Fue una gran tarde la de ayer, en el CÓMO. Éxito rotundo,
llenazo total (de gente buena, de emociones, de complicidad, de intensidad, de
firmas). No quedó ni un solo libro sin vender, ni uno solo de esos inmensos corazones
blancos sobre fondo “rojo María”. Un libro importante, sí, que como todo lo que
toca la Fundación Lo Que De Verdad
Importa, está predestinado a hacer mucho bien a mucha gente.
Fue un honor compartir espacio y micrófono, complicidad y
emociones, con gente tan importante como la que allí estaba: esas ‘locas’ maravillosas
de LQDVI, con María, Pilar y Carol a
la cabeza (y al corazón), culpables de toda esta historia cada día más grande,
en todos los sentidos posibles; Dani
Losada, mi socio, mi amigo, ese retratista de almas (sí, suena cursi, pero
es que es así) que ayer nos emocionó especialmente, sin que pudiéramos
disimularlo (delante de más de 200 personas); Javier Ortega, el editor, el paciente, el hombre de Lunwerg, que nos dio una hermosa y
cinéfila lección de poesía; y, por supuesto, los que de verdad importan, los
protagonistas absolutos, los imprescindibles: Amuda Goueli, que salió de una minúscula aldea nubia, perdida en el
desierto, para crear Destinia.com (y aún mantiene los pies en el
suelo); Anne-Dauphine Juliand, una
madre coraje con una capacidad de amar tan inmensa como su dulzura; Emilio de Villota, que nos recordó una
vez más por qué María era como era,
esa sonrisa, esas ganas de vivir, ese corazón inabarcable; Sandra Ibarra, otra gran lección de valentía y amor a la vida (y a
la buena música, pero eso es un Secreto); Lucía
Lantero, a punto de salir de cuentas, que hace unos años fundó otra gran
familia en Haití para cuidar –salvar- a unos niños con mucha peor fortuna; Bento Amaral, deportista tetrapléjico
(qué cara de buena persona) que viajó desde Portugal con su mujer sólo para
estar ahí; Xavi Torres, 16 medallas
paraolímpicas, sin brazos ni piernas, un tipo cercano, simpático, luchador que
debería protagonizar más de un programa de deportes; Toñejo, el gran Toñejo,
un torbellino de humor, una fuerza de la naturaleza, un auténtico crack, en
moto de agua, conduciendo un camión en el Dakar o en silla de ruedas. Y Phillippe Pozzo di Borgo, el
protagonista real de la película Intocable,
que no pudo estar en persona pero sí nos envió un vídeo, porque tampoco quería
perderse el gran acontecimiento.
Hubo también invitados de excepción, como la incombustible Marimar García, como la cantante/actriz
Miriam Fernández (protagonistas del
primer volumen), y un buen puñado de familiares, amigos y fans de la Fundación que
quisieron estar ahí, que siempre están ahí. Un lujazo de público. Un lujazo de
presentación.
Y es que este es un libro importante. Lleno de lecciones, de
valores, de historias de vida que son el mejor ejemplo, la mejor guía si
queremos cambiar este mundo, aunque sea un poquito. Leopoldo Abadía cita siempre una frase (que yo recojo a menudo) que
representa perfectamente el espíritu de la Fundación
LQDVI y de todos los protagonistas de este libro: vivimos demasiado preocupados
por el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos, cuando lo realmente importante
es qué hijos queremos dejar a este mundo.
Sólo tenemos que echar un vistazo a nuestro alrededor, las
noticias, los programas de TV, los protagonistas de las portadas, los ejemplos
que marcan a nuestros hijos: políticos y empresarios corruptos, fama fácil,
dinero fácil, sensacionalismo a tumba abierta, vidas (y almas) en venta,
aprendices de estafadores convertidos en héroes populares… que llenan páginas y páginas, horas y horas de gigantesco
vacío. Y claro, no es de extrañar que a los jóvenes (y a los
mayores) les entren ganas de volverse malos. La tentación es potente. Pero
luego asistes a un congreso de LQDVI o te lees un libro como éste y, de verdad,
te dan ganas de volverte bueno. De hacer cosas por los demás, de enderezar tu
rumbo, de superar dificultades, de olvidarte del “no puedo” y del “si yo lo
intento”, de ambicionar algo más que un puestazo y un cochazo.
Todos (padres, educadores, medios de comunicación, sociedad)
somos responsables de los espejos en los que se miran los niños y los jóvenes
de hoy. Esta es nuestra gran responsabilidad. Y somos también el ejemplo que
les guía en uno u otro sentido (“Hijo,
ten cuidado de por dónde andas” “Ten cuidado tú, papá; yo sigo tus pasos”).
Por eso es importante este libro. Porque estas historias, estos ejemplos, estas
lecciones de vida nos devuelven a la realidad, a la buena, no a la conveniente;
y nos sacuden, y nos despiertan. Y nos levantan. SON UN PEDAZO DE ESPEJO.
Si nuestros hijos (y nosotros) miran a Lucía, a Sandra, a María, a Anne Dauphine, a Toñejo, a Amuda, a Xavi, a
Bento… más que al pequeño Nicolás,
a la Pantoja, a Urdangarín, a los de los ERES
o a los de las tarjetas visa black, entonces
sí estaremos dejando unos MAGNÍFICOS hijos a este mundo, como dice Leopoldo Abadía. Una generación, desde
luego, más prometedora que la nuestra.
Lo
dijo Jorge Font, ponente habitual de LQDVI: “Si no lees este libro, no te pasará nada. Pero si lo lees, te
pasa algo seguro”. Pues eso, regálaselo a alguien que de verdad te importa.
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