Es genial esto de ir a una fiesta de cumpleaños y que el regalo te
lo hagan a ti. Especialmente cuando ese regalo es algo tan necesario, tan
valioso, tan IMPORTANTE, que ni siquiera podrías conseguirlo en un súper black friday con un 99,99% de descuento. Ayer,
viernes 25 de noviembre, fue más bien Blue
Friday. Celebramos el X Aniversario del
congreso de valores de Lo Que
De Verdad Importa. Un día señalado, sí. Una fiesta de cumpleaños que, como
todos los años desde hace diez (yo desde hace siete), muchos miles de jóvenes de
toda España -y cada vez más parte del extranjero- esperan ansiosos y expectantes,
ilusionados y agradecidos casi más que su propia fiesta de cumpleaños. Y entre
los jóvenes nos incluimos todos los ‘maduros’ que formamos parte del club de
fans de LQDVI. Porque para participar en estos congresos, para imbuirse de
lleno en sus lecciones de vida, hay que ir con la mentalidad de un chaval de 17
años; hay que ir sin prejuicios tontos, fruto de la presunta sabiduría de la
edad; hay que ir con la idea de dejarse llevar; hay que ir con la humildad de
dejarse enseñar, con el corazón abierto de par en par, presto a dejarse empapar
de todo de lo que allí se vive, se disfruta, se respira, se aprende. De todo lo
que, año tras año, allí se contagia. De todo lo que, desde hace ya diez años (diez
años, María, ¿te das cuenta?), allí se nos regala. Que es mucho. Muchísimo.
Se nos regalan emociones que quizá hacía tiempo que no sentíamos,
y de las que, sin saberlo, andábamos ya muy necesitados. Se nos regalan
alegrías de ésas que le roban una sonrisa al corazón, más que a los labios; se
nos regalan superpoderes como la capacidad de querer entregarse a los demás, de
no hacerse invisibles cuando alguien nos necesita o de superar obstáculos que
veíamos imposibles unas horas antes; se nos regala música y humor y llanto (del
bueno, del sano), tres regalos tan necesarios para el alma y tan olvidados por
la razón; se nos regalan abrazos con potentísimas descargas de VIDA, con
mayúsculas (no sabes cómo te sacude por dentro un abrazo de de Kyle o de Mariaje
o de Marimar o de Tavo o de María; es como un chute de adrenalina emocional); se
nos regala magia y sueños y valor y nuevas capacidades que antes desconocíamos,
y nuevos límites, más anchos, más altos; y ganas de crecer y de crear y de
emprender y de aprender; y sobre todo, se nos regalan valiosísimas lecciones
que nos enseñan a ser mejores personas, a mirar más por los demás y a
descubrir, sí, LO QUE DE VERDAD IMPORTA.
En esta fiesta de cumpleaños tan intensa y palpitante que vivimos
ayer, los regalos que recibimos los casi dos mil jóvenes de todas las edades
que allí estábamos, sin apartar la vista ni un segundo del escenario (salvo,
quizá, para ocultar alguna lágrima tonta que se deslizaba por la mejilla sin
autorización), fueron los regalos más valiosos que uno puede recibir a lo largo
de su vida, da igual la edad. Regalos envueltos con mimo por fenómenos de la
naturaleza como Kyle Maynard, Jaime Garrastazu, Paco Arango y Jorge Font.
Kyle, el gran Kyle, fue el primer ponente de aquel primer congreso
de valores, celebrado diez años atrás. Y fue también quien abrió, con todos los
honores, el congreso del X Aniversario. Y nos regaló su historia de superación,
su vida sin excusas ni sueños imposibles; su lección magistral sobre cómo
superar tus retos insuperables, llámese subir el Kilimanjaro, ganar campeonatos
de lucha libre, ponerse un calcetín o comer comida china con palillos… todo
ello sin brazos ni piernas. Kyle nos regaló también el valor de la familia, de
los amigos, del buen humor (pedazo de sonrisa la de Kyle, más potente que sus
brazos, que levantan 200 kilos) y del infinito poder de la voluntad y del
esfuerzo; del poder de creer o del fracaso como lección, no como excusa; y de
la capacidad que tenemos todos de abrir caminos donde sólo vemos maleza. Nos
regaló la importancia de buscar tu porqué; después, todo es posible. Gracias,
Kyle, por tu regalo.
Jaime Garrastazu es uno de esos jóvenes que dan pleno sentido a Lo
Que De Verdad Importa. Jaime asistió a ese primer congreso en 2007, en el que
quedó impactado por las historias de Kyle Maynard, Bosco Gutiérrez Cortina, Nando Parrado y Alfonso Rojo. Tenía 14 años. Fueron, con toda seguridad, las mejores
pellas de su vida, porque lo que ahí aprendió le empapó de tal manera que
cambió para siempre su perspectiva de la vida. Tal vez no fuera consciente a
los 14 años, más allá de la impresión de ver a Kyle en acción (“Mamá, hoy he conocido
a un gladiador sin brazos ni piernas”), pero si conoces a Jaime te das cuenta
de que su humildad, su infinita capacidad de aprender y agradecer, su
honestidad, su valentía, su coherencia, su precoz madurez y, por descontado, su
espíritu emprendedor, su locura (es uno de los jovencísimos fundadores de la
exitosa Pompeii), te das cuenta de que Jaime descubrió lo que de verdad importa
a una edad más temprana de lo habitual, y que esos valores que comparte con
Kyle y con la Fundación LQDVI han sido de su vida durante estos 10 años (“hay
que pelear el camino, sea cual sea”). Y lo que entonces fue un maravilloso
regalo para él, ayer se transformó en un maravilloso regalo para todos nosotros.
Gracias, Jaime, por tu regalo.
Paco Arango
es un crack. Muchos lo saben, porque es un tipo famoso en España, un creador inagotable
y multidisciplinar que ha pasado por la música, el cine y la televisión con no
pocos éxitos. Pero lo más importante de Paco, el mayor de sus éxitos, es que es
un buen tipo. Y contagioso. La historia de Paco, y de su Fundación Aladina entregada a los
niños con cáncer, fue un doble regalo porque, además de enseñarnos a levantar
la mirada, a vivir la vida a tope para poder dársela a los demás, a tener una
fe a prueba de cáncer (que es una fe más poderosa que a prueba de bombas), a
tener claro que estamos aquí por algo y que es más importante curar el alma que
el cuerpo, además de todo eso, Paco nos hizo reír, nos hizo llorar, nos hizo
cantar, nos hizo soñar y nos hizo un poco más valientes (“Dicen que cuando
haces cosas que pensabas que no podías hacer te haces valiente para siempre”).
Paco nos enseñó que a veces hay que dejarlo todo para entregarte a aquello en lo
que crees, y que es entonces, sólo entonces, cuando realmente lo tienes todo.
Gracias, Paco, por ese doble regalo (y en febrero nos hará otro regalo
valiosísimo, importantísimo, del que ya os contaré).
Y Jorge Font. El poeta
de la vida. Escuchar hablar a Jorge Font es uno de esos placeres que podrías
estar saboreando durante horas sin echar de menos nada más. Y luego repetirías.
Jorge, desde su silla de ruedas, nos enseñó lo sagrado del valor de la
presencia, y que en las páginas más oscuras del libro de cada uno es donde a
veces se encuentran los colores más hermosos. Nos enseñó que el mundo está
desacomodado, y que estamos aquí no para permanecer acomodados, sino para
pensar en cómo cambiarlo; y hacerlo. Nos enseñó que la vida es ser deudor de lo
que nos va regalando y que lo importante no es descubrir personas
extraordinarias, sino ver lo extraordinario que hay en cada persona. Nos enseñó
que la verdadera discapacidad es no poner toda nuestra capacidad en lo que
estamos haciendo (él lo sabe: ha sido 9 veces campeón del mundo de esquí
acuático… después de quedarse tetrapléjico). Y que la vida no siempre puede
alargarse, pero siempre, siempre, se puede ensanchar. Y eso no se enseña todos
los días. Gracias, Jorge, por tu regalo. Y por el precioso envoltorio.
Y gracias, gracias, gracias y mil veces gracias, María, Pilar,
Carol y todo ese equipo de locas maravillosas que conformáis la familia de Lo Que De Verdad Importa. Gracias por
existir, por estos diez años de lecciones tan necesarias y tan olvidadas. Gracias
por acogerme, por enseñarme, por contagiarme. Gracias por alegrarme la vida.
Gracias por sacudirme por dentro cuando más falta me hace. Gracias por esos
abrazos al corazón. Gracias por vuestro trabajo y por vuestras sonrisas y por
vuestra locura y por vuestro ejemplo. Gracias por la oportunidad de conocer a
tanta gente valiosa. Gracias por hacerme mejor persona. Y gracias por demostrarme
cada año, cada día, lo que de verdad importa. No puede haber en el mundo mejor
regalo que éste.
Pepe, cierras el texto con muchos agradecimientos a los que me uno. Gracias a LQDVI por enchufarnos esas dosis de vitaminas que dure lo que dure su efecto, algo queda y en algo se convertirá. Gracias.
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