Aquí van algunas más de las 32 historias, reales y extraordinarias, que podéis encontrar en mi último libro La muerte del egoísmo. No son héroes lejanos a los que admirar, sino personas de carne , hueso y alma a las que imitar. Son inspiración, pero ante todo son ejemplo.
La primera parte de este post lo podéis leer haciendo clic aquí:
El libro La muerte del egoísmo (Ed. Palabra) lo podéis encontrar en librerías (TROA, Casa del Libro, El Corte Inglés, San Pablo...) y en Amazon. Muchas gracias por leerlo y compartirlo.
ZILDA
ARNS. La Madre Teresa de Brasil
100.000 muertos en un terremoto pueden ser simplemente una
estadística, un número anónimo, pero cada una de esas vidas perdidas es una
historia, un drama personal y único, una tragedia descomunal para su familia.
La dimensión de cada una de esas tragedias tal vez sea imponderable, salvo,
quizá, que afecte a millones de personas. Éste es el caso de Zilda Arns. La
pediatra que dedicó su vida a salvar a millones de niños de la inanición y la
muerte en las zonas más pobres de Brasil, y que falleció en el terremoto de
Haití, precisamente cuando pretendía llevar su organización, Pastoral da
Criança, a aquel país asolado por la miseria.
PAQUITO
FERNÁNDEZ OCHOA. Un campeón de la vida
Hace ocho años, uno de nuestros deportistas de oro –oro
olímpico y humano- emprendió una de las competiciones más duras y difíciles a
las que uno se puede enfrentar: el cáncer. Fue su último slalom, su carrera
definitiva, su Gran Final. Un año de lucha que también acabó en oro, como no
podía ser de otra manera. Porque lo que Paco Fernández Ochoa no sabía, es que
llevaba toda su vida entrenando para llegar a esa meta como un campeón.
CHRISTOPHER
HARTLEY SARTORIUS. Amar por encima de la propia vida
Hay a quien no le asusta el peligro. O al
menos, poner en peligro su vida no le preocupa tanto como llevar a cabo su
misión. Por ejemplo, el padre Christopher Hartley Sartorius. Curtido en el
Bronx durante trece años, en la Calcuta de la Madre Teresa durante otros nueve
o en los bateyes de la República Dominicana, donde vivía en permanente amenaza
de muerte, o en su nueva misión evangelizadora en una de las zonas más pobres y
conflictivas de Etiopía, la región de Ogaden, junto a la frontera de Somalia.
Un paisaje desolador. Piedras, arena y miseria. Y peligro. Aunque ahora,
también esperanza.
ANNE SULLIVAN Y LOLA BOGAS. Enseñar a vivir
Hasta que Anne llegó a su vida, Helen no era
más que un ser con apariencia de niña incapaz de comunicarse con el mundo
exterior, de sentir, de entender. Ciega y sordomuda, asilvestrada e
impredecible, consentida por su madre y repudiada por su padre, sólo en Anne
halló Helen sentido a su existencia. Anne no se compadeció de ella, luchó por
ella (y a veces contra ella) con tesón, paciencia y generosidad más allá de
cualquier límite. Y, sobre todo, con fe inquebrantable. El ángel guardián y el
alma perdida que trata de abrirse al mundo; la puerta serán las palabras, y el
amor. El milagro de Ana Sullivan (Arthur Penn, 1962) es una película dura y hermosa sobre el
aprendizaje, la soledad compartida y la ceguera, no sólo física. La historia
real de Anne y Helen va todavía más allá. Mucho más allá.
Como Anne Sullivan, Lola Bogas también es maestra por vocación, por
pasión y por dedicación; como Anne, Lola también ha trabajado toda su vida con
niños difíciles, unos por razón de su origen, otros por su enfermedad; y
también como Anne, Lola se ha quedado ciega. Aunque ello no le ha impedido
continuar con su vocación docente, en el mismo colegio donde ejerció como
maestra y directora durante 25 años, y ahora también en un centro de educación
especial para ciegos de la ONCE.
VICTOR FRANKL. El hombre en busca de sentido
Fue uno de los más eminentes psicólogos y neurólogos del
planeta; ya a los 16 años se carteaba con Freud y a los 20 expuso su teoría de
la Logopedia en el Congreso de Psicología de Dusseldorf; fue Jefe del
Departamento de Neurología del Hospital Rothschild a los 32 años y del Hospital
Policlínico a los 38; Doctor en Filosofía y Profesor Invitado en las más
prestigiosas universidades europeas y americanas; publicó multitud de libros y
artículos, fue alpinista, piloto, caricaturista y enamorado de las corbatas.
Vivió 92 años absolutamente plenos. Pero donde encontró sentido a su
existencia, y a la del ser humano, fue en el lugar donde menos imaginó: los
campos de exterminio nazis.
LOS 33
DE SAN JOSÉ. La luz dentro del túnel
El 5 de agosto de 2010, treinta y tres hombres quedaron
atrapados en la mina San José, Chile. Durante 17 días permanecieron
incomunicados y casi (casi) fueron dados por muertos. Después de dos meses de
entierro en vida y tras un espectacular rescate, los 33 vieron la luz. Lo que
se vivió ahí dentro, en el interior de esa gigantesca y profunda tumba y en el
interior de esas treinta y tres almas sin esperanza, fue desvelado por el único
periodista que tuvo acceso directo a ellos. Gracias a él, todos pudimos conocer
la historia y, lo que es más importante, aprender la lección.
SOR
TRIPI. Un ángel en el infierno
«Ir a la cárcel parecía malo, pero ha sido una bendición».
El dueño de estas palabras es un recluso del penal madrileño de Estremeras,
condenado a varios años por un delito grave, y lo que dice no es fruto de una
variedad penitenciaria del síndrome de Estocolmo. Sus palabras salen del corazón
y son fruto del amor, la dedicación y la labor evangelizadora de un ángel que
lleva más 30 años salvando almas en el infierno de la cárcel. Su nombre, sor
Mari Luz. Sor “Tripi” para los presos (todos experimentan un subidón que
ninguna droga ha logrado provocarles antes). Ella les escucha, les anima, les
comprende y, lo más importante, no les juzga.
MADRE
TERESA. Amar hasta que duela
Madre Teresa nunca buscó ser centro de atención, ni
comprendió por qué le otorgaban premios y distinciones (más de 700) gobiernos e
instituciones de todo el mundo. Su extrema humildad queda palpable en la que
fue su habitación durante muchos años: una estrecha cama, un sobrio escritorio,
una mesa de madera y un taburete; sobre la mesa, una figura de la Virgen y en
las paredes, un mapamundi, una foto suya con Juan Pablo II y una pequeña cruz
rodeada por una corona de espinos, con un cartelito: “Mi corazón pertenece a
Jesús”. Y sobre el armario, dos cajas de cartón: una grande para la
correspondencia y otra, más pequeña, con una pegatina en la que se lee
“Premios”.
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