lunes, 24 de noviembre de 2014

Lo Que De Verdad Importa 2014. Otra sacudida de las buenas.



Sucede, a veces, que uno necesita ese empujoncito que le reafirme en sus valores; que le diga que sí, que está en el camino correcto; que, aunque imperfecto, uno es en el fondo buena gente. Sí, todos necesitamos a veces ese empujoncito. Somos así, los humanos. Pero lo del pasado viernes no fue un empujoncito. Fue una sacudida en toda regla. Lo suele ser, siempre, el congreso de Lo Que De Verdad Importa. Porque lo que allí se vive, lo que allí se palpa, se respira, se ve; lo que allí se escucha y se interioriza no son testimonios más o menos impactantes, más o menos impresionantes; no, lo que allí experimentas son sacudidas brutales a tu conciencia acomodada, a tu vida de queja y pereza, a tu “no se puede”, a tu “es que” y a tu “si yo lo intento”. Y no hablo de los cerca de dos mil jóvenes que tuvieron la suerte –o los reflejos- de conseguir entrada (otros tantos se quedaron en lista de espera; buena señal de que la generación siguiente viene con ganas). No, hablo de nosotros, los maduros, los mayores, los que hoy –se supone- dirigimos el cotarro. O hundimos el cotarro.

Somos el espejo en el que se miran los niños y los jóvenes de hoy. Somos el ejemplo que les guía en uno u otro sentido; esa es nuestra responsabilidad, la más importante quizá (“Hijo, ten cuidado de por dónde andas” “Ten cuidado tú, papá; yo sigo tus pasos”). Por eso me gusta acudir al Congreso de LQDVI cada año. Porque nos devuelve a la realidad, a la buena, no a la conveniente; y nos sacude, y nos despierta. Y nos levanta.

Es lo que hizo Amuda Goueli. Un tipo que salió de una aldea nubia perdida entre el desierto y la nada, a orillas del Nilo en el lugar donde el Nilo es roca innavegable. Un tipo que decidió convertir esa nada en una empresa modelo, que hoy factura millones (Destinia.com), a base de tesón, valentía, perseverancia y fe inquebrantable en sí mismo. Un tipo que después de lograr todo eso y más, aún mantiene los pies sobre la tierra –sobre la arena del desierto- con una humildad, una cercanía y una sabiduría (“Hay que pasar por la vida como una esponja, no como una maleta”), que por desgracia no abunda en estos lares. Y con una simpatía tan contagiosa, tan enriquecedora como su mensaje. Gracias, Amuda, por tu sonrisa y tu sacudida.


Es lo que hizo también Lopez Lomong, Lopepe, un niño de la guerra, secuestrado por las tropas rebeldes en su aldea de Sudán del Sur a los seis años; que logró escapar, meses después, corriendo durante tres días con la ayuda de sus anónimos “ángeles”; que sobrevivió corriendo durante otros diez años en un gigantesco campo de refugiados; que consiguió llegar a Estados Unidos (adoptado por una familia buena y generosa), donde siguió corriendo hasta convertirse en uno de los atletas más queridos y respetados de su país de adopción (fue el abanderado de la Delegación americana en los Juegos Olímpicos de Pekín). Una maravillosa persona que hoy dedica gran parte de su tiempo y de su fama a contar su historia para inspirar a otros jóvenes, con su lección de superación y su mensaje de esperanza. Gracias, Lopepe, por estrechar mi mano y ensancharme el corazón.


Es lo que hizo Ryan Hreljac. Un imberbe de 23 años, dos metros de altura y un corazón inabarcable. Y una generosidad verdaderamente precoz: a los seis años se enteró de que miles de niños morían de sed en África y no se lo pensó un minuto antes de empezar una cruzada para recaudar fondos que permitieran construir pozos y dar de beber a todos esos niños. Lo que para cualquier otro habría sido un simple capricho infantil, en la terca cabeza de Ryan, en su obstinado corazón, se convirtió en una realidad: desde entonces su fundación Ryan’s Well Foundation ha recaudado millones de dólares que han dado de beber a más de 80.000 personas en 16 países de África. Gracias, Ryan, por dejarnos sin excusas.

Es lo que hizo Antonio Rodríguez (Toñejo para los amigos). ¡Y de qué manera! Eso sí que fue una sacudida, brutal, de choque, con una potencia que ni las motos que le llevaron tantas veces al pódium y casi al hoyo. “¿Morirme yo? ¡Ni de coña! ¡Si tengo que seguir compitiendo!” es lo que pensó camino de 16 meses de hospital, con el cuerpo literalmente roto tras el accidente que le rompió la espalda y le postró en una silla de ruedas de por vida. Una circunstancia que no le impidió seguir compitiendo, y ganando, en moto de agua e incluso en camión, en el París Dakar. El testimonio de Toñejo nos hizo reír –a carcajadas- nos hizo llorar –a lagrimones- y nos enseñó que si pones toda tu ilusión y estás rodeado de la gente que te quiere es muy difícil no conseguir tus metas, por inalcanzables que parezcan. Por imposibles que parezcan. Gracias, Toñejo, por esa montaña rusa emocional que fue tu ponencia (besada de mano de Ángel Nieto incluida). Todavía siento los temblores de tu sacudida.



Sí, es lo que tienen los congresos de LQDVI. Que te sacuden por dentro como una ola de seis metros en Mavericks. Y te dejan baldado. Y renovado. Y es que compartir ocho horas con tanta gente buena como la que se reunió el viernes en el Palacio de Congresos (ponentes, jóvenes, voluntarios, organización y amigos de la Fundación Lo Que De Verdad Importa), charlar con Amuda, desoxidar mi inglés con Ryan, recordar los viejos tiempos de Keeper con Toñejo, compartir canapés con Lopepe, contagiarme de María Franco, Pilar Cánovas, Carolina Barrantes y todo el equipo de LQDVI, reírme con Marta Barroso -sin su Él-, añorar el Cantábrico con Rodrigo García (marido de María de Villota), abrazar a María Jesús, Mariaje (orgullosa madre de Irene Villa) comentar el último CÓMO con Marita Antoñanzas o recibir la inyección de moral de Marimar García Garrido (Mar Afuera) y sus padres, Toni y Loli... pues eso, que te deja como nuevo. Esperando el próximo. Casi con mono de un nuevo chute de valores.

Pero hay remedio para el mono. Para todos aquellos que no han estado en este congreso (los que han estado ya lo saben), la buena noticia es que acaba de salir el segundo libro de Lo Que De Verdad Importa, que también he tenido el privilegio de escribir. Con las impresionantes historias de Toñejo y Amuda Goueli, además de las de gente extraordinaria como María de Villota, Pedro García Aguado, Sandra Ibarra, Álex Corretja, los protagonistas reales de ‘Intocable’, Lucía Lantero o nuestro multi medallista paralímpico Xavi Torres, y así hasta 13 (o 12+1, por deferencia a Ángel Nieto, que también estuvo en el congreso) Y, por supuesto, con las imprescindibles imágenes de Daniel Losada, un auténtico retratista de almas. Un tipo que merecería un capítulo propio en este libro. O en el siguiente.


Lo dijo Jorge Font, ponente habitual de LQDVI: “Si no lees este libro, no te pasará nada. Pero si lo lees, te pasa algo seguro”. Avisados estáis. También se puede regalar, es una buena obra. 


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