Esta
semana toca hablar de lo que de verdad importa. Porque esta semana he
conocido a unos cuantos seres humanos excepcionales y he compartido con ellos
una de esas experiencias que te hacen replantearte tu vida de arriba abajo; o
al menos una gran parte de esas cosas que ayer creías importantes y hoy
descubres que no tanto. Incluso menos.
Y es que no puedes compartir un desayuno con Kyle Maynard mano a mano
(es un decir, porque Kyle no tiene manos, ni brazos, ni piernas) y pensar que
no te vas a replantear unos cuantos valores. Ni puedes escuchar su historia
junto a 1.400 jóvenes absolutamente conmocionados y creer que eso no te va a
sacudir el corazón con la potencia de una batidora tamaño 4x4. Ni puedes haber
charlado con él -delante de un vino y unas croquetas- de lo humano y de lo
divino, de Hopper y los Stones, de los veteranos de guerra y la Rioja sin tener
la certeza de que esa conversación la vas a llevar grabada a fuego el resto de
tu vida. Sencillamente, no puedes. Porque Kyle es de esas personas que te abre
los ojos, el corazón, el alma a lo que de verdad importa.
Un bebé que nació sin piernas y sin brazos por una broma del destino, pero que el destino compensó concediéndole una familia a años luz de la media; un niño que creció aprendiendo a vivir en un mundo que no estaba hecho precisamente a su medida (tardó una hora en ponerse el primer calcetín, a los 14 años; hoy lo hace en 20 segundos); que luchó hasta la extenuación por no sentirse limitado y logró romper bastantes más límites que cualquier persona ´entera´; tan entera, por ejemplo, como los atletas de lucha libre a los que se ha enfrentado –y vencido- en decenas de campeonatos desde sus años escolares hasta hoy. Un tipo que el pasado invierno ascendió al Kilimanjaro (5.895 metros de frío, nieve y rocas) sin asistencia ninguna pero con una poderosa excusa: los héroes de guerra mutilados; que sube y baja escaleras con asombrosa agilidad, que saca un bombón de la caja o escribe un sms en el Smartphone con una facilidad pasmosa. Un tipo entrañable, humilde, divertido, culto, generoso, cercano, capaz de atender tras su conferencia a cien colegiales ("Una foto Kyle", "¡Dos besos!", "¿Me firmas un autógrafo, por favor?" "¿Saltas con nosotras?") sin perder la paciencia ni la sonrisa. Un tipo sin piernas y sin brazos pero con un corazón inabarcable, tan inmenso como el Auditorio de Zaragoza.
Un bebé que nació sin piernas y sin brazos por una broma del destino, pero que el destino compensó concediéndole una familia a años luz de la media; un niño que creció aprendiendo a vivir en un mundo que no estaba hecho precisamente a su medida (tardó una hora en ponerse el primer calcetín, a los 14 años; hoy lo hace en 20 segundos); que luchó hasta la extenuación por no sentirse limitado y logró romper bastantes más límites que cualquier persona ´entera´; tan entera, por ejemplo, como los atletas de lucha libre a los que se ha enfrentado –y vencido- en decenas de campeonatos desde sus años escolares hasta hoy. Un tipo que el pasado invierno ascendió al Kilimanjaro (5.895 metros de frío, nieve y rocas) sin asistencia ninguna pero con una poderosa excusa: los héroes de guerra mutilados; que sube y baja escaleras con asombrosa agilidad, que saca un bombón de la caja o escribe un sms en el Smartphone con una facilidad pasmosa. Un tipo entrañable, humilde, divertido, culto, generoso, cercano, capaz de atender tras su conferencia a cien colegiales ("Una foto Kyle", "¡Dos besos!", "¿Me firmas un autógrafo, por favor?" "¿Saltas con nosotras?") sin perder la paciencia ni la sonrisa. Un tipo sin piernas y sin brazos pero con un corazón inabarcable, tan inmenso como el Auditorio de Zaragoza.
Sí, el pasado jueves conocí a Kyle Maynard, unas horas después de que se metiera en el bolsillo a Pablo Motos y a media España desde el plató de El Hormiguero. Compartí unas horas increíblemente enriquecedoras con él en Zaragoza (y con el genio emprendedor y divertidísimo de Pau Gª Milá), en el primer Congreso de Jóvenes con Valores de este año 2012 (aún quedan siete más); un congreso mágico, imprescindible y absolutamente único; una sacudida emocional que desde hace 6 años organiza la Fundación Lo Que De Verdad Importa por obra y gracia (y toneladas de trabajo y desbordantes dosis de ilusión) de un equipo de "locas" que encabeza María Franco y secundan heroicamente sus fieles Carolina, Pilar, Jess, Ana, Ale, Romi, Marta… Ellas han ido mostrando a miles de jóvenes de toda España los ejemplos vivos, los testimonios reales de personas como Irene Villa, Nando Parrado, Pablo Pineda, Toni Nadal, Miriam Fernández, Paco Moreno, Haze o Albert Espinosa (el exitoso creador de la autobiográfica Pulseras Rojas, que también nos emocionó en el congreso de Zaragoza). Gentes que han superado retos inimaginables, cordilleras insalvables para cualquiera de nosotros y que nos ayudan a ver, a través de sus experiencias vitales, lo que de verdad importa. Familia, amigos, entrega, sonrisas, esfuerzo, amor, optimismo… esas pequeñas cosas que ensanchan una vida que no está en nuestra mano alargar.
Historias que van más allá, mucho más allá, de las miserias de cada día, esas que llenan los diarios, las radios y las televisiones de gigantesco vacío. Historias que, por cierto, muy pronto se convertirán en noticia. Estén atentos a este Mar de Fondo. Y a la web de Lo Que De Verdad Importa (y sepan que cuando entren, Rafa Nadal, orgulloso presidente de honor, les dará la bienvenida).
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