domingo, 19 de marzo de 2017

Banda sonora para el Día del Padre

Mucho antes -y después también- de que El Corte Inglés lo transformara en un mero intercambio de regalos, más o menos de cumplido, el Día del Padre fue un intercambio de experiencias, recuerdos, vivencias, emociones, reproches y toda suerte de choques generacionales, inmortalizados en maravillosas canciones por los más grandes padres e hijos de la música. Una banda sonora perfecta para el Día del Padre. Cada uno tendrá la suya, claro. Sólo pretendo que esta os invite a disfrutar un poco más de vuestro día. Y los que aún no seáis padres, de comprender un poco más a los vuestros.

En 1970, Cat Stevens nos dejó una de esas canciones inmortales que ha trascendido a los años y a las generaciones, Father and Son. Un homenaje a las relaciones, no siempre fáciles, entre padres e hijos, y que hoy sigue tan vigente como entonces. Ese diálogo forjado de paternalismo («Fui una vez como eres tú ahora y sé que no es fácil») y de reproche («Desde el momento en que pude hablar se me ordenó callar») es, simplemente, la vida. Con música de fondo; una banda sonora prolífica y maravillosa. Son muchos los artistas que han dedicado a sus padres composiciones llenas de recuerdos, añoranza, agradecimiento, rebeldía, cariño. Canciones como My Father’s Eyes, en la que Eric Clapton ve los ojos de su padre, al que no conoció, en los ojos de su hijo Conor («me he dado cuenta de que está aquí conmigo, cuando miro a los ojos de mi padre»). O la entrañable Cats in theCradle de Harry Chapin, que nos cuenta la historia de un padre demasiado ocupado y de un hijo demasiado triste, que de mayor repite el error de su padre. Bruce Springsteen en Independence Day quiere escapar de la oscuridad de su hogar y de la oscuridad de su pueblo y de un padre que, en el fondo, es demasiado igual a él; «así que di adiós, porque es el Día de la Independencia / todos los chicos deben huir / todos los hombres deben hacer su camino (…) nada de lo que puedas decir puede cambiar nada ahora». Al final, sin embargo, hay un lugar para la comprensión: «Papá, ahora sé las cosas que querías pero no pudiste decirme».


Pero no todo son tristezas y reproches. Hay hermosos tributos como el que rinde el propio Boss a su viejo en Walk Like a Man, que recuerda cuando de niño intentaba «caminar como un hombre», siguiendo las mismas huellas que su padre dejaba en la arena. «Cada generación culpa a la anterior» canta Mike & The Mechanics en The Living Years mientras añora a su padre fallecido, pero siente su presencia en el hijo recién nacido. En la poética On Elvis Presley’s Birthday Elliott Murphy rememora esos momentos mágicos junto a su padre, atravesando en su viejo Cadillac las calles de Long Island y sus negros vecinos, aquel día de cumpleaños del ídolo paterno. Un ídolo que también tuvo padre, Vernon Presley, que en la triste Don’t Cry Daddy Elvis trata de consolar por su reciente viudedad. En cambio, para Peter Gabriel en Father Son, su padre es la seguridad, incluso entre las fieras olas, porque sabe que está siempre a su lado.

Neil Young pregunta a su hijo en la entrañable My Boy por qué crece tan rápido, por qué no se toma su tiempo para cumplir sus sueños y hacer planes; y se lamenta porque «creí que apenas habíamos empezado». Bob Dylan, padre ausente, dedicó en Forever Young los más bellos deseos y consejos a su hijo recién nacido, mientras él andaba de gira en gira: «Que Dios te bendiga y te guarde siempre, que tus deseos se hagan realidad, que construyas una escalera a las estrellas y subas cada peldaño; que crezcas para ser honesto, que crezcas para ser sincero, que siempre seas valiente y te mantengas erguido y fuerte. Que permanezcas siempre joven».     


 John Lennon tuvo el tiempo justo, antes de morir, de pedirle a su hijo Sean que le cogiera de la mano antes de cruzar la calle en Beautiful Boy (Darling Boy); y de rematar la dedicatoria con uno de esos sabios consejos paternos que el tiempo ha convertido en una máxima imperecedera, especialmente aplicable al padre de hoy: «La vida es aquello que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes». Y Dan Fogelberg, en The Leader of the Band, rinde un emotivo y agradecido homenaje a ese padre que fue músico, educador y líder de un grupo y del que el cantante se siente un simple “legado” («gracias por la música / y tus historias de la carretera / Gracias por la libertad / cuando me llegó la hora de partir / Gracias por tu cariño/ y cuando te tocó ponerte duro / Y Papá, no creo que / te dijera “te quiero” lo suficiente»).
Otra bella historia nos cuenta MyFather, en la voz de Nina Simone: la promesa incumplida de un padre (navegar por el Sena) que finalmente su hija logró cumplir por él («veo el sol de París ponerse en los ojos de mi padre»). El rudo cowboy Rodney Atkins en Watching You se emociona describiendo cómo su hijo observa todo lo que hace y trata de imitarlo, porque de mayor sólo quiere ser como él. Y otro countryman, George Strait, recuerda en The Best Day aquellos días de infancia, pesca y acampada, que compartía con su padre; o los de adolescente y coches, o el mismísimo día de su boda, «no puedo creer lo que has crecido, hijo»; todos ellos fueron “el mejor día de mi vida”.

Y es que el secreto del amor de un padre, nos revela también George Strait en Love Without End, Amen, es precisamente que no acaba nunca. Ni siquiera cuando ya se ha ido. «Si vieras cuántas noches estás conmigo, cuando escribo una copla de madrugada» lo añora Alberto Cortez en Carta a mi viejo. En un día como hoy no hace falta decir mucho más. Basta con un abrazo fuerte y un «miquerido, mi viejo, mi amigo», gracias por estar ahí.





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