domingo, 3 de febrero de 2019

American Pie. El día que murió la música.


El 3 de febrero de 1959 tres de los músicos de rock más influyentes de la época fallecieron en un desgraciado accidente aéreo. La muerte de Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper supuso un inesperado mazazo para un joven repartidor de periódicos de 18 años llamado Don. Doce años después, el joven Don inmortalizó aquel día de febrero en una canción, que se convirtió en todo un himno para varias generaciones. Pero lo que esconde la letra de American Pie va mucho más allá de “el día que murió la música”. Habla de la historia misma de América. Y de la historia del Rock.

Hace ahora 47 años, en enero/febrero de 1972, American Pie se mantuvo cuatro semanas en el número uno de las listas de popularidad de Estados Unidos. Don McLean la había compuesto unos meses antes, en la primavera de 1971, y fue grabada el 26 de mayo de ese año, incluida en el álbum del mismo nombre. Desde el primer momento, la misteriosa letra -plagada de referencias, nombres y metáforas- generó no pocas especulaciones acerca de su verdadero sentido. Cuando Don McLean fue preguntado sobre el significado de American Pie, respondió con ironía: “Significa que nunca tendré que volver a trabajar” (y no andaba mal encaminado, teniendo en cuenta cómo iba conquistando las listas de éxito de medio mundo). Más tarde, el cantautor declaró (aunque no aclaró) con más seriedad: “Encontrarán muchas 'interpretaciones' de mi letra, pero no les diré la mía... Lamento dejarlos a todos así, pero hace tiempo me di cuenta de que los compositores deben dar sus declaraciones y marcharse, manteniendo un silencio digno”.


A lo largo de cuatro décadas, la letra de American Pie ha sido desmenuzada y analizada verso a verso, metáfora a metáfora por expertos, historiadores, locutores de radio, críticos musicales y fieles fans. Y aunque aún queda algún rincón oscuro, o al menos con variadas interpretaciones, la historia que relata esta obra magna del folk rock está más o menos clara. Y esta historia no es otra que la historia de la música americana, desde aquel fatídico 3 de febrero de 1959 en que murieron los tres grandes, hasta principios de 1971, cuando Don McLean comenzó a darle forma. También es la historia de una doble pérdida de inocencia, la de un muchacho que vivió la muerte de sus héroes; y la de un país que pasó de una década idílica luminosa y despreocupada, la de los 50, a otra mucho más oscura, que vio morir a John y Bob Kennedy, a Luther King, a miles de americanos en Vietnam y al propio padre de McLean, en 1961.
Este paso de la infancia a la madurez, de la bendita felicidad a la cruel realidad marcó el destino de Don, que abandonó la universidad en 1964 para dedicarse enteramente a la música. El sueño americano se estaba volviendo una pesadilla turbulenta y Don, como el resto de su generación, quería encontrar respuestas y también hacer preguntas. La potente invasión de la música británica tampoco ayudó a elevar la autoestima de un país deprimido (salvo puntuales orgullos nacionales, como el lanzamiento del Apolo 14). Así andaba Estados Unidos en 1971, hasta que alguien escribió una canción que supuso la oración funeraria de esa era, e invitaba a los americanos a mirar, y caminar, hacia delante.



Pero el acontecimiento que marcó realmente la vida de aquel joven repartidor fue leer en el periódico la noticia de la muerte de aquellos tres músicos (especialmente la de Buddy Holly), almas vivas de aquel rock ‘n roll alegre y despreocupado: “A long, long time ago, I can still remember how that music used to make me smile” (“Hace mucho, mucho tiempo, aún puedo recordar cómo aquella música me hacía sonreír”). A partir de este primer verso, American Pie hace un recorrido por los sentimientos de McLean ante la noticia (“febrero me estremeció… no pude dar un paso… pero algo me tocó muy dentro, el día que la música murió”) y luego todo un desglose de los artistas que reinaron –inmerecidamente algunos de ellos, para McLean- en la década de los 60.



Habla de los Monotones y su éxito de 1958 “The book of love”; y de bailar lento y del rhythm 'n' blues y de la canción de Marty Robbins “A White Sport Coat (And a Pink Carnation)” y de su furgoneta pick ‘up de teenager. Y luego entra de lleno en Bob Dylan, al que considera un bufón (jester) envuelto en la cazadora de James Dean (en su portada del disco The Freewhelin’), al que reprocha haber abandonado su faceta contestataria y vivir de las rentas musicales; y se refiere también a un Elvis en decadencia (“the King is looking down”); y a los Beatles, y su deriva política (“reading Marx”) y su Seargent Pepper, y al Charles Manson (Helter Skelter) que se ‘inspiró’ en su mítico “White Album”. Nos recuerda también cuando los Byrds dejaron de volar alto y “cayeron en la hierba” (les pillaron con marihuana); y cuando “todos estaban en un único lugar” (Woodstock), una generación perdida en el espacio… y en otras sustancias.

Y entonces llegan los Rolling Stones y su Jampin’ Jack Flash (“Jack Flash sat on a candlestick) y su simpatía por satán y los Hell Angels; y aparece fugazmente una chica que canta blues (Janis Joplin) a la que pregunta por alguna noticia feliz… pero se va (muere) con una sonrisa. Y Don McLean se lamenta, porque los tres hombres que más admira (“The Father, Son and Holy Ghost”: Valens, Big Bopper y Holly) han cogido el último tren a la costa, el día que murió la música… “the day the music died”. Y todos volveremos a cantar “Bye bye Miss American Pie…” una y otra vez, pero no como un lamento por la música perdida, sino para dar gracias por un himno que sigue eternamente vivo en nuestra memoria. Y en nuestro ipod. 



Por curiosidad, otras canciones con historia
Cuando entiendes la letra de una canción que te gusta (y esa letra es interesante), te gusta un poco más. Pero cuando también conoces su significado, la historia que hay detrás (de su composición, de su autor, de su realidad), esa canción se convierte en algo especial, porque te identificas más con ella, porque te llega más hondo. Estos son algunos ejemplos:

· I Don’t Like Mondays (Boomtown Rats). El lunes 29 de enero de 1979 la adolescente Brenda Ann Spencer estrenó el rifle que le había regalado su padre disparando a los alumnos del colegio frente a su casa. Resultado, dos muertos y nueve heridos. No me gustan los lunes” fue la única explicación que dio a la policía.

· Huracán (Bob Dylan) denuncia el caso real del boxeador negro Rubin Carter, falsamente acusado de triple asesinato por motivos racistas, en 1966. Condenado a cadena perpetua, fue absuelto en 1985 tras una revisión del juicio.

· Sunday Bloody Sunday (U2) recuerda el Domingo Sangriento de 1972 en el Ulster, en el que murieron 14 manifestantes por los disparos del ejército británico.

· Piano Man (Billy Joel) repasa los personajes y experiencias que vivió realmente el cantante cuando era un joven pianista de bar en las noches de Nueva York.

· Layla (Eric Clapton) se inspira en el amor no correspondido de Pattie Boyd, por aquel entonces (1972) esposa de su amigo George Harrison. Finalmente, Pattie se divorció y se casó con Clapton. Sin rencores, el amigo y exmarido Harrison acudió a la boda.

· You’ve Got a Friend (Carole King). La cantautora escribió esta canción para su amigo James Taylor, que pasaba por una profunda depresión. La versión que realizó el propio Taylor le devolvió el éxito y le salvó de un más que probable suicidio.

· The Wall (Pink Floyd). La obra cumbre del rock sinfónico está inspirada directamente en la vida de Roger Waters: la opresión escolar, la muerte de su padre en la guerra, una madre absorbente, sus fracasos sentimentales, la fama y los devaneos con las drogas…

· Candle In The Wind (Elton John) fue en primera instancia dedicada a Marilyn Monroe (Norma Jeane). En 1997 el cantante realizó una versión en homenaje póstumo a su gran amiga Diana de Gales.


1 comentario:

  1. Gracias por compartir tanto pepe, me ha encantado lo descriptivo e informado del blog. Saludos cordiales desde México.

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