lunes, 22 de septiembre de 2025

FARM AID. EL DÍA QUE LA MÚSICA SALVÓ A LOS GRANJEROS

 


El 22 de septiembre de 1985 la Música estadounidense en pleno se abrazó a los granjeros de todo el país en un concierto para la historia. Los más insignes artistas del rock, el blues y el country se unieron, todos a una, para apoyar la causa de un sector esencial para la economía y para la vida, y que atravesaba una profunda crisis. Miles de granjeros y agricultores en bancarrota, que habían perdido sus cosechas, sus tierras y sus hogares, necesitaban desesperadamente una mano salvadora que les sacara de ese pozo de ruina e impotencia, víctimas de la situación económica y del peso de sus hipotecas.

Esa mano fue la de Willie Nelson, la de John Mellencamp y la de Neil Young, inspirados por un comentario de Bob Dylan en el concierto Live Aid, celebrado un par de meses antes («Ojalá que parte del dinero pudiese ser destinado a granjeros americanos en peligro de perder sus granjas por deudas hipotecarias»). Juntos planearon y organizaron –en solo seis semanas- el mayor concierto benéfico que había visto América hasta la fecha

Farm Aid se celebró en el Memorial Stadium de la Universidad de Illinois, en Champaign, Illinois, ante más de 80.000 afortunados espectadores y recaudó cerca de 9 millones de dólares, íntegramente destinados a las familias de los granjeros y agricultores de todo Estados Unidos, para que pudieran permanecer en sus tierras. «Las familias agrícolas son nuestra única garantía de alimentos frescos y locales, nos aseguran comida saludable y segura, protegen nuestros recursos naturales y fortalecen la economía local».

 


Más estrellas que en el cielo

Fueron 12 horas de música y reivindicaciones («They need our help!», el llamamiento de John Denver aún resuena con fuerza), con el cartel más imponente y deslumbrante de estrellas del rock, el blues y el country que haya pisado un escenario. Bob Dylan, Billy Joel, Bonnie Raitt, B.B. King, Loretta Lynn, Roy Orbison, Tom Petty, Johnny Cash, Willie Nelson, John Denver, Kris Kristofferson, Alabama, The Beach Boys, Bon Jovi,  Nitty Gritty Dirt Band, John Fogerty, Arlo Guthrie, Emmylou Harris, Don Henley, Waylon Jennings, Randy Newman, Carole King, Huey Lewis, Roy Orbison, Lou Reed, Kenny Rogers, Van Halen, Neil Young, John Mellencamp, entre otras fulgurantes estrellas de la música americana.

Sin embargo, la causa y la lucha por los granjeros no acabó con la actuación del último artista, aquel domingo de septiembre de 1985. Tras el concierto, Willie Nelson y John Mellencamp llevaron ante el mismísimo Congreso de Estados Unidos las reivindicaciones y el testimonio de varias familias granjeras sobre el estado de la agricultura en el país, y lograron que se aprobase la Ley de Crédito Agrícola en 1987, para ayudar a tantísimas familias que se veían abocadas a una posible ejecución hipotecaria.

Y aún más. Farm Aid se convirtió, desde aquel primer concierto, en una institución que trabaja para concienciar a los ciudadanos, y sobre todo a los políticos, acerca de la importancia que tiene la agricultura para el país. Y cada septiembre, puntualmente, organiza un nuevo concierto Farm Aid rebosante de estrellas de la música americana, recaudando un total de 80 millones de dólares para mantener y fortalecer ese sistema de protección a la agricultura y a las familias granjeras, que ha salvado tantos hogares y tantas tierras de la ruina desde 1985.

La organización cuenta con un fondo de emergencia para granjeros que pierden sus cosechas y pertenencias ante desastres naturales (huracanes, tornados, inundaciones, sequías). Los fondos recaudados se utilizan para pagar los gastos de los agricultores y proporcionar alimentos, ayuda legal y financiera, y asistencia psicológica.

 


Un poderoso movimiento para salvar la agricultura local

Aquel 22 de septiembre de 1985 nació un poderoso movimiento que unió a granjeros, artistas y ciudadanos comprometidos, pero sobre todo concienció -a través de los conciertos anuales y las campañas de comunicación- a millones de americanos de la importancia vital –y urgente- de cuidar a sus agricultores, de comprar sus productos frescos y saludables, de salvaguardar la economía local y de valorar su labor imprescindible e irreemplazable. Una vida dura y difícil, siempre en el filo, tambaleándose en la delgada línea que separa la supervivencia y la ruina.

Como los granjeros americanos en 1985, nuestros agricultores y ganaderos también necesitan desesperadamente nuestro apoyo, nuestra ayuda y nuestro compromiso. De ellos depende nuestra alimentación y nuestra salud. Y de nosotros depende su supervivencia. THEY NEED OUR HELP!!



lunes, 1 de septiembre de 2025

Javier Sartorius: de la raqueta a la Cruz

 



Tres de la mañana. Una noche lluviosa y lúgubre de julio. Después de más de dos horas subiendo el abrupto camino, en plena oscuridad, un peregrino se detiene ante la imponente puerta de madera del milenario Santuario de la Virgen de Lord, a 1.180 metros de altitud, en el prepirineo leridano. El peregrino golpea la pesada aldaba una y otra vez hasta que los sorprendidos habitantes de la Comunidad abren la puerta. «¿Cómo te llamas?» pregunta uno de ellos. «Javier» contesta el peregrino. «¿Javier qué?» insiste el monje. «Sólo Javier». Sin apellidos, sin pasado. Esa noche, después de toda una vida de búsqueda e inquietudes, Javier dio el paso definitivo hacia sí mismo, hacia el silencio, hacia el vacío material. Hacia Dios.

 

Sol, playas, chicas y tenis

Javier Sartorius Milans del Bosch era un joven extrovertido, apuesto, de noble cuna, carismático y deportista. El ‘zurdo de oro’. Legendarios eran sus partidos de tenis con su hermano Fernando, como pareja o adversario, en Zarauz y Madrid; y el día que ambos arrebataron dos juegos al tándem Casal-Sánchez Vicario, el Tenis de San Sebastián rebosó de pancartas y vociferantes ‘hooligans’ (todos familiares y amigos) rendidos ante la hazaña de sus héroes. Juntos, Javier y Fernando, marcharon a Estados Unidos a estudiar Administración de Empresas, carrera que abandonaron casi al empezar para dedicarse a surfear las olas de California, ganar campeonatos de pádel, entrenar a las estrellas de Hollywood y, de paso, ingresar unos dólares vendiendo aspiradoras a domicilio o cuidando jardines. Sol, playas, diversión, chicas, deporte. Javier lo tenía todo. O no.

Fue precisamente en Los Angeles donde Javier comenzó a sentir una creciente inquietud por la vida espiritual, un poco confusa al principio (llegó a pasar por el Hare Krisna). En 1989 fue Campeón de Estados Unidos de pádel; el año siguiente, misionero en Cuzco con Los Siervos de los Pobres del Tercer Mundo. Fue tal el shock espiritual que provocó la vida de pobreza y sacrificio absolutos, que decidió entrar en el seminario, en Toledo. Pero Javier no estaba hecho para estudiar («ni siquiera se puede copiar», decía) y tampoco para el sacerdocio. A él le iba más la vida contemplativa, la oración, la sencillez, incluso la soledad, a pesar de su personalidad extrovertida. Un compañero de seminario le habla entonces de la Comunidad de Lord y es allí donde encamina su vida, dejando todo su pasado atrás. Sólo quiere encontrarse a sí mismo.

 


Entre Agassi y San Francisco de Asís

«Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas», escribió Pablo Neruda. Ese día resultó ser una lluviosa noche de julio de 1992; cualquier lugar, el Santuario de Lord. Y no fue la más amarga, sino la más feliz de sus horas. Y aunque dejó su pasado al otro lado de la milenaria puerta, su personalidad entró con él. Incluyendo, por supuesto, su simpatía y su sentido del humor, que nunca dejaron de ser parte de su carácter. Lo mismo que el deporte y la sencillez (una perfecta combinación entre André Agassi, su tenista favorito, y San Francisco de Asís, su santo favorito), o su afición por la música, aunque ahora en lugar de escuchar ACDC, Eagles o los Beach Boys, sus gustos se inclinaban más por La Misión y los cantos gregorianos.

Javier revolucionó, a su manera, la tranquila y silenciosa vida de los monjes. «Tenéis el cuerpo abandonado» sentenció, y montó un gimnasio; bastante primitivo, pero que mantuvo en forma incluso al padre Jordana, a sus 90 años. Hasta llegó a conquistar a las monjas de clausura, cuyas puertas se abrieron por primera vez a un varón en mil años de historia; «Vamos a hablar con ‘Sor Javier’», decían en el recreo, a pesar del estricto silencio impuesto.

Pero lo más importante es que Javier también revolucionó su vida: de la raqueta a la azada; de las fiestas playeras al estricto régimen de oración y estudio de la Biblia; de entrenar a las estrellas de Hollywood, junto a su inseparable hermano Fernando, a pastorear un rebaño con más de 100 ovejas, a las que había puesto nombre una a una; del cálido sol californiano a los diez grados bajo cero de su celda a los pies de los Pirineos.

Él era feliz así, viendo a Dios en lo cotidiano, con su trabajo, su oración, su soledad, su Cruz desnuda, como la de Cristo. No necesitaba nada más («había una persona tan pobre, tan pobre, tan pobre que sólo tenía dinero», le encantaba decir). Su familia al completo lo apoyó devotamente; salvo su padre, Mauricio, que no llegó a entender que se recluyera en el Santuario de Lord. Entregándose a todos, robusteciendo su fe, Javier pasó los siguientes años en Lord. Disciplinado y perfeccionista, aceptó volver al seminario en Barcelona, que esta vez superaba el curso con brillantes calificaciones, incluido el latín, aunque sin pretender en ningún momento abandonar su vida monástica cuando recibiera las sagradas órdenes (una vez más rompiendo normas).

 


«Ahora lo entiendo todo»

Ya en 2006, una dolencia gástrica acabó convirtiéndose en su verdadera cruz, primero de dolor y finalmente de muerte. El 21 de junio moría en el monasterio cisterciense de San Miguel de Dueñas, donde era tratado de su enfermedad. Tenía 44 años. En el silencio del Monasterio, sólo mitigado por el tenue cántico de los monjes, ante el cuerpo inerte de su hijo, el padre de Javier sollozó de pena y de remordimiento; «Maurilón -le susurró a su hijo mayor en el funeral-, ahora lo entiendo todo». Apenas un año después, se reunió con Javier en cuerpo y alma; compartiendo con su hijo sepulcro en Lord y vida eterna en un santuario aún más alto.

«Puedes ser tenista de fin de semana. Pero para jugar en primera, hay que entrenar duro todos los días, y muchas horas. Sólo así se gana», solía decir Javier. Él fue un campeón en todo cuanto hizo, en el deporte, en el trabajo físico, en la oración, en el estudio, en la caridad, en la simpatía, en el cariño hacia su familia, en amigos, en carisma…

Es curioso, pero a pesar de su juventud y de haber elegido la vida monacal, solitaria, de espaldas al mundo, Javier dejó su impronta grabada en las almas de miles de personas a lo largo de su vida, y después de su muerte. Tenía una energía especial, contagiosa y benefactora, que legó a todos los que le conocieron y quisieron. Y que aún hoy llega con fuerza a todos los que le rezan. O a los cientos de peregrinos de toda procedencia que llegan cada año al Santuario de Lord, a dejarse llenar por el alma de aquel visitante sin pasado que una noche tormentosa atravesó la pesada puerta… y se quedó para siempre.

Unos años después, la madre de Javier, su más devota admiradora, su más rendida fan, abandonó este mundo después de quince años de dolorosa enfermedad… y seis de penosa ausencia. Javier era su tabla, su sostén, su muleta, su hombro, su paño; y su sonrisa. Sin él, todo se hizo más doloroso. Más insoportable. Más desesperanzador. Desde aquel día de 2013, el cáncer ya no está. El dolor tampoco. Ni la ausencia. Desde ese día, el cuerpo de Myriam (la tía Memé) descansa también con su hijo, en Lord; y su alma estará abrazando a Javier, besando a Javier, riendo con Javier, jugando al tenis con Javier.

 


Un documental y una causa de beatificación

La de Javier es una vida que tiene mucho que decir a la sociedad actual, a los jóvenes, a los mayores, a los líderes, a los desamparados, a los perdidos. Esta es la razón por la que nace la idea de revivirla en un documental, realmente extraordinario, que narra su periplo vital y espiritual; desde su zona de confort, su vida privilegiada en Madrid y California, hasta su entrega total a su fe y su posterior calvario. En estos momentos el rodaje de “La verdadera riqueza” sigue su curso y avanza imparable conforme van llegando las donaciones. Si quieres profundizar un poco más, entra en www.javiersartorius.org/. Un vistazo quizá baste para hacerte una primera idea de quién fue Javier, cuál fue su proceso de transformación interior y qué significó para la Comunidad de Lord y para miles de personas que veneran su memoria.

Y mientras avanza el documental sobre su vida, en paralelo se ha abierto la causa para nombrar Siervo de Dios al seminarista Javier Sartorius. Un proceso que nace de un revelador testimonio de Mn Norbert Miracle (rector del Seminario Mayor Interdiocesano de 2005 a 2018), quien vio en Javier un ejemplo de santidad importante para darse a conocer, especialmente, a los seminaristas y a los jóvenes. Un “santo de la puerta de al lado”, como define acertadamente el papa Francisco. El primer paso, quizá en octubre, ser nombrado “Siervo de Dios”. A partir de ahí, Dios dirá.  

Por mi parte, espero poder ampliar pronto información sobre el documental y la causa de Javier Sartorius, mi primo, que justo hoy cumple 18 años desde que partió, con su raqueta y su cruz, a la Casa del Padre.

Puedes ver el teaser de la “La verdadera riqueza”, sobre la vida de Javier, en este link