la fuerza interior que tengas tú no hace
nada, eso está íntimamente ligado; son fuerzas que tienen que ir unidas. Tú
puedes tener mucha fuerza interior pero siempre hay un momento en que necesitas
la ayuda de los demás». Xavi la tuvo, desde luego; el apoyo incondicional de sus padres, de sus entrenadores, de todo
el entorno del deporte.
Pero, como
él dice, por encima de todo está su propia capacidad de sacrificio, de aguante,
su permanente espíritu de superación. Haber estado en seis Juegos Paralímpicos,
desde Barcelona 92 hasta Londres 2012, no se logra de ninguna otra manera. «Yo nadaba
unos 10.000 metros diarios para entrenar, y en alguna ocasión he llegado a
alcanzar los 18.000 metros, preparando el reto de las 24 horas». Una cantidad
imponente aún sin discapacidad. La otra clave es el entrenador: «Es un trabajo
tuyo pero también de tu entrenador, que tiene que conocerte bien». De hecho,
Xavi lleva 17 años con el mismo entrenador, que le conoce mejor que nadie, mejor
incluso que él mismo. «Conoce mis capacidades mejor que yo; me propone cosas
que a mí me parecen imposibles y las hacemos. Incluso hoy en día, después de
tantos años, seguimos descubriendo cosas que nos sorprenden a los dos».
Intentar, fracasar, aprender
Hay que
buscar las emociones que nos brinda la vida, y a veces hay que hacerlo probando
experiencias nuevas, buscando propuestas diferentes, intentando, fracasando y aprendiendo. El deporte puede ser un buen
camino para ello. «A mí el deporte me ha aportado muchísimo, una serie de emociones
de todos los colores, desde grandes alegrías a grandes decepciones. También se
aprende, yo he aprendido mucho de grandes decepciones en el mundo del deporte.
Esas experiencias son las que te curten como persona».
Al final,
quedan las recompensas a ese esfuerzo, al trabajo continuo y al permanente
aprendizaje. Su trayectoria deportiva es impresionante, aunque para él lo
importante no es ganar, sino ser el primero para uno mismo, y eso se logra
cuando cumples tus sueños.
En este
sentido, Xavi recuerda dos momentos especialmente significativos. Acudió a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 con
muchísima ilusión y el convencimiento de que podía ganar; por poco se queda
fuera del podio, aunque finalmente quedó segundo; medalla de plata. Para él fue
una gran decepción, porque iba con el
ojo puesto en el oro. Sin embargo, cuatro años después, en Pekín, llegó también
segundo y «era el hombre más feliz del mundo». ¿Por qué? «Porque mis objetivos,
mis ilusiones, eran diferentes. Tenía cuatro años más, no era favorito. Por
tanto, cumplir esos objetivos, te puede llenar mucho».
Y es que ganar o perder es siempre muy relativo.
Uno puede estar en el podio y no sentirse ganador. También hay momentos difíciles,
en los que lo único que piensas es en abandonar, te preguntas para qué sigues, qué
sentido tiene lo que estás haciendo. «Por eso hay que dedicarle tiempo a
reflexionar». Apoyarte en los amigos, los de verdad («Yo tengo pocos amigos
pero los que tengo son muy, muy buenos»), en tu familia, en la gente que te quiere.
Xavi lo sabe
muy bien. Estuvo a punto de retirarse tras los Juegos de Atenas, a pesar de su
medalla de plata; pero luego lo meditó, lo pensó en frío y se planteó qué
límites hay que ponerse en la vida, y específicamente en el mundo del deporte. «Yo
lo había hecho todo. Había sido campeón del mundo, campeón de Europa, campeón
de España, récord mundial… Pero a veces te cansas de hacer lo mismo. Yo soy
especialista en estilo y he hecho cientos de veces la misma prueba». Por eso es
tan importante proponerse hacer cosas diferentes, plantearse objetivos que quizá no logres, pero que son un aliciente
para superarse, para vivir experiencias nuevas, emociones nuevas.
Nuevos sueños, nuevos retos
Y eso que a Xavi
no le van las pruebas de distancia ni mucho menos las travesías en aguas
abiertas. Aun así, también ha probado la experiencia en alguna ocasión. En Mar
de Plata, en 1992, nadando 3.000 metros sobre «aguas muy frías y turbias»; no
pretendía competir, simplemente acompañar a un amigo, pero a mitad de la
prueba, nadando solo, descolgado, se topó con un lobo marino que le miró «con
mirada de lobo marino; expresión que no existe pero se debería inventar». Tras
reponerse del susto, acertó a gritar ‘¡Socorro!’ con todas sus fuerzas.
Apareció un chaval con una piragua y le dijo que no había peligro, que no se
preocupara y que iba a buscar una lancha para recogerlo. Cuando el chaval se
marchó y Xavi se vio de nuevo solo ante el peligro, empezó a nadar a toda máquina,
impulsado por el pavor ante el más que posible regreso de esa ‘mirada de lobo
marino’. Acabó segundo.
Como ponente de los congresos de valores de la Fundación Lo Que De Verdad Importa, su mensaje a los jóvenes es muy claro: «Yo me
considero una persona muy afortunada, porque lo que de verdad importa en la vida es sentirte bien con la vida que
tienes». Y ser agradecido con aquellos que te apoyan. «Creo que es
fundamental en la vida el ser generoso y ofrecer las cosas que tú consigues,
que a ti te ayudan, a los demás. Te hace sentir importante, te hace sentir muy
bien».
La medalla de barro
«Mucha gente
piensa que mi carrera deportiva empieza en Barcelona y acaba, de momento, en
Londres. Lo que la gente no sabe es que mi carrera deportiva empieza aquí, en
mi medalla de barro. ¿Sabéis que escribí aquí? ‘Barcelona ‘92. Ese era mi
sueño, era mi ilusión». Una medalla que conserva desde entonces, casi intacta.
Gastada por el paso de los años y las citas olímpicas. «El que se vaya gastando
es también símbolo de mi carrera deportiva. Yo sé que me queda poco
deportivamente. Y me gusta tenerla así, me gusta que refleje el paso del tiempo».
Aquel sueño,
que Xavi escribió en su medalla de barro a los 12 años, fue su sueño. Pero
todos debemos tener nuestros sueños, y expresar ese deseo cada uno a su manera.
«Todos debemos tener ilusiones,
porque todos queremos ser felices. No queremos ganar mucho dinero, no queremos
ganar muchas medallas… En realidad lo que queremos es ser felices y compartirlo
con nuestra gente. Yo lo he expresado así, pero hay mil formas de decirlo. Y
hay que ser consecuente con ello; cuando
tienes un sueño tienes que hacer todo lo posible por cumplirlo, porque es
tu sueño, tu ilusión y es lo que va a llenar tu vida».
«Sólo os
pido una cosita: cuando pasen los años y echéis la vista atrás, que nadie os pueda decir nunca jamás que no
habéis luchado al máximo por cumplir vuestros sueños». Es el deseo de
alguien que no se dejó vencer por las circunstancias, que se impuso una meta
(vivir una vida plena, feliz y normal), y que la ha cumplido con creces. Una
vida que Xavi Torres no cambia por la de nadie.
Esta historia la escribí originalmente para el segundo libro de Lo Que De Verdad Importa.
Esta historia la escribí originalmente para el segundo libro de Lo Que De Verdad Importa.
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