Estos días
resuena en mi cabeza -insistentemente, inevitablemente- Spanish
Train.
La
vieja canción del irlandés Chris de Burgh en la que el Señor y el Diablo se
juegan las almas de los muertos en una dramática partida de póker al caer la
noche, en un tren español rumbo a la Vieja Sevilla. El maquinista reparte las
cartas. Jesús va a por la escalera, sólo necesita un ocho; el Diablo tiene tres
ases y un rey, y una sonrisa sibilina en el rostro. Hay diez mil almas sobre la
mesa. El Hijo de Dios pide una carta y le entra el ocho. Las apuestas suben,
sesenta mil, cien mil…
Pero
el Diablo, sin que el confiado Jesús se dé cuenta, se ha sacado un as de la
manga. Poker de ases. “¡Mi mano gana!”, exclama eufórico. Y las
almas de los cien mil muertos caen en su poder.
Estos días, terribles y caóticos, heroicos y vergonzosos, vemos con estupor cómo los #políticos y los #medios se tiran los muertos a la cabeza, sin el menor pudor, sin un mínimo gramo de ética o de decencia. Corazones de piedra, duros y fríos, y mentes calculadoras con un #plan preciso y desgarrador: aprovechar el momento, apropiarse del #relato, aniquilar al contrario, mantenerse en el poder. Ganar la partida. Al precio que sea.
Lo triste, lo cruel, lo vergonzoso es que estamos hablando de vidas humanas (muchas, demasiadas), no de fichas. Lo triste, lo cruel, lo vergonzoso es que se han perdido miles y miles de hogares, de comercios, de empresas, de futuros, de esperanzas. Lo triste, lo cruel, lo vergonzoso es que las #consignas han pasado como un tsunami por encima de la #solidaridad, de las soluciones, de las voluntades altruistas, de las responsabilidades de unos y otros. Lo triste, lo cruel, lo vergonzoso es que la falta de escrúpulos y el tacticismo político han arrasado la decencia y la ética como una segunda riada, más feroz e implacable si cabe.
No han aprendido nada. No han entendido nada. No se han contagiado ni un ápice del ejemplo descomunal que están ofreciendo al mundo los miles de #voluntarios que llegan desde todas partes de España con sus palas, sus cepillos, sus botas, sus coches llenos de esperanza; con su desinteresada y maravillosa voluntad de, simplemente, echar una mano, ayudar en lo que puedan, sentirse parte de la tragedia pero también de la solución. Jóvenes y mayores, vecinos y profesionales de paisano, agricultores, taxistas, camioneros, inmigrantes, fundaciones… mis hijos. Todos a una. Amunt Valencia!!
Si después de todo los políticos y los burócratas siguen enfrentados en su particular partida de póker, jugándose nuestras vidas alegremente como si fuéramos meras fichas (o votos), tratando de ganar el relato enterrando en su fango la verdad y la ética, no habremos aprendido nada. Y entonces la #responsabilidad también será nuestra por habérselo permitido.
No es algo nuevo en esta España nuestra (sólo hay que ver la premonitoria viñeta de Mingote, de 1982), pero sí evitable. En nuestras manos y en nuestros votos está.