El mundo del
espectáculo está repleto de pioneros que descubrieron y marcaron un camino
hasta entonces desconocido. Inventos prodigiosos, avances tecnológicos,
hallazgos científicos, innovaciones que maravillan a millones de espectadores
cada vez más difíciles de sorprender. Por eso, cuando la sorprendente innovación
consiste en un simple trapo con ojos, el mérito del genio creador es mucho
mayor. Hay truco, claro. Y no es otro que dar vida a ese trapo. Es exactamente
a lo que dedicó su vida Jim Henson.
Cuando en 1969 asomó en los televisores de los hogares norteamericanos
una rana de felpa con ojos saltones, boca contorsionista y labia inagotable presentando
el programa Sesame Street (en
España Barrio Sésamo) el mundo
descubrió a un nuevo genio. Pero la historia de la rana Gustavo (Kermit,
el original) se remonta 14 años atrás; y la de su creador, unos cuantos más. James
Maury Henson, Jim para los amigos, descubrió que quería dedicarse al mundo
del espectáculo cuando era apenas un chaval, exactamente el día que llegó a su
hogar la primera televisión (“el mayor acontecimiento de mi adolescencia”); en
esa pantalla, Jim conoció al gran marionetista Burr Tillstrom y
descubrió también su amor por los muñecos de trapo y voz ventrílocua.
En 1954, aún en el colegio, comenzó a trabajar en una pequeña emisora de
TV creando un show con marionetas para la programación matutina de los sábados.
Siguió desarrollando su artística afición en la universidad, en Washington,
donde descubrió las posibilidades de los diferentes materiales textiles y donde
una emisora local le ofreció la oportunidad que decidiría el resto de su vida:
crear su propio show de marionetas en directo. El 9 de mayo de 1955 se emitió
el primer programa de Sam and Friends;
ese día, los telespectadores de Washington D.C. tuvieron el honor de conocer a
la rana Gustavo (en blanco y negro, en un programa de cinco minutos y en una
versión muy básica, pero llena de vida; y de humor). El show se prolongó
durante seis años y fue el germen de lo que algún tiempo después serían los Muppets.
Y también el germen de la familia Henson, ya que una de las marionetistas,
Jane, se convertiría en la esposa de Jim y madre de sus cinco hijos.
Henson pensaba que las marionetas necesitaban tener “vida y sensibilidad”
para ser creíbles en televisión. Así que comenzó a diseñar personajes
utilizando materiales flexibles que permitieran mostrar diferentes emociones,
algo imposible para una marioneta rígida. Además, en lugar de mover los brazos
con cuerdas desde arriba, utilizó varillas para manipularlos desde abajo, enriqueciendo
sus movimientos. Por último, les dio voz y personalidad. Lo que logró fue crear
unas marionetas llenas de vida como no se habían visto antes; y las completó
con unos diálogos ingeniosos y divertidos que convirtieron Sam and Friends en un éxito durante
seis años.
Una vez graduado, el joven Jim anduvo dubitativo sobre su futuro y el de
sus criaturas de felpa. Su sueño era realizar un show de “entretenimiento para
todo el mundo” con sus Muppets. Mientras tanto, su mujer abandonó las
marionetas para criar a sus hijos y Henson se asoció con Frank Oz, otro genio apasionado
por los títeres que sería su amigo, cómplice y colaborador durante 27 años. En
1969 Jim Henson cumplió su sueño: entró a formar parte de un visionario
programa infantil de televisión, Sesame
Street, lleno de estrafalarios personajes de trapo (El Monstruo de las
Galletas, Bert y Ernie, el Pájaro Gigante) a los que se sumó Gustavo, el
reportero más dicharachero de Barrio Sésamo.
Poco a poco, los personajes creados por Jim Henson
cobraron mayor protagonismo en el “barrio”; pero la idea de su creador era concederles
su propio programa. Un show exclusivo para los Muppets. Y orientado no sólo al
público infantil, sino también al adulto. El proyecto fue una realidad en 1976,
con producción británica. A la
Rana Gustavo se le fueron uniendo personajes
memorables y variopintos como la inimitable y oronda Miss Peggy, el gran
Gonzo, el presunto chistoso Fozzie, el descerebrado Animal,
el ininteligible Chef Sueco, la rockera Electric Mayhem (banda del programa) y
los entrañables y
sarcásticos ancianos Slater y Waldorf, siempre
dispuestos a desprestigiar el show desde su palco. El resultado fue un programa
de variedades de lo más surrealista y disparatado, que conquistó a la audiencia
durante cinco temporadas (120 programas y 235 millones de espectadores en 100
países) y convirtió a sus personajes en auténticos referentes culturales de
varias generaciones. Por el plató de los Muppets cantaron, bailaron y rieron las
más relumbrantes estrellas del momento, en perfecta complicidad con la
extravagante troupe: Elton John, Nureyev, Peter Sellers, Johnny
Cash, John Denver, Julie Andrews, Bob Hope, Liza
Minelli, Gene Kelly, Candice Bergen, Peter Ustinov… y
muchos, muchos más. Todos querían ser invitados al show y dejarse llevar por
las disparatadas ocurrencias de sus personajes (las estrellas femeninas, además,
debían soportar los incombustibles celos de Miss Peggy).
La familia Muppet creció con los años (en cantidad y en disparate) y
perduró en la memoria colectiva gracias al talento, el ingenio y la iniciativa
de Jim Henson (y sus colaboradores, Frank Oz a la cabeza). Luego
llegaría el salto a la gran pantalla, con obras memorables dirigidas por Henson
y, tras su muerte, por su hijo Brian; y otros proyectos paralelos a los
Muppets, como las películas El Cristal
Oscuro y Dentro del Laberinto o
la serie de televisión Fraguel Rock, digna heredera del humor y el
colorido musical de sus “mayores”.
James Maury Henson murió en la mañana del 16 de mayo de 1990, a los 53 años. A su
funeral, en la Catedral de San Juan el Divino, en Nueva York, nadie acudió
vestido de negro; una banda de Nueva Orleans, The Dirty Dozen Brass Band,
interpretó When The Saints Go Marching In
y su amigo Harry Belafonte entonó emocionado Turn The World Around (“Dale la vuelta al mundo”); tras dos horas y
media de ceremonia, seis de sus entrañables hijos de trapo le cantaron un
popurrí de sus canciones favoritas; conforme avanzaba la música, se iban
uniendo al coro inicial los demás Muppets, portados por los compungidos
empleados; finalmente, sobre el escenario quedaron todos y cada uno de los
personajes creados por Henson, llorando la pérdida de quien les había dado no
sólo la vida, sino también su propia vida.
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