Cuando Sir Thomas
Sean Connery interpretó por sexta vez al agente James Bond en Diamantes para la Eternidad, 1971,
decidió que estaba harto del personaje y que no volvería a interpretarlo “nunca
jamás”. Su esposa le replicó: “Nunca digas nunca jamás”. Y, en efecto, doce
años después Connery volvió a ser Bond. El título de la película, claro, Nunca Digas Nunca Jamás. Hoy, aprovechando el 40 aniversario de su primer Bond, James Bond, es un momento inmejorable para recordar, siquiera brevemente, a Connery Sean Connery. El Actor con mayúsculas.
El pasado verano, coincidiendo con su 80
cumpleaños, Sean Connery confirmó que abandonaba definitivamente la interpretación. Aunque
ya lo había hecho de facto en 2003,
año en que protagonizó su última película… hasta la fecha. Por si acaso,
esta vez no ha dicho “nunca jamás”. Lo que aún nos da esperanzas, a los que
amamos el buen cine y a los grandes actores, de que este grande entre los
grandes vuelva a la pantalla.
Porque Sean Connery es, sobre todo, un
magnífico actor. Antes fue muchas cosas: repartidor de leche, soldado de la Marina,
camionero, peón de granja, modelo artístico, salvavidas, tercer clasificado en
el concurso de Mr. Universo… e incluso muerto y resucitado (tras una
enfermedad, agencias de noticias japonesas y sudafricanas llegaron a dar parte
de su muerte). Ha sido también el hombre más sexy del mundo y es fanático del
golf, hincha del Celtic de Glasgow, de Marbella y, a pesar de sus muy ingleses
personajes y haber sido nombrado caballero por la mismísima reina Isabel, es
militante activo del Partido Nacionalista Escocés (por si las dudas, ya en la
Marina se tatuó en un brazo Scotland
Forever; en el otro, Mum and Dad).
Ha tenido sus
amoríos, claro (“Qué pacífica sería la vida sin amor Adso. Qué segura. Qué tranquila. Y
qué insulsa.” confiesa a su pupilo en El
Nombre de la Rosa), pero lleva casado con su fiel Micheline Roquebrune 35 años; anteriormente
lo estuvo con la
actriz Diane Cilento, de 1962 a 1973. Fue
precisamente ese año, 1962, su primera interpretación del agente secreto
británico con licencia para matar (007
contra el Dr. No) y su
pistoletazo de salida para la
gloria. Luego llegaron otras seis. Pero Connery siempre trató
de ser más que Bond, y durante esos años realizó grandes interpretaciones en
películas como Marnie la ladrona (con el mismísimo Hitchcock), The Hill (dirigida por Sidney Lumet) u Odio en las entrañas (de Martin Ritt).
Coincidiendo con su
segundo matrimonio, en 1975, realizó el que para muchos (el que suscribe entre ellos) es el
mejor papel de su carrera: El hombre que
pudo reinar, de John Huston, formando pareja con un Michael Caine en estado
de gracia. Una película legendaria, cima del cine de aventuras coloniales y del
universo de los perdedores marca de la casa Huston; un cóctel fascinante que
combina humor, acción, masonería, épica, cinismo, socarronería británica y
el deseo de todo ser humano de alcanzar lo divino ("No somos dioses, pero
somos ingleses que es casi lo mismo"). Sublime de principio a fin.
Después llegaron
otros personajes extraordinarios e inolvidables, como el Robin Hood crepuscular
y desmitificado, pero aún atractivo y carismático, luchador y romántico, pícaro
y divertido de Robin y Marian (1976),
junto a la siempre perfecta Audrie Hepburn. De sus labios nació una de esas
frases inmortales que nos regala el cine de vez en vez, cuando se hace arte: “Te amo más que a los niños, más que a los
campos que planté con mis manos, más que a la paz, más que a la alegría, más
que al amor, más que a la vida entera. Te amo más que a Dios”. Un final
trágico y conmovedor para una obra maestra. Y un Connery en espléndida madurez,
que comenzó su etapa más fructífera, muy alejado del Bond de sus éxitos y
también de sus limitaciones. Memorables fueron sus papeles en El nombre de la rosa (1986), Los intocables de Elliot Ness (1987, su
único Oscar), Indiana Jones y la última Cruzada (1989)
o Descubriendo a Forrester (2000).
“Tal vez no sea un buen actor, pero sería aún peor si hiciese otra cosa”. Pues
no la haga, Sir Thomas Sean, no la haga nunca jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario