La Nochebuena en que nació “Noche de Paz”
Si hay una canción que ha trascendido a la historia, a las guerras, a las
culturas, a las creencias y a las lenguas de todo el mundo es, sin duda, “Noche
de Paz”. Un villancico que se escribió en alemán y hoy se canta en más de 300
idiomas; una historia que nació en una remota parroquia alpina y hoy se celebra
en los cinco continentes. Un milagro de la Navidad, sin duda.
Sucedió el 24 de diciembre de 1816.
El joven párroco alemán de Mariapfarr, un pueblo perdido en los Alpes
austriacos, leía, en la soledad de su despacho, la Sagrada Biblia.
Mientras los habitantes de las aldeas cercanas descendían por
la montaña portando antorchas y entonando villancicos, el padre Joseph Mohr
preparaba el sermón de la Misa de Gallo. Trataba de inspirarse en el relato del
anuncio del ángel a los pastores (“…hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el
Salvador…”) cuando escuchó que alguien golpeaba su puerta con insistencia. El
sacerdote abrió; una vecina del pueblo venía a avisarle de que había nacido un
niño en la casa del carbonero, un miserable chamizo en lo alto de la montaña, y
que la familia rogaba que fuera a bendecir a la criatura. El padre
Mohr no lo pensó ni un minuto, cogió una antorcha y acudió a la llamada de su
grey, desafiando al frío helador y a la oscuridad de la noche.
La estampa que allí contempló conmovió
profundamente al sacerdote: el recién nacido, envuelto en una áspera manta,
dormía plácidamente en brazos de su madre, a la luz del fuego; ambos,
protegidos por la mirada tierna y agradecida del carbonero. El padre Mohr
bendijo al bebé y a sus padres y emprendió el camino de regreso; mientras
descendía, inspirado por la escena que acababa de contemplar, recordó el pasaje
de la Biblia que había leído unas horas antes (“…hoy os ha nacido, en la ciudad
de David, el Salvador…”) y pensó que el nacimiento del hijo del carbonero era
un maravilloso milagro de la Navidad.
Esa noche, una vez finalizada la Misa de
Gallo, el padre Mohr no durmió. Los feligreses ya se alejaban con sus antorchas
montaña arriba, formando un luminoso y gigantesco árbol de Navidad, pero el
sacerdote permaneció sentado frente a su escritorio, bajo la tenue luz de las
velas, tratando de transmitir al papel las emociones que lo abrumaban. Con las
primeras luces del alba, filtrándose ya el sol entre las montañas, lo que tenía
ante sus enrojecidos ojos era una cancioncilla, rebosante de sencillez y
luminosa profundidad a un tiempo, que comenzaba Stille Nacht! Heilige Nacht!
(¡Noche tranquila!, ¡Noche sagrada!). Un año después, Mohr fue
trasladado a Oberndorf, una pequeña ciudad cercana a Salzburgo (donde él nació),
en la que conoció a Franz Xaver Gruber, maestro de escuela, músico y organista.
El 24 de diciembre de 1818, ambos amigos improvisaban una velada navideña en la
parroquia; Mohr rescató la poesía que había escrito en las montañas y Gruber la
dotó de música, componiendo una melodía para dos voces y guitarra (se había
estropeado el órgano), y convirtiéndola en una preciosa canción, con reminiscencias
del folklore austríaco. Esa misma Nochebuena de 1818, en la iglesia de San
Nicolás de Oberndorf, se interpretó por primera vez el villancico más popular
de todos los tiempos, que hoy se canta en todo el mundo cristiano, en todas
las parroquias, en todos los hogares, en todos los corazones.
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